San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

lunes, 18 de noviembre de 2019

Santa Cecilia, virgen y mártir


Santa Cecilia
          Vida de santidad[1].

          Una tradición muy antigua dice que pertenecía a una de las principales familias de Roma, que acostumbraba vestir una túnica de tela muy áspera y que había consagrado a Dios su virginidad. Sus padres la comprometieron en matrimonio con un joven llamado Valeriano, pero Cecilia le dijo a éste que ella había hecho voto de virginidad y que si él quería ver al ángel de Dios debía hacerse cristiano. Valeriano se hizo instruir por el Papa Urbano y fue bautizado. Luego entre Cecilia y Valeriano convencieron a Tiburcio, el hermano de éste, y lograron que también se hiciera cristiano.
Las historias antiguas dicen que Cecilia veía a su ángel de la guarda. El alcalde de Roma, Almaquio, había prohibido sepultar los cadáveres de los cristianos. Pero Valeriano y Tiburcio se dedicaron a sepultar todos los cadáveres de cristianos que encontraban y ése fue el motivo por el que los arrestaron. Al ser llevados ante el alcalde, éste les ordenó que declararan que adoraban a Júpiter, pero ellos le dijeron que únicamente adoraban al verdadero Dios del cielo y a su Hijo Jesucristo, Dios Hijo encarnado y que por lo tanto no estaban dispuestos, de ninguna manera, a adorar a ídolos. Ante su negativa de adorar a ídolos paganos, fueron entonces ferozmente azotados y luego les dieron muerte. Los dos santos mártires animaban a los demás cristianos de Roma a sufrir con gusto todos los horrores, con tal de no ser infieles a la santa religión, es decir, preferían toda clase de martirios y castigos, antes que renegar de la fe en Jesucristo Dios.
Luego de los dos mártires, fue arrestada Santa Cecilia, a quien también le exigieron que renunciara a la religión de Cristo y que desconociera a Cristo como Dios. Pero la santa, ante el asombro de todos, declaró firmemente que prefería la muerte antes que renegar de la verdadera religión y traicionar a Jesús. Entonces fue llevada junto a un horno caliente para tratar de sofocarla con los terribles gases que salían de allí, pero en vez de asfixiarse ella cantaba gozosa alabanzas a Cristo y a la Trinidad –por esta razón es que fue nombrada patrona de los músicos-. Al comprobar que con este martirio no podían acabar con ella, el cruel Almaquio mandó que le cortaran la cabeza. La santa, antes de morir le pidió al Papa Urbano que convirtiera su hermosa casa en un templo para orar, y así lo hicieron después de su martirio. Antes de morir, había repartido todos sus bienes entre los pobres. En 1599 permitieron al escultor Maderna ver el cuerpo incorrupto de la santa y él fabricó una estatua en mármol de ella, muy hermosa, la cual se conserva en la iglesia de Santa Cecilia en Roma. Está acostada de lado y parece que habla; además, tiene en su mano derecha extendidos los dedos pulgar, índice y medio, y doblados el anular y el meñique, indicando con esto a la Santísima Trinidad: esto quiere decir que aun después de muerta, la santa seguía confesando a Dios Uno y Trino como al Único y verdadero Dios y a Jesucristo como Dios Hijo encarnado y Salvador del mundo.

          Mensaje de santidad.

          En estos tiempos tan difíciles en los que vivimos, llenos de confusión y de traiciones encubiertas y explícitas a Cristo Dios y a la Santa Religión Católica, es preciso que miremos al ejemplo de Santa Cecilia y que le pidamos su intercesión para estar dispuestos a dar la vida antes que renegar de Jesucristo y adorar a ídolos paganos como la Pachamama, el Gauchito Gil, la Difunta Correa, San La Muerte y tantos otros ídolos demoníacos más. Le digamos así a Santa Cecilia: “Santa Cecilia bendita, dile a Dios que también nosotros prefiramos mil muertes antes que ser infieles a nuestra santa religión Católica, Apostólica y Romana”.

Santa Isabel de Hungría


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          Vida de santidad[1].

