San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

domingo, 30 de julio de 2023

San Alfonso María de Ligori

 



         Vida de santidad[1].

San Alfonso nació en Nápoles el 27 de septiembre de 1696. Sus padres Don José de Liguori y Doña Ana Cavalieri eran de familias nobles y distinguidas. Era un “niño prodigio” que demostraba, entre otras cosas, una gran facilidad para los idiomas, pero también para las ciencias, el arte, la música y muchas otras disciplinas. Empezó a estudiar leyes a los 13 años y a los 16 años presentó el examen de doctorado en derecho civil y canónico en la Universidad de Nápoles. A los 19 años ya era un abogado famoso.

Mensaje de santidad[2].

De toda su vida de santidad, podemos destacar un mensaje destinado a pensar en las postrimerías, es decir, en lo que sucede en la muerte y luego de ella. San Alfonso escribió para este propósito el libro llamado “Preparación para la muerte”, en donde el santo proporciona diversas meditaciones sobre las verdades eternas -muerte, juicio particular, cielo, purgatorio, infierno- destinadas a aquellas almas que desean crecer en su vida espiritual.

Dice así San Alfonso: “El lector debe rezar siempre, pidiendo la gracia de la perseverancia y del amor a Dios, porque éstas son las dos gracias más necesarias para alcanzar la eterna salvación”. Es decir, debemos pedir siempre la gracia de la perseverancia final, tanto en las obras de misericordia, como en la fe, ya que esto nos garantiza, si obramos dedicando estas obras a Jesús y además ayudados por la gracia y por el Inmaculado Corazón de María, el ingreso al menos en el Purgatorio.

Luego San Alfonso dice algo muy importante para la vida espiritual, dando las razones para pedir constantemente, en la oración, la gracia del Amor Divino, el cual es infinitamente distinto al amor humano, este último cargado de concupiscencia e inclinado, por el pecado original, hacia el mal. Dice así San Francisco de Sales: “La gracia del amor divino es aquella gracia que contiene en sí a todas las demás, porque la virtud de la caridad para con Dios lleva consigo todas las virtudes. Quien ama a Dios es humilde, casto, obediente, mortificado...; posee, en suma, las virtudes todas. Por eso decía San Agustín: “Ama a Dios y haz lo que quieras”, pues el que ama a Dios evitará cuanto pueda desagradar al Señor, y sólo procurará complacerle en todo”. Aquí podemos ver la sabiduría de San Alfonso, porque los satanistas tienen como primer mandamiento: “Haz lo que quieras”, pero sin el Amor da Dios; en cambio, el que ama a Dios en primer lugar, luego sí podrá hacer lo que quiera, porque lo hará todo en su Divino Amor, sin perjudicar a nada ni a nadie.

Continúa el santo: “La otra gracia de la perseverancia es aquella que nos hace alcanzar la eterna salvación. Dice San Bernardo[3] que el cielo está prometido a los que comienzan a vivir santamente; pero que no se da sino a los que perseveran hasta el fin. Mas esta perseverancia, como enseñan los Santos Padres, sólo se otorga a los que la piden. Por lo cual afirma Santo Tomás (3 p., q. 30, art. 5) que para entrar en la gloria se requiere continua oración, según lo que antes había dicho nuestro Salvador (Lc 28, 1): Conviene orar siempre y no desfallecer; de aquí procede que muchos pecadores, aunque hayan sido perdonados, no perseveran en la gracia de Dios, porque después de alcanzar el perdón olvidan pedir a Dios perseverancia, sobre todo en tiempo de tentaciones, y recaen miserablemente. Y aunque el don de la perseverancia es enteramente gratuito y no podemos merecerle con nuestras obras, podemos, sin embargo, dice el Padre Suárez, alcanzarle infaliblemente por medio de la oración, como había dicho ya San Agustín[4]. Nos enseña el santo aquí que la oración es clave no solo para obtener el perdón, sino para, luego de ser perdonado, perseverar en la oración, porque les sucede a muchos que, una vez perdonados o una vez liberados de alguna tribulación, se desentienden de Dios, olvidando completamente el beneficio que de Él habían recibido.

