San Bernardo de Claraval escribió una frase en un sermón, en
el que condensa el Evangelio de Jesucristo: “Amo porque amo, amo por amar”[1]. En
efecto, el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo se basa en el Amor, en la
caridad, porque “Dios es Amor” (1 Jn 4, 8), y todo lo que hace Dios Uno y Trino, lo hace movido
por el Amor: no hay otro motor en Él que no sea el Amor. Por lo tanto, todo el
misterio pascual de Jesucristo, desde la Encarnación, hasta su Pasión, Muerte y
Resurrección, está impregnado por el Amor, pero no por un amor humano, sino
por el Amor Divino, que es el Amor de Dios Uno y Trino, el Amor que une a las
Tres Divinas Personas desde la Eternidad, el Espíritu Santo: es el Amor que el
Padre espira al Hijo y que el Hijo espira al Padre; es el Amor tan
absolutamente perfecto, que constituye a una Persona, la Tercera de la
Trinidad, el Espíritu Santo. Y es este Amor, tan absolutamente perfecto, tan
admirablemente santo, que une a las Tres Divinas Personas desde la eternidad,
el que lleva a las Tres Personas a obrar la Redención, la obra de la salvación
de la humanidad. Cuando contemplamos la
Encarnación de la Palabra de Dios en el seno virginal de la Madre de Dios,
cuando contemplamos el Nacimiento virginal del Verbo Eterno hecho Niño, cuando
contemplamos la Pasión del Hombre-Dios, cuando contemplamos todos y cada uno de
los misterios del Hombre-Dios, estamos contemplando el desplegarse de ese Amor
Eterno en el tiempo y en la historia, que lo único que quiere es donársenos a
todos y cada uno de nosotros, sin reservas, con toda la plenitud del Ser
trinitario divino, para que nos gocemos de Él, en nuestro tiempo terreno y,
luego de nuestra muerte, por toda la eternidad. Por eso dice San Bernardo de
Claraval, en su sermón citado, que cuando la creatura responde con su amor
humano, creatural, al Amor divino, aun cuando su amor sea muy pequeño, Dios se
da por satisfecho, porque el amor es lo único con lo cual puede la creatura
corresponderle a Dios –o “pagarle”, si podría caber el término, aunque la deuda
en este caso es infinita y por lo tanto imposible de saldar-. Dice así San
Bernardo: “Amo porque amo, amo por amar. (…) Entre todas las mociones, sentimientos y afectos del alma, el
amor es lo único con lo que la criatura puede corresponder a su Creador, aunque en
un grado muy inferior, lo único con lo que puede restituirle algo semejante a lo
que él le da. En efecto, cuando Dios ama, lo único que quiere es ser amado: si
él ama, es para que nosotros lo amemos a él, sabiendo que el amor mismo hace
felices a los que se aman entre sí (…)”[2].
Luego, San Bernardo se pregunta si, sabiendo la creatura que
su amor creatural es pequeñísimo, comparado con el de Dios, no sentirá que su
amor no vale nada y que por lo tanto “no tiene ningún valor ni eficacia su
deseo nupcial”[3],
y responde que no, porque –dice San Bernardo- “siempre en el caso de que se
tenga por cierto que el Verbo es el primero en amar al alma, y que la ama con
mayor intensidad (…) aunque la criatura, por ser inferior, ama menos, con todo,
si ama con todo su ser, nada falta a su amor, porque pone en juego toda su
facultad de amar. Por ello, este amor total equivale a las bodas místicas,
porque es imposible que el que así ama sea poco amado, y en esta doble
correspondencia de amor consiste el auténtico y perfecto matrimonio”[4].
“Amo
porque amo, amor por amar”. Por último, no olvidemos que, por el misterio de la
liturgia eucarística, el Amor de Jesús, de su Sagrado Corazón Eucarístico,
continúa donándose en cada eucaristía; no olvidemos que en cada Eucaristía está
Jesús con su Sagrado Corazón Eucarístico, envuelto en las llamas del Amor
Divino, deseoso de hacer arder en el Amor de Dios a todo aquel que quiera
recibir su Amor; no olvidemos que en la Eucaristía está vivo y Presente,
glorioso y resucitado Aquél que dijo: “He venido a traer fuego sobre la tierra,
¡y cómo quisiera ya verlo ardiendo!”[5]. A
ese Fuego de Amor que se nos ofrece en cada Eucaristía, entonces, le digamos, en
el momento de la comunión, junto con San Bernardo de Claraval: “Jesús
Eucaristía, Te amo porque te amo, te amo por amar”.
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