A los 15 Isabel años fue dada en matrimonio por su padre el Rey de Hungría al príncipe Luis VI de Turingia, con el cual tuvo tres hijos. Se amaban tan intensamente que ella llegó a exclamar un día: “Dios mío, si a mi esposo lo amo tantísimo, ¿Cuánto más debiera amarte a Ti?”. Su esposo no ponía reparos a la costumbre de Isabel de dar a los pobres todo lo que encontraba en su casa. Él solía decir: “Cuanto más demos nosotros a los pobres, más nos dará Dios a nosotros”. Una vez se encontró un leproso abandonado en el camino, y no teniendo otro sitio en dónde colocarlo por el momento, lo acostó en la cama de su marido que estaba ausente. Llegó este inesperadamente y le contaron el caso. Se fue furioso a regañarla, pero al llegar a la habitación, vio en su cama, no el leproso sino un hermoso crucifijo ensangrentado. Recordó entonces que Jesús premia nuestros actos de caridad para con los pobres como hechos a Él mismo.
Cuando Isabel tenía apenas veinte años su esposo murió en una de las Cruzadas a Tierra Santa; Santa Isabel, con gran dolor, aceptó con resignación cristiana la voluntad de Dios y desde entonces, rechazando otras ofertas de matrimonio, se dedicó a vivir en la pobreza y a dedicarse al servicio de los más pobres y desamparados.
Sin embargo, un día su suerte cambió radicalmente, puesto que el sucesor de su marido la desterró del castillo y tuvo que huir con sus tres hijos, desprovistos de toda ayuda material. Y así, aquella que cada día daba de comer a 900 pobres en el castillo, ahora no tenía quién le diera para el desayuno. Pero Isabel nunca dejó de confiar en Dios y fe así que poco tiempo más tarde el Rey de Hungría consiguió que le devolvieran los bienes que le pertenecían como viuda, y con ellos construyó un gran hospital para pobres, y ayudó a muchas familias necesitadas. Un día, cuando todavía era princesa, fue al templo vestida con los más exquisitos lujos, pero al ver una imagen de Jesús crucificado pensó: “¿Jesús en la Cruz despojado de todo y coronado de espinas, y yo con corona de oro y vestidos lujosos?”. Nunca más volvió con vestidos lujosos al templo de Dios; como consecuencia de esto, un Viernes Santo, después de las ceremonias, cuando ya habían desvestido los altares en la iglesia, se arrodilló ante uno y delante de varios religiosos hizo voto de renuncia de todos sus bienes y voto de pobreza, como San Francisco de Asís, y consagró su vida al servicio de los más pobres y desamparados. Cambió sus vestidos de princesa por un simple hábito de tela burda y ordinaria de hermana franciscana y los últimos cuatro años de su vida –murió joven, a los veinticuatro años- se dedicó a atender a los pobres enfermos del hospital que había fundado. Se propuso recorrer calles y campos pidiendo limosna para sus pobres, y vestía como las mujeres más pobres del campo. Vivía en una humilde choza junto al hospital. Tejía y hasta pescaba, con tal de obtener con qué compararles medicinas a los enfermos.
Tenía un director espiritual que, para ayudarla en su camino a la santidad, la trataba duramente. Ella exclamaba: “Dios mío, si a este sacerdote le tengo tanto temor, ¿cuánto más te debería temer a Ti, si desobedezco tus mandamientos?”.
Cuando apenas cumplía 24 años, el 17 de noviembre del año 1231, pasó de esta vida a la eternidad. A sus funerales asistieron el emperador Federico II y una multitud tan grande formada por gentes de diversos países y de todas las clases sociales, que los asistentes decían que no se había visto ni quizá se volvería a ver en Alemania un entierro tan concurrido y fervoroso como el de Isabel de Hungría, la patrona de los pobres.
El mismo día de la muerte de la santa, a un hermano lego se le destrozó un brazo en un accidente y estaba en cama sufriendo terribles dolores. De pronto vio a parecer a Isabel en su habitación, vestida con trajes hermosísimos. Él dijo: “¿Señora, Usted, que siempre ha vestido trajes tan pobres, por qué ahora tan hermosamente vestida?”. Y ella sonriente le dijo: “Es que voy para la gloria. Acabo de morir para la tierra. Estire su brazo que ya ha quedado curado”. El paciente estiró el brazo que tenía totalmente destrozado, y la curación fue completa e instantánea. Dos días después de su entierro, llegó al sepulcro de la santa un monje cisterciense el cual desde hacía varios años sufría un terrible dolor al corazón y ningún médico había logrado aliviarle de su dolencia. Se arrodilló por un buen rato a rezar junto a la tumba de la santa, y de un momento a otro quedó completamente curado de su dolor y de su enfermedad. Estos milagros y muchos más, movieron al Sumo Pontífice a declararla santa, cuando apenas habían pasado cuatro años de su muerte.

