San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

sábado, 25 de septiembre de 2021

Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz

 



Vida de santidad[1].

Nació en Alençón el día 2 de enero de 1873 y fue la menor de los hijos que tuvieron sus padres Luis Estanislao Martín y Celia Guerín. Desde su más tierna infancia deseó ardientemente consagrarse a Dios en la vida religiosa, y por una serie de acontecimientos providenciales entró a la edad de 15 años en el convento de Carmelitas descalzas de Lisieux en donde pasó nueve años y seis meses en la práctica constante de todas las virtudes. Se distinguió siempre por su ardiente amor a Dios y admirable confianza en Él, y el tierno amor que desde sus primeros años tuvo a la Santísima Virgen María. El 9 de junio de 1895, fiesta de la Santísima Trinidad, hizo su ofrenda de Holocausto al Amor Misericordioso de Dios, que consta en un hermoso manuscrito que fue hallado después de su muerte en el libro de los Evangelios que la Beata llevaba día y noche sobre su corazón. Murió el 30 de septiembre de 1897 a la edad de 24 años y sus últimas palabras fueron mientras contemplaba el crucifijo que tenía en sus manos y estrechaba frecuentemente contra su corazón: “Le amo... ¡Oh Dios mío!... Os amo...”.

Mensaje de santidad[2].

Una frase de Santa Teresita, que refleja su mensaje de santidad es la siguiente y es en relación a la oración: “No poseo el valor para buscar plegarias hermosas en los libros; al no saber cuáles escoger, reacciono como los niños, le digo sencillamente al buen Dios lo que necesito y Él siempre me comprende”. Lo que quiere decir Santa Teresita es que para ella le resultaba más fácil, en algunas ocasiones, dirigirse a Dios con la oración llamada “del corazón”, es decir, la oración que nace de lo más profundo del ser y está originada en el Amor de Dios, mientras que en otras ocasiones, se dirigía a Dios con las oraciones ya pre-establecidas, como el Padrenuestro, el Avemaría, etc. También nosotros podemos y debemos hacer estos dos tipos de oraciones, las pre-establecidas y las del corazón e independientemente de cuál hagamos, la oración debe siempre ser hecha como lo hacía Santa Teresita, con mucho amor, devoción y piedad.

Otra frase de Santa Teresita es: “Lo que me impulsa a ir al Cielo es el pensamiento de poder encender en amor de Dios una multitud de almas que le alabarán eternamente”. Santa Teresita ama tanto a Dios, que no se contenta con amarlo ella sola, sino que quiere que sean cada vez más y más almas que lo amen, para que esas almas sean felices por la eternidad amando a Dios y para que Dios reciba la adoración, el amor y la alabanzas eternas que Él se merece por ser quien Es, Dios de Eterna Bondad y Misericordia.

Una frase de Santa Teresita nos indica el camino para llegar al Cielo: “Mi caminito es el camino de una infancia espiritual, el camino de la confianza y de la entrega absoluta”. Así como un niño pequeño se entrega con total confianza y amor a sus padres, porque sabe que de ellos sólo recibe amor, así debemos entregar nuestro ser, nuestra alma y nuestra vida en las manos crucificadas y ensangrentadas de Dios Nuestro Señor, Cristo Jesús.

Otra frase hace referencia a su vida en el Cielo: “Después de mi muerte dejaré caer una lluvia de rosas”. Después de la muerte terrena, Santa Teresita sabe que irá al Cielo y desde allí hará descender rosas espirituales, es decir, intercederá ante la Trinidad, para que sus devotos reciban numerosas gracias celestiales.

Una última frase también hace referencia a su vida en el Cielo: “Pasaré mi Cielo haciendo bien sobre la tierra”. Quiere decir que, estando en el Cielo, en la vida eterna, seguirá haciendo el bien en la tierra, a los que vivimos en el tiempo, para que sigamos su caminito de infancia espiritual y así seamos capaces de llegar, como ella, a la vida eterna.

Que Santa Teresita del Niño Jesús interceda por nosotros para que seamos dignos de alcanzar, un día, la vida eterna en el Reino de Dios.

viernes, 24 de septiembre de 2021

San Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia

 



         Vida de santidad[1].

