San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

miércoles, 29 de junio de 2022

Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo

 



La Iglesia celebra la institución, por parte de Cristo, del Papado, por medio de la elección de Simón Pedro como su Primer Vicario. La elección de Pedro para que ejerza el rol de su Vicario en la tierra, por parte del Hombre-Dios Jesucristo, se fundamenta en sus palabras: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16, 18). Cristo es la Cabeza de la Iglesia y quien ejerce de su Vicario para su Cuerpo Místico que es la Iglesia, es el Apóstol Pedro: en Pedro, el Papa, la Iglesia Católica se consolida como Una, Santa y Apostólica. Llamado también “Obispo de Roma”, el Papa es Pastor de toda la Iglesia y tiene participada por Cristo, la potestad plena, suprema y universal[1] del Sacerdocio Ministerial, potestad que se deriva del Sumo y Eterno Sacerdote Jesucristo, sin el cual ni el Papa, ni los obispos, ni los sacerdotes, tienen razón de ser y existir.

Por esta razón, el Papa, Sucesor de Pedro y Vicario de Cristo en la tierra, es principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, así de los obispos como de la multitud de fieles. La unidad de la Iglesia se concentra, por así decirlo, en la fe y en la figura del Papa, siempre y cuando el Papa permanezca en la fe católica, en la fe en Jesucristo como Segunda Persona de la Trinidad, encarnada en la Humanidad Santísima de Jesús de Nazareth. Si algún Papa se apartara de esta Fe, que es la Verdad acerca de Jesucristo, entonces ese Papa estaría fuera de la Iglesia Católica. Hay que observar que Nuestro Señor Jesucristo le concede el título de Vicario Suyo, esto es, de Papa, solo después de la triple confesión de Pedro y luego de que Pedro afirmara que Jesús es el Hijo de Dios y el Mesías enviado por Dios Uno y Trino; solo después que Pedro confesara que Cristo tiene “palabras de vida eterna” y esas palabras de vida eterna no las podría tener Cristo si Cristo no fuera Dios, como lo Es. Por lo tanto, al confesar que Jesús tiene “palabras de vida eterna” y que es el “Hijo de Dios” y el Mesías, Pedro está profesando la Santa Fe Católica acerca de Dios, del Mesías y de la Iglesia: acerca de Dios, porque confiesa que Cristo es Dios, es el Hijo de Dios, con lo cual lo señala como la Segunda Persona de la Santísima Trinidad; acerca del Mesías, porque es Cristo el Único Mesías, el Único Cordero que ha de ser inmolado en el Ara Santa de la Cruz para la salvación de los hombres; acerca de la Iglesia, porque al confesar que Cristo es Dios, él, el Papa, se convierte en representante visible de la Cabeza que es Cristo, al mismo tiempo que unifica en él al Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia Católica.

“Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Mesías”, le dice Pedro, el Papa, a Cristo, y esta es nuestra fe católica, el reconocer en Cristo Jesús al Hijo de Dios encarnado. Jamás debemos apartarnos de esta fe, porque si tuviéramos la desgracia de apartarnos de esta fe, nos estaríamos apartando de la Santa Fe Católica, por eso es que hay que pedir, como una gracia, todos los días, la perseverancia en la fe y en las buenas obras, para salvar el alma. Por último, parafraseando a Pedro, nosotros, en la misma fe de Pedro, le decimos a Jesús en la Eucaristía: “Jesús Eucaristía, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Mesías; Tú en la Eucaristía eres el Dios del sagrario, que estás con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.

martes, 21 de junio de 2022

Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

 



