San Gregorio Magno
Vida de santidad[1],.
Nació
en Roma alrededor del año 540. A los treinta y cuatro años, el emperador
Justino lo nombró, en el año 574, magistrado principal de Roma. San Gregorio
Magno es el cuarto y último de los Doctores de la Iglesia Latina. Defendió la
supremacía del Papa y trabajó por la reforma del clero y la vida monástica. Además,
combatió la herejía nestoriana, que se caracterizaba por colocar en Nuestro
Señor Jesucristo una dualidad de personas, divina y humana, lo cual es
contraria a la doctrina católica. Ingresó en el monasterio a los treinta y
cinco años y fue nombrado legado pontificio en Constantinopla. Fue escogido
unánimemente Papa por los sacerdotes y el pueblo el 3 de septiembre del año 590,
ejerciendo su cargo como verdadero pastor tanto en su modo de gobernar como en
la propagación y consolidación de la fe. Mantenía contacto con todas las
iglesias y a pesar de las dificultades que se presentaron, contribuyó con magníficas
obras que embellecieron a la Liturgia de la Misa y al Oficio, además de
escribir obras sobre teología moral y dogmática. Murió el 12 de Marzo del año 604.
Mensaje de santidad.
Dentro de su vasto mensaje de santidad, se encuentra uno
de sus escritos, llamado “Cristo, el buen pastor”[2], en el que reflexiona
sobre el párrafo en el que el Señor Jesús se llama a Sí mismo “Buen Pastor”. Dice
así San Gregorio Magno, citando a Nuestro Señor Jesucristo: “Yo soy el buen
Pastor, que conozco a mis ovejas, es decir, que las amo, y las mías me
conocen. Habla, pues, como si quisiera dar a entender a las claras: “los que
aman vienen tras de mí”. Pues el que no ama la verdad es que no la ha conocido
todavía”. Para San Gregorio Magno, el lenguaje en el que hablan el Buen Pastor
Jesucristo y sus ovejas y el lenguaje que demuestra que el Buen Pastor y sus
ovejas se entienden, es el Amor: “los que me aman, vienen tras de Mí”.
Por
eso después, más adelante, en el mismo escrito, dice San Gregorio Magno: “Acabáis
de escuchar, queridos hermanos, el riesgo que corren los pastores; calibrad
también, en las palabras del Señor, el que corréis también vosotros. Mirad si
sois, en verdad, sus ovejas, si le conocéis, si habéis alcanzado la luz de su
verdad. Si le conocéis, digo, no sólo por la fe, sino también por el amor; no
sólo por la credulidad, sino también por las obras. Porque el mismo Juan
evangelista, que nos dice lo que acabamos de oír, añade también: Quien
dice: “Yo le conozco”, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso”. Es
decir, aquí San Gregorio Magno advierte a los pastores de almas que no basta
conocer al Señor por la fe, sino también por las obras y las obras son obras de
misericordia, obras de amor misericordioso, porque quien no obra la
misericordia, se engaña a sí mismo y engaña a los demás si dice que conoce al Señor
Jesús, pero no obra en el amor de misericordia; quien dice: “Yo le conozco”,
pero no es misericordioso, es un mentiroso, dice San Gregorio Magno, basándose
en las Sagradas Escrituras y aquí vemos la gran importancia de las obras de
misericordia, tanto espirituales como corporales.
Luego
continúa San Gregorio Magno: “Por ello dice también el Señor en el texto que
comentamos: “Igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre, yo doy mi vida
por las ovejas. Como si dijera claramente: “La prueba de que conozco al Padre y
el Padre me conoce a mí está en que entrego mi vida por mis ovejas; es decir,
en la caridad con que muero por mis ovejas, pongo de manifiesto mi amor por el
Padre”. San Gregorio Magno cita al mismo Jesús,
quien no solo dice de palabras que ama, sino que da Él mismo el ejemplo de cómo
amar al extremo, entregando su propia vida en la cruz, por amor al Padre y también,
por lo tanto, por amor a los hombres, en obediencia al Padre por amor, y para
la salvación de los hombres, por amor. Es decir, Nuestro Señor Jesucristo da el
supremo ejemplo de amor al sacrificar su vida en la cruz, por amor al Padre y
por amor a los hombres y es así como los hombres debemos imitar a Nuestro Señor
Jesucristo, no quedándonos en meras palabras y no amando con cosas superfluas,
sino al extremo de dar la vida, como lo hizo Nuestro Señor Jesucristo, según
nos enseña San Gregorio Magno.
Por
último, San Gregorio Magno nos recuerda cuál es el premio que el mismo Jesucristo,
Sumo Pastor, Pastor Eterno y Buen Pastor, tiene reservado para quien lo imita
en el dar la vida por amor, tal como lo hizo Él en la cruz y es la vida eterna,
la visión beatífica de la Trinidad en el Reino de los cielos: “Y de nuevo
vuelve a referirse a sus ovejas diciendo: Mis ovejas escuchan mi voz, y yo
las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna. Y un poco antes
había dicho: Quien entre por mí se salvará, y podrá entrar y salir, y
encontrará pastos. O sea, tendrá acceso a la fe, y pasará luego de la fe a la
visión, de la credulidad a la contemplación, y encontrara pastos en el eterno
descanso. Sus ovejas encuentran pastos, porque quienquiera que siga al Señor
con corazón sencillo se nutrirá con un alimento de eterno verdor. ¿Cuáles son,
en efecto, los pastos de estas ovejas, sino los gozos eternos de un paraíso
inmarchitable? Los pastos de los elegidos son la visión del rostro de Dios, con
cuya plena contemplación la mente se sacia eternamente. Busquemos, por tanto,
hermanos queridísimos, estos pastos, en los que podremos disfrutar en compañía
de tan gran asamblea de santos. El mismo aire festivo de los que ya se alegran
allí nos invita. Levantemos, por tanto, nuestros ánimos, hermanos; vuelva a
enfervorizarse nuestra fe, ardan nuestros anhelos por las cosas del cielo,
porque amar de esta forma ya es ponerse en camino. Que ninguna adversidad pueda
alejarnos del júbilo de la solemnidad interior, puesto que cuando alguien desea
de verdad ir a un lugar, las asperezas del camino, cualesquiera que sean, no
pueden impedírselo. Que tampoco ninguna prosperidad, por sugestiva que sea, nos
seduzca, que, ante el espectáculo de una campiña atractiva en medio de su
viaje, se olvida de la meta a la que se dirigía”. Nos advierte San Gregorio
Magno que ninguna prosperidad material, por brillante, colorida, atractiva y
seductora que parezca, nos aparte del camino de la Cruz, el Camino del
Calvario, el único Camino que nos conduce a las Praderas Eternas del Reino de
los cielos, las Praderas que nos conducen a las Mansiones del Padre de Jesús,
al que llegamos si el Espíritu Santo nos sube a la Cruz y por la Cruz, al seno
del Padre en el Reino del Cielo.
[1] https://es.catholic.net/op/articulos/31837/gregorio-magno-santo.html
; https://www.corazones.org/santos/gregorio_magno.htm
[2] De las homilías de san Gregorio
Magno, papa, sobre los evangelios
Homilía 14, 3-6.