Finaliza luego el santo, pidiendo oraciones por él y prometiendo que él rezará por el fiel devoto, desde el cielo: “Ruego al que leyere este libro, ya en mi vida, ya después de mi muerte, que me encomiende mucho a Jesucristo, y yo prometo hacer lo mismo por todos los que tengan para conmigo esa caridad. ¡Viva Jesús, nuestro amor, y María, nuestra esperanza!”.

Encomendémonos a San Alfonso para que el santo nos obtenga la gracia del perdón, de la perseverancia y del obrar la misericordia, para que así el día de nuestra muerte sea, por la Infinita Misericordia de Dios, el día en el que ingresemos en la vida eterna, en el Reino de los cielos.

 

 

martes, 25 de julio de 2023

Santos Joaquín y Ana

 



Vida de santidad. Memoria de san Joaquín y santa Ana, padres de la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, cuyos nombres se conservaron gracias a la tradición de los cristianos[1]. San Joaquín (Yahvé prepara) fue el padre de la Virgen María, Madre de Dios. Según la tradición, basándose en testimonios antiquísimos y muy tempranamente, saludó a los santos esposos Joaquín y Ana como padre y madre de la Madre de Dios.

Es tradición que los padres de Santa María, que aparentemente vivieron primero en Galilea, se instalaron después en Jerusalén; donde nació y creció Nuestra Señora; allí también murieron y fueron enterrados[2].

El Protoevangelio aporta la siguiente relación: en Nazaret vivía una pareja rica y piadosa, Joaquín y Ana. No tenían hijos. Cuando con ocasión de cierto día festivo Joaquín se presentó a ofrecer un sacrificio en el templo, fue arrojado de él por un tal Rubén, porque los varones sin descendencia eran indignos de ser admitidos. Joaquín entonces, transido de dolor, no regresó a su casa, sino que se dirigió a las montañas para manifestar su sentimiento a Dios en soledad. También Ana, puesta ya al tanto de la prolongada ausencia de su marido, dirigió lastimeras súplicas a Dios para que le levantara la maldición de la esterilidad, prometiendo dedicar el hijo a su servicio.

Sus plegarias fueron oídas; un ángel se presentó ante Ana y le dijo: “Ana, el Señor ha visto tus lágrimas; concebirás y darás a luz, y el fruto de tu seno será bendecido por todo el mundo”. El ángel hizo la misma promesa a Joaquín, que volvió al lado de su esposa. Ana dio a luz una hija, a la que llamó Miriam.

Joaquín y Ana -considerados santos patronos de los abuelos- fueron personas de profunda fe y confianza en las promesas de Dios. Ambos educaron a la Virgen María en la fe del Pueblo de Israel, alimentando en Ella el amor hacia el Creador y preparándola para su misión[3].

Mensaje de santidad.

El Papa Emérito Benedicto XVI, un día como hoy del año 2009, resaltaba -a través de las figuras de San Joaquín y Santa Ana- la importancia del rol educativo de los abuelos dentro de la familia, y no solo del rol educativo en lo referente a la familia humana -el respeto, la bondad, la servicialidad, la obediencia-, sino ante todo el rol de transmisores de la fe en Cristo Jesús; podemos decir entonces que los abuelos, junto con los padres, son los primeros catequistas de los niños de la famlia. El Papa decía que los abuelos “son depositarios y con frecuencia testimonio de los valores fundamentales de la vida”, pero también de la vida cristiana, es decir, son quienes enseñan a los niños los rudimentos de la fe.

Pero hay algo más en el mensaje de santidad que nos dejan Santa Ana y San Joaquín y es en la inmensidad infinita del Amor de Dios, que se refleja y manifiesta en el don que Dios les hizo, al concederles una niña, que no solo les quitó la vergüenza que para ese tiempo era no tener hijos, sino que les concedió una Niña Santa, una Niña que era toda Pureza, una Niña que era toda Inmaculada, una Niña que años más tarde habría de engendrar al Salvador del mundo, Cristo Jesús; una Niña a quien Dios la amaría más que a todos los ángeles y santos juntos, la Virgen María; una Niña que habría de aplastarle la cabeza al Monstruo del Infierno, Satanás. Joaquín y Ana, como eran justos y santos, agradecieron a Dios el haber escuchado sus oraciones y el haber obtenido, a pesar de sus avanzadas edades, una niña. Pero nunca imaginarían que la Bondad, el Poder y la Sabiduría de Dios les concedería una Niña Pura, Santa e Inmaculada, destinada a ser la Madre de Dios, la Virgen María, la Corredentora de los hombres.