En cuanto a la historia de la devoción al Sagrado Corazón, hay quienes la hacen remontar al Viernes Santo, cuando en el Calvario el Sagrado Corazón de Jesús fue traspasado por la lanza, haciendo brotar el contenido del Sagrado Corazón, Sangre y Agua, los cuales se derraman sobre las almas a través de los sacramentos[1]. Si bien esto es así, podríamos agregar que la devoción al Corazón de Jesús comienza en el momento mismo de la Encarnación, porque es ahí en donde el Corazón de Dios Uno y Trino se une al Corazón humano de Jesús de Nazareth, aunque en ese momento estaba todavía en estado incluso pre-embrional, porque en el momento de la Encarnación del Verbo, Jesús era solo una célula humana, sin los órganos embrionarios desarrollados, como sucede con todo embrión humano. Recordemos que en el caso de Jesús, puesto que San José no era su padre biológico, sino su padre adoptivo, los cromosomas humanos pertenecientes al padre, fueron creados en el instante mismo en que se encarnó el Hijo de Dios. Desde la Encarnación del Verbo, entonces, comienza la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

Luego de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, muchos Padres de la Iglesia, tales como San Ambrosio, San Juan Crisóstomo, San Agustín, entre otros, ya manifestaban una gran devoción por el Sagrado Corazón, mencionando en sus textos a la Sagrada Llaga del costado de Jesús y a la Sangre y Agua que brotaron de su corazón. Posteriormente, sin fijar una devoción concreta, varios santos honraban devotamente al Corazón y las llagas de Cristo: San Buenaventura, San Bernardo de Claraval, Santa Clara, Santa Gertrudis, Beato Enrique Suso, San Francisco de Sales, Santa Catalina de Siena, Santa Teresa de Ávila y San Pedro Canisio. Sin embargo, la difusión y la propagación del culto público al Corazón de Jesús se origina como verdadera devoción con las revelaciones místicas de Santa Margarita María Alacoque. En las apariciones de Fátima, en año 1917, el ángel y la Virgen enseñaron a los niños a rezar y responder a los designios de los Corazones de Jesús y María. Es a partir de las apariciones de Fátima que la devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y María se extendió por toda la Iglesia.

El origen más importante de la devoción es sin duda, Santa Margarita María Alacoque de la Orden de la Visitación de Santa María, a quien Jesús se le apareció y le reveló que quienes oraran con devoción al Sagrado Corazón, recibirían gracias y favores divinos. Jesús la llama a que le consuele en el dolor que le causan las almas ingratas. En la Primera revelación, el 27 de diciembre de 1673, le pide la Comunión de los primeros viernes; en la Segunda revelación, en 1674, le pide que se honre su Corazón de carne y promete a los que le honren gracias muy especiales; en la Tercera revelación, en 1674, Jesús le confiesa: “Tengo sed, una sed ardiente de ser amado de los hombres en el Sacramento del Amor…” y el Sacramento del Amor es la Eucaristía y es por eso que Jesús nos está diciendo que su Corazón está vivo, resucitado, glorioso, lleno del Amor de Dios, en la Eucaristía. En el año 1675 le pide que se establezca la Fiesta a su Corazón, honrándolo con la Comunión y consagración a Él.

Además de estas revelaciones, el Sagrado Corazón de Jesús promete Doce inmensas gracias para quienes lo honren y lo adoren. Estas Doce promesas son: “1. A las almas consagradas a mi Corazón, les daré las gracias necesarias para su estado. 2. Daré la paz a las familias. 3. Las consolaré en todas sus aflicciones 4. Seré su amparo y refugio seguro durante la vida, y principalmente en la hora de la muerte. 5. Derramaré bendiciones abundantes sobre sus empresas. 6. Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia. 7. Las almas tibias se harán fervorosas. 8. Las almas fervorosas se elevarán rápidamente a gran perfección. 9. Bendeciré las casas en que la imagen de mi Sagrado Corazón esté expuesta y sea honrada. 10. Daré a los sacerdotes la gracia de mover los corazones empedernidos. 11. Las personas que propaguen esta devoción, tendrán escrito su nombre en mi Corazón y jamás será borrado de él. 12. A todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes continuos, el Amor omnipotente de mi corazón les concederá la gracia de la perseverancia final”.