         San Jerónimo fue presbítero y asistente del Papa y por sus estudios sobre la Sagrada Escritura, fue declarado doctor de la Iglesia. Nació en Dalmacia y estudió en Roma, cultivando con esmero todos los saberes, y allí recibió el bautismo cristiano. Después, atraído por el valor de la vida contemplativa, se entregó a la existencia ascética yendo a Oriente, donde se ordenó de presbítero. Ya de regreso en Roma, fue secretario del Papa Dámaso para luego trasladarse a Belén de Judea en donde vivió una vida monástica, dedicándose a traducir y explicar las Sagradas Escrituras, tarea en la cual se reveló como un erudito insigne, por lo cual fue proclamado tiempo después como “Doctor” de la Iglesia. Ya anciano, murió en olor de santidad en el año 420.

         Mensaje de santidad[2].

Podemos reflexionar acerca del mensaje de santidad de San Jerónimo en algunas de sus sentencias acerca de las Sagradas Escrituras. Así, por ejemplo, San Jerónimo dice: “Ignorar la Escritura es ignorar a Cristo”, esto es verdaderamente así porque en las Escrituras, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, hablan de Cristo, desde el Génesis, cuando se habla de la “descendencia de la Virgen que aplastará la cabeza de la Serpiente Antigua”, hasta el Apocalipsis, en donde se habla del Cordero de Dios, que es la “Lámpara de la Jerusalén celestial”, es por esto que, quien desconoce la Biblia, desconoce al Hijo de Dios, Jesús de Nazareth.

Otra frase de San Jerónimo dice así: “¿Cómo es posible vivir sin la ciencia de las Escrituras, a través de las cuales se aprende a conocer al mismo Cristo, que es la vida de los creyentes?”: esto significa que para tener Vida eterna, que no es esta vida humana que tenemos en la tierra, sino la vida misma del Ser divino trinitario, es necesario leer las Escrituras, porque la Palabra de Dios es una Palabra Viva, que da vida divina a quien la lee con fe y con amor.

Otra frase de San Jerónimo es: “Si rezas -escribe a una joven noble de Roma- hablas con el Esposo; si lees, es Él quien te habla”: entonces, leer la Escritura es conversar con Dios, como en un diálogo, porque se debe rezar –hablarle a Dios- según lo que nos dice la Biblia y se debe leer la Biblia, como si estuviéramos rezando, con la misma fe, devoción y amor con los que debemos rezar.

Acerca de cómo interpretar la Biblia, dice San Jerónimo: “Un criterio metodológico fundamental en la interpretación de las Escrituras era la sintonía con el magisterio de la Iglesia”: esto quiere decir que si una interpretación es contraria al Magisterio, entonces esa interpretación es errónea. Un ejemplo de esto lo tenemos en el error de los protestantes con relación a la Eucaristía: para ellos, es sólo un poco de pan bendecido y no lo que dice el Magisterio, que es Dios Hijo encarnado, que prolonga su Encarnación en la Eucaristía.

Otra frase muy importante de San Jerónimo acerca de la Biblia es la siguiente: “Por nosotros mismos nunca podemos leer la Escritura. Encontramos demasiadas puertas cerradas y caemos en errores. La Biblia fue escrita por el Pueblo de Dios y para el Pueblo de Dios, bajo la inspiración del Espíritu Santo”: quiere decir que, para leer e interpretar la Biblia, debemos antes pedir en la oración la iluminación del Espíritu Santo, de lo contrario, caeremos indefectiblemente en el racionalismo, que niega los milagros y los misterios sobrenaturales contenidos en las Sagradas Escrituras.

Para San Jerónimo, la lectura de la Escritura lleva al alma a entregarse a los demás por medio de las obras de misericordia y es así que dice que es necesario “vestir a Cristo en los pobres, visitarle en los que sufren, darle de comer en los hambrientos, cobijarle en los que no tienen un techo” y estas obras de misericordia están explícitamente reveladas por Jesucristo como obras que nos abren las puertas del Cielo, ya que si no tenemos obras de misericordia, corporales y espirituales, no podremos ingresar en el Reino celestial.