Santiago Apóstol, Patrono de España

 



         Vida de santidad.

         Hoy, 25 de julio, la Iglesia celebra la festividad de Santiago Apóstol, santo patrono del Reino de España. Santiago fue uno de los doce apóstoles y uno de los más cercanos a Jesús. Apodado Santiago “el Mayor”, formó parte de la Iglesia primitiva de Jerusalén y a él se le atribuye la evangelización del territorio que, en los inicios de la era cristiana, se conocía como la Hispania Romana. Santiago propagó el Evangelio desde Galilea hasta lo que en aquellos tiempos se consideraba el fin del mundo: Finisterre. Cuando se hallaba desanimado por su fracaso, la Santísima Virgen María se le apareció de pie sobre un pilar y lo impulsó a continuar con su apostolado. Fue el primero en ser martirizado por predicar la fe, siendo decapitado en el año 44 por orden del Rey Herodes Agripa I, de Judea. Según la leyenda, sus restos fueron trasladados por los apóstoles hasta Galicia. La famosa catedral de Santiago de Compostela fue construida en el lugar dónde fue hallado su sepulcro y sus restos descansan allí. Previo a la unidad del reino español, un grupo de cristianos se encomendó al apóstol antes de la batalla de Navas de Tolosa, que resultó decisiva para el futuro del territorio. Al triunfar inesperadamente, tomaron a Santiago como su nuevo Patrono y protector. La presencia espiritual de Santiago acompañó siempre a los soldados españoles en aquellos lugares y momentos donde se libraron las batallas que finalmente terminaron con 8 siglos de dominación musulmana sobre la Península Ibérica. España es el único país que expulsó a los musulmanes. Tras la unidad, el patronazgo de Santiago se extendió a todo el reino de España. Es así como Santiago les ha otorgado a los españoles tanto la religión como la unidad del reino, pues fue la devoción al apóstol la que impulsó a los españoles durante la Reconquista y la que contribuyó a la formación de su identidad cultural, histórica y religiosa.

Cuando Jesús caminaba por la orilla del lago de Genesaret, también llamado mar de Galilea, vio a dos hermanos, Pedro y Andrés, que estaban pescando, los llamó para seguirle y convertirlos en pescadores de hombres. También, llamó a los hermanos Santiago y Juan, que en una barca, con su padre Zebedeo, estaban remendando redes. Los dos abandonaron lo que estaban haciendo dejando a su padre, que no se opuso a su vocación, y siguieron al Maestro. Ellos eran discípulos de Juan Bautista. Jesús les puso a ambos, el sobrenombre de “Boanerges”, que significa “hijos del trueno”, porque eran muy impulsivos, francos y fogosos. En una ocasión, Jesús no fue bien recibido por los samaritanos y los hermanos le preguntaron a Jesús si quería que hicieran bajar fuego del cielo para consumirlos en él.

         Durante la vida pública de Jesucristo, Santiago fue uno de los predilectos: Estuvo presente, junto con su hermano Juan y con Pedro, en la curación milagrosa de la suegra de Pedro y en la resurrección de la hija de Jairo. Con ellos, fue testigo ocular de la Transfiguración de Jesús. Lo acompañó de cerca durante su agonía en el huerto de Getsemaní. Además, fue uno de los cuatro Apóstoles privilegiados que oyeron de labios de Cristo la historia profética del Reino de Dios.