Para poder recibir estas promesas del Sagrado Corazón, hay que tener disposiciones espirituales, como por ejemplo: recibir sin interrupción la Sagrada Comunión durante nueve primeros viernes consecutivos;  tener la intención de honrar al Sagrado Corazón de Jesús y de alcanzar la perseverancia final; ofrecer cada Sagrada Comunión como un acto de expiación por las ofensas cometidas contra el Santísimo Sacramento. Por último, podemos honrar todos los días al Sagrado Corazón, de dos maneras distintas: una, es usando el “Detente”[2] -se le conoce también como el “Pequeño Escapulario del Sagrado Corazón”, aunque no es, en el sentido lingüístico un escapulario- que es un emblema o símbolo que usualmente se lleva sobre el pecho, con la imagen del Sagrado Corazón: el significado es que es propio de quien ama llevar consigo un signo de su amado y en este caso, el Detente es un signo visible de nuestro amor al Sagrado Corazón de Jesús y de la infinita confianza en su protección contra las acechanzas del maligno. Le decimos “detente”, en nombre de Jesús, al demonio y a toda maldad.

         La otra forma de honrar y adorar al Sagrado Corazón es el recibirlo, en Persona, en la Sagrada Eucaristía, por supuesto que siempre en estado de gracia santificante. La historia al Sagrado Corazón continúa, entonces, cada día de la vida de la Iglesia y de los bautizados y continuará por toda la eternidad, con la Iglesia, Esposa Mística del Cordero, adorando al Sagrado Corazón de Jesús por los siglos sin fin.

 



[1] https://www.uco.edu.co/seguimosconectados/SiteAssets/MODULO-II.pdf

[2] https://www.youtube.com/watch?v=5PwS6lUsXXk; el origen del Detente se encuentra en las apariciones del Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque. En carta dirigida por ella a la Madre Saumaise el 2 de marzo de 1686 en la que le dice: “Él (Jesús) desea que usted mande a hacer unas placas de cobre con la imagen de su Sagrado Corazón para que todos aquellos que quisieran ofrecerle un homenaje las pongan en sus casas, y unas pequeñas para llevarlas puestas.” (Vida y Obras, vol. II, p.306, nota). INDULGENCIA El Papa Pío IX le concedió en el año 1872, una indulgencia de 100 días una vez al día a todos los fieles que usaran alrededor de sus cuellos este emblema piadoso y rezaran un Padre Nuestro, Ave María y Gloria. (Preces et pia opera, n. 219).

miércoles, 8 de junio de 2022

El Sagrado Corazón es el Corazón de la Iglesia

 



         En el cuerpo humano los órganos se dividen en vitales y no vitales; dentro de los órganos vitales –se llaman así porque sin ellos no hay vida en el cuerpo-, el primero de todos es el corazón. El corazón entonces es el órgano vital por excelencia, porque sin el corazón no podemos vivir, ya que  el corazón bombea la sangre, que contiene oxígeno y nutrientes, a todos los miembros del cuerpo y así los otros órganos y el cuerpo entero, viven gracias al corazón que les concede la vida por medio de la sangre. El corazón es un órgano vital porque sin el corazón, no hay vida en el cuerpo.

         En la Iglesia Católica sucede de la misma manera: hay un corazón que da vida a la Iglesia y ese Corazón es el Sagrado Corazón de Jesús, que está en la Eucaristía. A los ojos del cuerpo, la Eucaristía parece un trocito de pan, pero en la realidad, es el Sagrado Corazón de Jesús, que nos da su vida, que es la vida divina, la vida de Dios Trinidad. En la Eucaristía late el Sagrado Corazón de Jesús, vivo, glorioso, resucitado, lleno de la vida de Dios. Por eso, cuando comulgamos, no comulgamos un pedacito de pan, sino al Sagrado Corazón de Jesús y el Sagrado Corazón de Jesús nos da todo lo que Él contiene en su interior: su Sangre Preciosísima y con su Sangre, su Vida divina, la vida de Dios; nos concede su fortaleza, su paz, su alegría. Por eso, comulgar, recibir al Sagrado Corazón en nuestras almas, es lo mejor que nos puede pasar en la vida. Hay quienes piensan que lo mejor en la vida es tener dinero, o ser famoso, o recibir el aplauso de los demás, pero eso no es lo más hermoso de la vida: lo más hermoso de la vida es recibir al Sagrado Corazón de Jesús, que late, vivo, glorioso y resucitado, en la Eucaristía.