San Jerónimo dice también que la Palabra de Dios “indica al hombre las sendas de la vida, y le revela los secretos de la santidad” y esto se a lo largo de todos los libros sagrados que contiene la Biblia, porque en todos se indica qué es lo que conduce al Cielo y qué es lo que conduce al Infierno eterno.

         Por último, a esto tenemos que agregar que, así como San Jerónimo descubrió al Amor de Dios contenido en la Palabra de Dios escrita, la Sagrada Escritura, así nosotros debemos descubrir al Amor de Dios, contenido en la Palabra de Dios sacramentada, el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, la Sagrada Eucaristía. Por esto mismo, debemos tener siempre presente que para nosotros, los católicos, la Palabra de Dios se nos dona escrita, en las Sagradas Escrituras y se nos dona como Pan de Vida eterna y como Carne del Cordero de Dios, en la Sagrada Eucaristía.

jueves, 23 de septiembre de 2021

Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael

 




Estos tres Arcángeles son dignos de ser mencionados en las Sagradas Escrituras porque se mantuvieron fieles al Amor de Dios, que los había creado para su servicio y para que se alegraran en la adoración de la Santísima Trinidad y porque los tres cumplen misiones precisas en la historia de la salvación de los hombres llevada a cabo por el Hombre-Dios Jesucristo.

         En el caso de San Miguel Arcángel, es retratado con frecuencia con una balanza en la que pesa las almas, puesto que según la Tradición, será el encargado, el Día del Juicio Final, de separar a las almas, por orden divina, según el peso de sus obras: los que sean hallados faltos de peso porque carecen de obras de misericordia, serán condenados al Infierno, mientras que los otros, serán destinados al Cielo. Pero lo que más caracteriza a San Miguel Arcángel es su condición de Jefe de las Milicias Celestiales, cuyos Generales son Nuestro Señor Jesucristo y la Santísima Virgen María. San Miguel Arcángel es el que, en el Cielo, se opone a la rebelión blasfema de Satanás y de los demás ángeles apóstatas, siendo San Miguel Arcángel el que encabeza, al grito de “¿Quién como Dios?”, el ataque de los ángeles de luz que luego de una lucha sin cuartel, expulsan para siempre del Cielo a los ángeles de la oscuridad. San Miguel Arcángel es el que enfrenta, bajo las órdenes de Jesús y de la Virgen, al Dragón del Apocalipsis, que en la tierra es el Comunismo ateo y marxista y a la bestia como pantera, que en la tierra es la Masonería. Es él quien comanda a las legiones de ángeles fieles a la Trinidad, que luego de la batalla en el Cielo, descripta en el Apocalipsis, expulsa del Cielo a los ángeles apóstatas, condenándolos al Infierno eterno. En el Cielo, la batalla fue eminentemente espiritual e intelectual, según afirman los teólogos, porque al ser los ángeles seres puramente espirituales, no tienen cuerpo y no pueden luchar corpóreamente, por lo tanto, se trató de una lucha intelectual, estando del lado de Dios los ángeles de luz, que defendían la Verdad, mientras que del lado de Satanás estaban los ángeles rebeldes, que sostenían la mentira. Como la mentira no puede prevalecer ante la Verdad, los ángeles rebeldes fueron vencidos y expulsados para siempre del Cielo y en el Día del Juicio Final, serán precipitados a los abismos del Infierno, para nunca más salir de allí. Mientras tanto, los ángeles de la oscuridad incitan a los hombres perversos y sin conciencia moral ni espiritual, para que cometan las más grandes atrocidades, no sólo contra Dios Trino y su Mesías, sino también contra la humanidad entera. La actual crisis sanitaria, provocada de forma intencional por los secuaces del Dragón del Apocalipsis, los miembros del Partido Comunista Chino, es solo un pequeño ejemplo de la brutalidad de las atrocidades de las que son capaces de cometer, en su odio contra Dios y el hombre, imagen de Dios y por esta razón y por muchas otras más de este estilo, es que como Iglesia del Cordero invocamos a San Miguel Arcángel, pidiéndole que nos proteja, con el poder de Dios, de las acechanzas del Dragón.