         Fue el primer mártir entre los Apóstoles. Murió en Jerusalén en el año 44, por orden de Herodes Agripa I, quien persiguió a los cristianos para quedar bien con los judíos. Se cuenta que un escriba amigo suyo, lo traicionó, pero luego éste se arrepintió y le pidió perdón antes de la ejecución. Santiago le dijo: “La paz sea contigo”, lo abrazó y lo bautizó. Ambos fueron decapitados juntos[1]. Algunos investigadores afirman que los restos de Santiago, el Mayor, fueron trasladados a España y se encuentran en Campus Stellae (Campo de Estrellas), actualmente, Santiago de Compostela. Es el Santo patrono de España, por la doble creencia de que España fue evangelizada por Santiago y posee sus reliquias.

Existe una tradición española del siglo IX que cuenta que Santiago se apareció cerca del lugar donde se veneraban sus reliquias, montado sobre un caballo blanco, con varias estrellas, llevando un libro en la mano, como símbolo de su misión evangelizadora. Según las narraciones de la época, Santiago Apóstol se aparecía en las batallas contra los infieles moros, sobre un caballo blanco, en imponente aspecto y llevando un gran estandarte blanco y también espada, conduciendo a los cristianos españoles a la victoria, quienes decían como grito de batalla: “Santiago y cierra España”[2].El significado de la frase completa, poco entendible sin análisis, comienza por invocar al apóstol Santiago, patrono de España. ¡Cierra! es una orden militar con un doble significado; por un lado cerrar filas, para que nadie abandone su puesto de combate y no se formen huecos que permitan la penetración del enemigo, y por otro, entrar en combate cerrando la distancia entre las fuerzas propias y las del enemigo. El famoso lema tradicional español ¡Santiago y Cierra, España! Se origina en el grito de guerra pronunciado por las tropas cristianas durante las guerras de la Reconquista. “Cuando por todas partes nos apretaban las guerras, fuiste visto Tú, en medio de la batalla, abatiendo brioso a los desaforados moros, con tu corcel y con tu espada”. Así reza el Oficio propio de España del Breviario Romano del 25 de julio. Por eso Santiago es también el Patrono de la Caballería Española[3].

Mensaje de santidad.

Nos enseña a no desanimarnos, porque siempre está la Virgen para acudir en nuestro auxilio y darnos el triunfo en lo que emprendemos por su Hijo y eso es lo que le pasó a Santiago, se le apareció la Virgen del Pilar.

Nos enseña a cumplir con nuestra misión de anunciar el Evangelio, desde nuestro estado de vida ya cueste lo que cueste, aun el precio de la propia vida, ya que a él le costó el martirio.

Nos enseña a ser fieles a Jesús y a su Iglesia Católica. Nosotros somos fieles a la Iglesia creyendo el denominado “Credo de los Apóstoles”, pues ésa es la fe de la Iglesia Católica y es la fe con la que debemos proclamar la Nueva Evangelización. . Nuestro grito de guerra, nuestro grito de "Santiago, y cierra España", es el Credo de los Apóstoles, por eso mismo, no debemos permitir que ningún ángel, ningún sínodo, cambie nuestra fe católica, expresada en el Credo.

Nos enseña a defender a la Iglesia, depositaria de la Verdad Revelada por Nuestro Señor Jesucristo, de las falsas iglesias, que se caracterizan por el error. Nos enseña a amar la Verdad, que es Cristo Dios y a combatir el error, disfrazado en diversas y falsas religiones.

lunes, 10 de julio de 2023

San Benito Abad

 



Vida de santidad[1].

Nació en Nursia, en la región de Umbría; fue educado en Roma estudiando retórica y filosofía y luego abrazó la vida eremítica en la región de Subiaco bajo la guía de un ermitaño y viviendo en una cueva. Pasado un tiempo, se trasladó a Casino, donde fundó el célebre monasterio en el año 529 y escribió un Regla -llamada “La Santa Regla”-, que se propagó de tal modo por todas partes que por ella mereció ser llamado “Patriarca de los monjes de Occidente”, ya que sirvió de inspiración para los reglamentos de muchas otras congregaciones religiosas. Murió, según la tradición, el veintiuno de marzo de 547. Es Patrón de Occidente, de Europa, de los maestros y los escolares, de los caldereros, mineros, espeólogos, de los moribundos, contra la fiebre, las inflamaciones, envenenamientos, los cólicos y también contra la hechicería, ya que fue un poderoso exorcista, un don recibido de lo alto, mediante el cual sometía y expulsaba a los espíritus malignos, los demonios, utilizando como sacramental la conocida “Medalla y Cruz de San Benito”. San Benito predijo el día de su propia muerte, que ocurrió el 21 de marzo del 547, pocos días después de la muerte de su hermana, santa Escolástica.