         Honremos al Sagrado Corazón, entronizando su imagen en nuestras casas y familias, pero también lo adoremos en la Eucaristía y, una vez que lo recibamos, lo entronicemos y lo adoremos en nuestros corazones.

jueves, 2 de junio de 2022

Las tres armas para la lucha espiritual que nos revela el Sagrado Corazón

 



En una de las Apariciones, el Sagrado Corazón le reveló a Santa Margarita cuáles eran las tres armas espirituales necesarias en la lucha que el alma debía emprender para lograr la purificación y la transformación[1] en otro cristo.

Estas armas son: la primera, una conciencia delicada y un profundo odio y dolor ante la más pequeña falta. La “conciencia delicada” se refiere a que el alma debe tener siempre presente que la Trinidad Santísima inhabita en el alma en gracia y por eso, una pequeña falta, es una pequeña falta cometida ante la Presencia de Dios. Una vez, que Margarita había cometido una falta, le dijo así Jesús: “Sabed que soy un Maestro santo y enseño la santidad. Soy puro, y no puedo sufrir la más pequeña mancha. Por lo tanto, es preciso que andes en mi presencia con simplicidad de corazón en intención recta y pura. Pues no puedo sufrir el menor desvío, y te daré a conocer que si el exceso de mi amor me ha movido a ser tu Maestro para enseñarte y formarte en mi manera y según mis designios, no puedo soportar las almas tibias y cobardes, y que si soy manso para sufrir tus flaquezas, no seré menos severo y exacto en corregir tus infidelidades”. Esto nos hace ver que nada escapa a la Omnisciencia de Dios, ni siquiera el más ligero pensamiento y es por eso que debemos estar en la Presencia de Dios, todos los días, todo el día, sabiendo que Él lee nuestros más íntimos pensamientos y los conoce, aun antes de que los formulemos. Santa Margarita confiesa que nada le dolía más a ella que ver que Jesús se había incomodado por ella, a causa de estas pequeñas faltas y que para reparar, pedía a su superiora alguna penitencia, porque Jesús se contentaba con las penitencias impuestas por la obediencia, no por las penitencias auto-impuestas.

La segunda arma espiritual que le revela el Sagrado Corazón es la santa obediencia. Dice Santa Margarita que Jesús la reprendía cuando faltaba a la obediencia, ya sea a sus superiores o a la regla del convento. Jesús no puede soportar a un alma rebelde, sobre todo cuando esa alma rebelde es un religioso, porque el religioso se debe a la santa obediencia. Si ella llegaba a contestar mínimamente a sus superiores ante una orden dada, Jesús la corregía y así una vez le dijo: “Te engañas creyendo que puedes agradarme con esa clase de acciones y mortificaciones en las cuales la voluntad propia, hecha ya su elección, más bien que someterse, consigue doblegar la voluntad de las superioras. ¡Oh! yo rechazo todo eso como fruto corrompido por el propio querer, el cual en un alma religiosa me causa horror, y me gustaría más verla gozando de todas sus pequeñas comodidades por obediencia, que martirizándose con austeridades y ayunos por voluntad propia”. Lo que nos enseña Jesús es que la obediencia al superior es más valiosa para Él que la voluntad propia, porque por la obediencia, la voluntad se humilla y así lo imita a Él, que por nosotros se humilló en la Cruz, mientras que si hace la voluntad propia, de esa manera imita al Ángel caído, que por hacer su propia voluntad, de ángel se convirtió en demonio.