         Los otros Arcángeles, Rafael y Gabriel, aparecen también cumpliendo importantes misiones en favor de los hombres, cooperando al servicio de la Trinidad en su plan de salvación de la humanidad. Así, San Rafael, que significa “medicina de Dios”, aparece mencionado en el libro de Tobías, curando a su padre de su ceguera –prefiguración de la cura de la ceguera espiritual del hombre por parte de la gracia santificante de Jesucristo- y bendiciendo el matrimonio de Tobías, por lo que este Arcángel es protector y patrono de los cónyuges. Por último, San Gabriel aparece en las Escrituras desempeñando una importantísima misión: es el encargado de anunciar, a la Virgen Santísima, que será la Madre de Dios Hijo, quien se encarnará en su seno virginal por obra del Espíritu Santo.

         Una última consideración a hacer en la fiesta de estos santos arcángeles y es el tener en cuenta que en la actualidad la secta luciferina Nueva Era o Conspiración de Acuario, que busca la iniciación luciferina de la humanidad, presenta una serie de ángeles, de nombres extraños –Uriel, Chamuel, Zadquiel, etc.-, pero estos ángeles no son los ángeles de Dios, sino que son ángeles caídos, demonios, que se disfrazan de ángeles de luz. Debemos tener esto en cuenta para no caer en la trampa de la Nueva Era, porque de lo contrario estaremos rezando e invocando a demonios y no a ángeles de Dios. Pidamos a los Santos Arcángeles Miguel, Rafael y Gabriel, que nos bendigan y nos guíen en esta vida en nuestro peregrinar a la Jerusalén celestial, para que así adoremos, junto con ellos, al Cordero de Dios, Jesús Eucaristía, por toda la eternidad.

viernes, 17 de septiembre de 2021

San Padre Pío de Pietralcina

 



         El Padre Pío fue y es uno de los más grandes santos y místicos de la Iglesia Católica. Desde muy pequeño, mostró signos de ser un elegido de Dios para difundir el Evangelio de Jesucristo entre los hombres, dentro de lo cual está la lucha espiritual contra el Demonio.

         De toda su vida de santidad, hay algo que se destaca entre muchos santos y son los estigmas de Cristo, que el Padre Pío llevó durante muchos años, hasta su muerte. ¿Qué significan estos estigmas? Ante todo, no son estigmas del Padre Pío, sino los de Cristo, es decir, son las mismas heridas de Cristo sufridas en la Pasión. Por lo tanto, son un recordatorio permanente de cuánto le costó a Jesucristo nuestra salvación. Pero no solo un recordatorio: son además una participación a la Pasión misma del Salvador; en otras palabras, Cristo asocia tan íntimamente al Padre Pío a su Pasión salvadora, que lo hace participar, visible y sensiblemente, de sus mismas heridas, las heridas de la Cruz. Esto nos conduce a reflexionar acerca del sentido de la Pasión de Cristo y de sus heridas, llevadas por el Padre Pío: Cristo sufrió la Pasión y la muerte en Cruz por todos y cada uno de nosotros, por nuestra salvación, para que fuéramos capaces de ganar el Cielo y de evitar la eterna condenación en el Infierno. Además, son un recordatorio de cómo el dolor humano e incluso la muerte, han sido asumidas y santificadas por el Hombre-Dios Jesucristo, de manera tal que el dolor y la muerte humanos, que antes eran castigo por el pecado de Adán y Eva, a partir de Cristo son camino de santificación personal y puertas abiertas al Reino de los cielos. Es por esto que, así como el Padre Pío llevó las llagas de Cristo no sólo sin quejarse nunca, sino con todo el amor del que era posible, así también nosotros, imitando a Cristo y al Padre Pío, debemos llevar nuestra cruz de cada día, no solo sin quejarnos, sino abrazando la cruz con todo el amor del que seamos capaces, porque es nuestra Puerta que nos conduce al Reino de los cielos.