Mensaje de santidad.

Su principal mensaje de santidad es su vida como monje, dedicado exclusivamente a la oración, al trabajo y a la disciplina, observando la Regla que él mismo había redactado, como forma de acceder a la unión con Dios por medio de la oración y el trabajo. Se levantaba a las dos de la madrugada a rezar los salmos y pasaba horas rezando y meditando. Pero no solo rezaba y meditaba sino que, imitando a Nuestro Señor Jesucristo, que siendo Hombre-Dios trabajaba en la carpintería, San Benito también pasaba largas horas haciendo trabajo manual, ya que consideraba el trabajo como fuente de santificación, al haberlo santificado Nuestro Señor en su vida terrena. Ayunaba diariamente, sin comer nada hasta la tarde. Recibía a muchos para dirección espiritual y algunas veces acudía a los pueblos con sus monjes a predicar. Era famoso por su trato amable con todos. Su gran amor y su fuerza fueron la Santa Cruz con la que hizo muchos milagros. Fue un poderoso exorcista. Este don para someter a los espíritus malignos lo ejerció utilizando como sacramental la famosa Cruz de San Benito.

De su extenso mensaje de santidad, nos detendremos brevemente en la famosa “Medalla o Cruz de San Benito”, puesto que el santo la usaba para hacer exorcismos, para expulsar demonios y para impedir el ingreso de brujas y de espíritus malignos sea en las personas como en los conventos.

La medalla de San Benito es un sacramental reconocido por la Iglesia con gran poder de exorcismo. Como todo sacramental, su poder está no en sí misma sino en Cristo quien lo otorga a la Iglesia y por la fervorosa disposición de quién usa la medalla. Ésta es la descripción de la medalla:

Medalla de San Benito

En el frente de la medalla aparece San Benito con la Cruz en una mano y el libro de las Reglas en la otra mano, con la oración: “A la hora de nuestra muerte seamos protegidos por su presencia”. (Oración de la Buena Muerte). El reverso muestra la cruz de San Benito con las letras:

C.S.P.B.: “Santa Cruz del Padre Benito”.

C.S.S.M.L.: “La santa Cruz sea mi luz” (crucero vertical de la cruz)

N.D.S.M.D.: “y que el Dragón no sea mi guía” (crucero horizontal)

En círculo, comenzando por arriba hacia la derecha:

V.R.S.: “Retrocede Satanás”

N.S.M.V.: “Deja de atraerme con tus mentiras”

S.M.Q.L.: “Venenosa es tu carnada”

I.V.B. : “Trágatela tu mismo”

PAX: “Paz”

En la iconografía, se lo presenta como abad, con hábito benedictino, pues es el fundador de la Orden; se lo representa con un vaso que tiene dentro una serpiente debido a que sus mismos monjes trataron de envenenarlo por la severa disciplina que exigía; también aparece un cuervo, porque en otro intento de envenenamiento, apareció de la nada un cuervo, quien tomó con el pico el pan envenenado dirigido a San Benito y se lo llevó, salvándole la vida; por último, se lo representa con el libro de la regla monástica, la que él escribió.

La Medalla y la Cruz de San Benito es un poderosísimo sacramental, investido de la fuerza divina de Nuestro Señor Jesucristo y utilizado por San Benito para hacer exorcismos y alejar a las brujas y demonios. La Iglesia lo continúa usando en la actualidad y aconseja incansablemente su uso por parte de los fieles católicos, tanto más, cuanto que la actividad demoníaca y de sus servidores, los brujos, es la más alta en nuestros días que en cualquier otra época de la humanidad. Utilicemos el sacramental de la Medalla de San Benito y encomendémonos al santo, para vernos libres, por la Santa Cruz de Jesús, de las acechanzas del Demonio y de la perversidad y malicia de los servidores del Demonio, los brujos, los hechiceros, los chamanes, los satanistas y los ocultistas.