La tercera arma que revela el Sagrado Corazón es el amor a la Santa Cruz, porque por la Cruz, se llega al Cielo. Es por esa razón que recibir una Cruz es recibir un anticipo del Cielo, mientras que rechazar la Cruz es rechazar el Cielo. Una vez la santa tuvo la siguiente experiencia: después de recibir la comunión, se hizo presente ante los ojos de ella una gran cruz, cuya extremidad no podía ver; estaba la cruz toda cubierta de flores. Y el Señor le dijo: “He ahí el lecho de mis castas esposas, donde te haré gustar las delicias de mi amor; poco a poco irán cayendo esas flores, y solo te quedarán las espinas, ocultas ahora a causa de tu flaqueza, las cuales te harán sentir tan vivamente sus punzadas, que tendrás necesidad de toda la fuerza de mi amor para soportar el sufrimiento”. Esto nos enseña que la Cruz no es un lecho de rosas y que si el alma desea configurarse a Cristo, debe estar dispuesta a padecer, espiritual y moralmente y, si fuera voluntad de Dios, incluso físicamente, de manera tal que la configuración con Cristo sea perfecta. Se equivoca el cristiano que piensa que la Cruz, el única camino que conduce al Cielo, es un lecho de flores, porque no lo es; es el lugar en el que alma, unida a Cristo, participa de su Pasión y se configura con Él. Es por eso que Jesús permitió que Santa Margarita sufriera numerosas pruebas, humillaciones e injurias, incluso de sus superioras, sobre todo en su paso por la enfermería como ayudante de enfermería: allí la enfermera, Sor Catalina Marest, que era una excelente religiosa, la hacía sufrir mucho, porque era muy exigente. Al recordar su paso por la enfermería, escribía: “Solo Dios sabe lo que tuve que sufrir allí”. De esta manera, Jesús le comunicaba y la hacía partícipe de una pequeña parte de sus angustias en Getsemaní, en donde Jesús experimentó, literalmente, todo el dolor de la humanidad, para así redimirlo con su Sangre. Por último, Santa Margarita le dijo a Jesús: “Nada quiero sino tu Amor y tu Cruz, y esto me basta para ser Buena Religiosa, que es lo que deseo”. Estas tres armas espirituales, la conciencia delicada del alma que sabe que está ante la Presencia de la Trinidad; la santa obediencia a los superiores –cada uno según su estado- y el amor a la Santa Cruz, son las armas espirituales que debe utilizar todo cristiano, sin importar si es o no es religioso, si quiere configurar su corazón al Sagrado Corazón de Jesús.

 

miércoles, 1 de junio de 2022

La devoción al Sagrado Corazón, camino seguro de santidad

 



Si alguien tiene devoción al Sagrado Corazón de Jesús, ¿obtiene algún beneficio espiritual? En rigor de verdad, el Sagrado Corazón de Jesús debería ser amado, adorado y glorificado por todos los hombres, independientemente del beneficio espiritual que esta devoción pudiera dar, pero aun así, la devoción al Sagrado Corazón constituye, para el alma, una fuente de gracia infinita. Para responder a la pregunta inicial, respecto al alcance y a los frutos de esa devoción, dice así Santa Margarita María: “No hay camino más corto ni más seguro para la perfección de que consagrarse al divino Corazón, prestándole todos los homenajes de amor, honra, alabanza y adoración de que somos capaces. Creo que, en la vida espiritual no existe devoción más propia para que en breve plazo se pueda llevar un alma a la santidad, y hacerla experimentar la verdadera felicidad, que en el servicio del Corazón de Jesús”[1].