         Al recordar al Padre Pío en su día, le pidamos que interceda para que nunca reneguemos de la cruz, sino que seamos capaces de abrazarla y de llevarla todos los días de nuestra vida terrena, en pos de Cristo, hasta alcanzar la Vida eterna.

San Mateo, Apóstol y Evangelista

 



Era hebreo de raza y fue por profesión un publicano, o recolector de impuestos para los romanos[1]. Entre los judíos, estos publicanos eran considerados infames y odiosos porque los miraban como enemigos de la libertad natural que Dios les había dado y como personas manchadas espiritualmente por su asociación con los paganos, además de hacerlos corresponsables de la esclavización de sus compatriotas. Los judíos los aborrecían y de tal manera que consideraban sus propiedades o dinero como fortunas de ladrones y en consecuencia les prohibieron la participación en actividades religiosas, cívicas y comerciales. Su oficio consistía en cobrar un peaje a los pasajeros que venían por el lago de Tiberíades y es allí en donde recibe el llamado de Jesús.

Matero era rico, tenía un buen sueldo y además era un hombre sabio y prudente, y por lo tanto entendía perfectamente lo que le costaría seguir a Jesús: dejarlo todo. Sin embargo, ante el llamado de Jesús, dejó todo -riquezas, familia, ocupaciones mundanas, placeres, su profesión-inmediatamente para seguir a Jesús. Esto nos lleva a considerar qué es lo que Mateo vio en Jesús para tomar una decisión tan radical y para ello nos servimos de la reflexión de San Jerónimo, quien dice que en Nuestro Divino Redentor brilló un aire de majestad divina y que fue eso lo que traspasó el alma de Mateo y lo atrajo tan fuertemente a Jesús, que no pudo decir que no a su llamado. La mirada del Hombre-Dios y el Amor de su Sagrado Corazón sobre Mateo provocaron en él una conversión perfecta, puesto que se desapegó al instante de todo lo que lo mantenía aferrado a esta tierra, todas las seguridades humanas de las que nos rodeamos los seres humanos, para seguir a Jesús.

Según la Tradición, después de la Ascensión de Nuestro Señor, San Mateo predicó por varios años en Judea y en los países cercanos hasta la dispersión de los apóstoles. Un poco antes de la dispersión escribió su Evangelio, destinado ante todo a los conversos de Palestina. El Evangelio de San Mateo desciende a un detalle más particular y completo en las acciones de Cristo que los otros tres, enfocando sobre todo las lecciones de misericordia de Nuestro Salvador. San Mateo, después de predicar en Judea, fue a predicar la fe a las naciones bárbaras e incivilizadas del Este: así, San Ambrosio dice que Dios le abrió el País de los Persas, mientras que Rufinus y Sócrates nos dicen que llevó el evangelio Etiopía. Por último, el historiador Venantus Fortunatus relata que el sufrió el martirio en Nudubaz, una ciudad de Etiopía y Dorotheus dice que fue sepultado en una ciudad llamada Hierápolis. Sus reliquias fueron traídas al Oeste, Papa Gregorio VII, en una carta al Obispo de Salerno en 1080 y todavía están en este lugar.

         El mensaje de santidad que nos deja es el desapego inmediato a las cosas de la tierra, para adherirse, con todo su ser, con toda su alma, con todo su corazón y con todas sus fuerzas, al Hombre-Dios Jesucristo, para seguirlo por el Camino Real de la Cruz, que fue el que lo condujo al Reino de los cielos. Al recordarlo en su día, le pidamos al santo que interceda por nosotros para que seamos capaces de vivir en el mundo pero sin ser del mundo, con la vista del corazón fija en la Vida eterna, en Jesús Eucaristía, para que llegado el momento de nuestro paso de esta vida a la otra, seamos conducidos al Reino de los cielos, en donde adoraremos, por la eternidad, al Cordero de Dios, Cristo Jesús.