Mensaje de santidad.

Tal vez el mensaje de santidad lo podemos descubrir en dos afirmaciones de quienes conocieron a la santa. Un sacerdote de aquella época escribió: “Afirmo delante de Dios que raramente he visto una mujer de una actividad tan intensa, unida a una vida de oración y de contemplación tan elevada”. El mismo emperador Federico II afirmó: “La venerable Isabel, tan amada de Dios, iluminó las tinieblas de este mundo como una estrella luminosa en la noche oscura”. Es decir, Santa Isabel de Hungría, siendo noble de nacimiento y muy rica en bienes materiales, eligió, por amor a Cristo, despojarse de la nobleza terrena para adquirir la nobleza que da la gracia y eligió además despojarse de sus bienes materiales para darlos a los pobres y así ganar una mansión en el Reino de los cielos. Antes que los honores mundanos de la corte, prefirió el silencio y la oración y antes que disfrutar de los bienes terrenos, prefirió darlos todos a los pobres y servirlos a ellos, viendo en ellos al mismo Cristo crucificado. Santa Isabel de Hungría no sirvió a los pobres por mero altruismo, sino porque en ellos veía a Cristo crucificado, pobre y necesitado de todo. Y Cristo crucificado, recibiendo todo tipo de atenciones en los pobres, le dio a Santa Isabel lo que Él reserva para quienes lo abandonan todo por el Evangelio en esta vida: el Reino de los cielos.





[1] https://www.ewtn.com/spanish/Saints/Isabel_de_Hungr%C3%ADa.htm

domingo, 10 de noviembre de 2019

San Josafat, obispo y mártir



          Vida de santidad[1].
Nace en Vladimir de Volhinia por el año 1580 de padres ortodoxos; se convirtió a la fe católica e ingresó en la Orden de san Basilio. Ordenado sacerdote en el rito bizantino en 1609. Ordenado obispo de Vitebsk 1617, meses mas tarde, Arzobispo de Polotzk, Lituania. Trabajó infatigablemente por la unidad de la Iglesia. Perseguido a muerte por sus enemigos, sufrió el martirio el año 1623. Protomártir de la re-unificación de la cristiandad. Canonizado en 1867.
          Mensaje de santidad.
          Para entender el porqué de la muerte martirial de San Josafat, hay que entender que, en el Este de Europa, en la época del santo, había un grupo de católicos apóstatas que no querían la unidad de las iglesias locales con Roma, ni tampoco reconocían la supremacía del Papa como Vicario de Cristo. San Josafat dio su vida para que estas iglesias regresaran a la unidad con Roma y reconocieran en el Papa Romano al Vicario de Cristo en la tierra.
En una oportunidad, rodeado por sus enemigos que querían darle muerte, San Josafat dijo: “Sé que queréis matarme y que me acecháis en todas partes: en las calles, en los puentes, en los caminos, en la plaza central. Pero yo estoy entre vosotros como vuestro pastor y quiero que sepáis que me consideraría muy feliz de dar la vida por vosotros. Estoy pronto a morir por la sagrada unión, por la supremacía de San Pedro y del Romano Pontífice”[2]. Esto finalmente ocurrió, porque los enemigos del santo le dieron muerte al poco tiempo, arrojando su cadáver al río.
En años posteriores y más cercanos a la modernidad, el comunismo ruso, que invadió la totalidad de las naciones del Este, provocó también que las iglesias ortodoxas se apartaran de la comunión con Roma, situación que persiste en algunos lugares hasta el día de hoy, por lo que se hace necesario que surjan nuevos santos que estén dispuestos a dar la vida en martirio si fuera necesario, como San Josafat.


[1] https://www.corazones.org/santos/josafat.htm
[2] https://www.corazones.org/santos/josafat.htm