Un hecho sucedido en la primera aparición, el 27 de diciembre de 1673 a Santa Margarita María, nos da una idea de la grandeza de la devoción al Sagrado Corazón. La santa se encontraba, como de costumbre, arrodillada ante el Señor en el Santísimo Sacramento expuesto en la capilla. Ella lo cuenta así[2]: “Estando yo delante del Santísimo Sacramento me encontré toda penetrada por Su divina presencia. El Señor me hizo reposar por muy largo tiempo sobre su pecho divino, en el cual me descubrió todas las maravillas de su amor y los secretos inexplicables de su Corazón Sagrado. Él me dijo:Mi Divino Corazón está tan apasionado de Amor a los hombres (…) que, no pudiendo contener en él las llamas de su ardiente caridad, es menester que las derrame para enriquecerlos con (…) las gracias santificantes necesarias para apartarlos del abismo de perdición. Te he elegido como un abismo de indignidad y de ignorancia, a fin de que sea todo obra mía”. Aquí vemos cómo el Sagrado Corazón derrama gracias abundantes sobre sus devotos, para que estos no caigan en el Infierno eterno, en el fuego del Infierno y para eso es que los envuelve con el Fuego de su Sagrado Corazón. Por otra parte, si Santa Margarita, siendo santa como era, es llamada por Jesús “abismo de indignidad e ignorancia”, cada uno de nosotros, que nos consideramos devotos del Sagrado Corazón, debemos considerarnos, mínimamente, cien veces más indignos e ignorantes del Amor de Dios, que Santa Margarita y esto para que no caigamos en la soberbia de creernos mejores que los demás porque somos devotos del Sagrado Corazón.

Continúa Santa Margarita: “Luego, me pidió el corazón, el cual yo le suplicaba tomara y lo cual hizo, poniéndome entonces en el suyo adorable, desde el cual me lo hizo ver como un pequeño átomo que se consumía en el horno encendido del suyo, de donde lo sacó como llama encendida en forma de corazón, poniéndolo a continuación en el lugar de donde lo había tomado, diciéndome al mismo tiempo: “He ahí, mi bien amada, una preciosa prenda de mi amor, que encierra en tu costado una chispa de sus más vivas llamas, para que te sirva de corazón y te consumas hasta el último instante y cuyo ardor no se extinguirá ni enfriará. De tal forma te marcaré con la Sangre de mi Cruz, que te reportará más humillaciones que consuelos. Y como prueba de que la gracia que te acabo de conceder no es nada imaginario, aunque he cerrado la llaga de tu costado, te quedará para siempre su dolor y, si hasta el presente solo has tomado el nombre de esclava mía, ahora te doy el de discípula muy amada de mi Sagrado Corazón”. Aquí podemos ver cómo el devoto del Sagrado Corazón, lejos de tener la vida terrena sin problemas ni dificultades, es hecho partícipe de la Pasión del Señor, de distintas maneras, de forma que, si no tiene dolor físico, puede tener un dolor moral o espiritual, que lo hace participar de los dolores de Jesús. Una idea equivocada de los cristianos es que, por ser cristiano, o por hacer alguna oración distraída de vez en cuando, ya se encuentra libre de todas las aflicciones y padecimientos de esta vida terrena, cuando en realidad el sufrimiento y el padecimiento, del orden que sea, nos enseña el Sagrado Corazón, es una participación a su Pasión redentora.

Por último, si el don que Jesús le hace a Santa Margarita, de convertir su corazón humano en una chispa de su Sagrado Corazón, que arde envuelto en las llamas del Divino Amor y así le demuestra su gran amor por ella, mucho más Amor nos demuestra a quien, por la Misericordia Divina, recibe no una chispa de las llamas del Sagrado Corazón, sino al Sagrado Corazón en su totalidad, en cada comunión eucarística, en estado de gracia. Acudamos al Sagrado Corazón Eucarístico, siempre en estado de gracia, para recibir al Corazón de Dios, envuelto en las llamas del Divino Amor, el Espíritu Santo.