[1] Vidas de los Santos de Butler, Vol. III; cfr. https://www.corazones.org/santos/mateo.htm

sábado, 11 de septiembre de 2021

Santos Cornelio y Cipriano

 



         San Cornelio. Elegido como Vicario de Cristo, este Sumo Pontífice sufrió el martirio en el año 253, en la persecución del emperador Decio. Durante su pontificado se produjo la rebelión de un hereje llamado Novaciano que proclamaba que la Iglesia Católica no tenía poder para perdonar pecados y que por lo tanto el que alguna vez hubiera renegado de su fe, nunca más podía ser admitido en la Santa Iglesia[1], lo cual es un grave error, porque el poder de la Sangre de Cristo para perdonar los pecados, es infinitamente más grande que el más grande de los pecados del hombre. Todavía más, este hereje afirmaba además que ciertos pecados como la fornicación e impureza y el adulterio, no podían ser perdonados jamás. El Papa Cornelio se le opuso y declaró que si un pecador se arrepiente en verdad y quiere empezar una vida nueva de conversión, la Santa Iglesia puede y debe perdonarle sus antiguas faltas y admitirlo otra vez entre los fieles. A San Cornelio lo apoyaron San Cipriano desde África y todos los demás obispos de occidente. El gobierno del perseguidor Decio lo desterró de Roma y a causa de los sufrimientos y malos tratos que recibió, murió en el destierro, como un mártir.

San Cipriano. Siendo obispo de Cartago, murió mártir en el año 258, víctima de la violentísima persecución que el emperador Valeriano decretó contra la Iglesia Católica en el año 257. En este año, por edicto del emperador, todo aquel que profesara públicamente la fe cristiana, era condenado a sufrir la pena del destierro, mientras que la pena para el sacerdote u obispo que oficiara la ceremonia religiosa, era la muerte. A Cipriano le decretan en el año 157 pena de destierro, pero como donde quiera que vaya sigue celebrando ceremonias religiosas, en el año 258 le decretan pena de muerte. Se conservan las actas de la última audiencia que los jueces le hicieron para condenarlo al martirio. Son muy interesantes. Dicen así:

El juez: El emperador Valeriano ha dado órdenes de que no se permite celebrar ningún otro culto, sino el de nuestros dioses. ¿Usted, qué responde?

Cipriano: Yo soy cristiano y soy obispo. No reconozco a ningún otro Dios, sino al único y verdadero Dios que hizo el cielo y la tierra. A El rezamos cada día los cristianos. El 14 de septiembre una gran multitud de cristianos se reunió frente a la casa del juez. Este le preguntó al mártir: "¿Es usted el responsable de toda esta gente?

Cipriano: Si, lo soy.

El juez: El emperador le ordena que ofrezca sacrificios a los dioses.

Cipriano: No lo haré nunca.

El juez: Piénselo bien.

Cipriano: Lo que le han ordenado hacer, hágalo pronto. Que en estas cosas tan importantes mi decisión es irrevocable, y no va a cambiar.

El juez Valerio consultó a sus consejeros y luego dictó esta sentencia: “Ya que se niega a obedecer las órdenes del emperador Valeriano y no quiere adorar a nuestros dioses, y es responsable de que todo este gentío siga sus creencias religiosas, Cipriano: queda condenado a muerte. Le cortarán la cabeza con una espada”.

Al oír la sentencia, Cipriano exclamó: “¡Gracias sean dadas a Dios!”. Toda la inmensa multitud gritaba: “Que nos maten también a nosotros, junto con él”, y lo siguieron en gran tumulto hacia el sitio del martirio. Al llegar al lugar donde lo iban a matar Cipriano mandó regalarle 25 monedas de oro al verdugo que le iba a cortar la cabeza. Los fieles colocaron sábanas blancas en el suelo para recoger su sangre y llevarla como reliquias. El santo obispo se vendó él mismo los ojos y se arrodilló. El verdugo le cortó la cabeza con un golpe de espada. Esa noche los fieles llevaron en solemne procesión, con antorchas y cantos, el cuerpo del glorioso mártir para darle honrosa sepultura.

A los pocos días murió repentinamente el juez Valerio y pocas semanas después, el emperador Valeriano fue hecho prisionero por sus enemigos en una guerra en Persia y fue convertido en esclavo hasta su muerte. Esto nos demuestra que “de Dios nadie se ríe”.

El mensaje de santidad que nos dejan estos dos santos mártires son particularmente valiosos en nuestros días, en los que la Iglesia Católica es perseguida en forma violenta y sangrienta en numerosos países, principalmente en los países en donde dominan el Partido Comunista –China, Cuba, Venezuela, Corea del Norte, etc.- y en donde es mayoría el Islam –Irán, Arabia Saudita, Afganistán, etc.- y en los países en donde no es perseguida abiertamente, es perseguida por otros medios, como por ejemplo en los países de Occidente, en donde la masónica Organización de las Naciones Unidas declaró a la Iglesia Católica como “enemiga de la humanidad” por oponerse a lo que ellos declaran ser “derechos humanos”, que no son otra cosa que pecados humanos opuestos a la Ley de Dios. Al recordarlos en su día, les pidamos a estos santos mártires, Cornelio y Cipriano, que intercedan por nosotros, para que, si es voluntad divina, permanezcamos fieles hasta la muerte a la Santa Fe Católica, la Fe del Verdadero Dios Uno y Trino y de su Mesías, Cristo Dios.

 

jueves, 2 de septiembre de 2021

San Gregorio Magno

 



         Vida de santidad[1].

         San Gregorio I Magno, papa y doctor de la Iglesia, siendo monje ejerció de legado pontificio en Constantinopla y tiempo después fue elegido Romano Pontífice. Arregló problemas temporales y además atendió a los cuidados espirituales, mostrándose como verdadero pastor en el gobierno de la Iglesia, fomentando la vida monástica y propagando y reafirmando la fe en todas partes, para lo cual escribió muchas y célebres obras sobre temas morales y pastorales. En su papado se convirtió Inglaterra. Murió el doce de marzo del año 604.

         Mensaje de santidad.

         Dentro de su vasto legado de santidad, se encuentra un valioso aporte suyo a la doctrina católica del Purgatorio y de tal manera, que los protestantes suelen afirmar -sin el menor rigor histórico- que es un invento de San Gregorio Magno en la Edad Media[2]. Entre algunos ejemplos se encuentra el del conocido protestante anticatólico Dave Hunt, quien afirma lo siguiente: “En el Catolicismo, el “purgar” ocurre en un lugar llamado “purgatorio”, inventado por el Papa Gregorio el Grande en el año 593 DC”. Esta afirmación es falsa, puesto que la doctrina del Purgatorio se encuentra ya en las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, doctrina que luego es expuesta en el Catecismo de la Iglesia y también en los Concilios Ecuménicos. Entonces, la Iglesia, basada en las palabras de Nuestro Señor Jesucristo, define en el Catecismo la doctrina acerca del Purgatorio. Podemos preguntarnos cuál es el aporte del Papa Gregorio I Magno a esta doctrina y es una interpretación suya de Mateo 12, 32, en el que según el santo, hay una referencia implícita al purgatorio. Dice así el Papa San Gregorio Magno: “Tal como uno sale de este mundo, así se presenta al juicio. Pero se ha de creer que hay un fuego purificador para expiar las culpas leves antes del juicio. La razón para ello es que la Verdad afirma que si uno dice una blasfemia contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este siglo ni en el venidero. Con esta sentencia se da a entender que algunas culpas pueden perdonarse en este mundo y algunas en el otro, pues, lo que se niega respecto a unos, hay que comprender que se afirma en relación a otros. Sin embargo, tal como ya he dicho, se ha de creer que esto se refiere a pecados leves y de menor importancia”.

Por último, en el Catecismo se explica así, en su numeral 1030, la doctrina sobre el Purgatorio: “Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo”. Y en el 1031 dice: “La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cfr. DS 1304) y de Trento (cfr. DS 1820: 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1 Co 3, 15; 1 P 1, 7) habla de un fuego purificador: Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquél que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro (San Gregorio Magno, dial. 4, 39)”. Esto último es el aporte del Papa San Gregorio Magno a la doctrina católica sobre el Purgatorio, pero de ninguna manera es un invento de este santo, sino que es una realidad de la otra vida, revelada por el Hombre-Dios Jesucristo.