San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

miércoles, 31 de enero de 2018

San Juan Bosco y el sueño de la Eucaristía y la Inmaculada Concepción


         Además de su vida de gran santidad, Don Bosco es conocido por sus sueños, a través de los cuales el Cielo le manifestaba no solo verdades de fe, sino también acontecimientos futuros, como el que vamos a relatar. Sus sueños, entonces, no eran meras actividades fisiológicas del cuerpo humano, sino momentos en los cuales Dios le concedía revelaciones extraordinarias, tanto de cuestiones relativas a la fe, como de eventos futuros. Esto último es lo que se produjo en el sueño que vamos a relatar, uno de sus más conocidos, en los que Dios le revela a San Juan Bosco la peligrosa crisis que habría de afrontar la Iglesia, como así también el modo en el que habría de salir victoriosa.
         En este sueño[1], “Don Bosco vio que una gran barca navegaba en un mar tempestuoso piloteada por el Romano Pontífice, y a su alrededor muchísimas navecillas pequeñas. De pronto aparecieron un sinnúmero de naves enemigas armadas de cañones y empezó una tremenda batalla. A los cañones enemigos se unen las olas violentas y el viento tempestuoso. Las naves enemigas cercan y rodean completamente a la Nave Grande de la Iglesia y a todas las navecillas pequeñas de los cristianos. Y cuando ya el ataque es tan pavoroso que todo parece perdido, emergen desde el fondo del mar dos inmensas y poderosas columnas (o pilares). Sobre la primera columna está la Sagrada Eucaristía, y sobre la otra la imagen de la Virgen Santísima. La nave del Papa y las navecillas de los cristianos se acercan a los dos pilares y asegurándose de ellos ya no tienen peligro de hundirse. Luego, desde las dos columnas sale un viento fortísimo que aleja o hunde a las naves enemigas, y en cambio a las naves amigas les arregla todos sus daños. Todo el ejército enemigo se retira derrotado, y los cristianos con el Santo Padre a la cabeza entonan un Himno de Acción de Gracias a Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora”.
Según San Juan Bosco, el sueño significaba que la Iglesia habría de pasar tiempos críticos y sufrir graves daños, pero al fin el Cielo mismo intervendría para salvarla. Después vendría la paz y habría en la Iglesia un nuevo y vigoroso florecimiento.
¿Cómo debemos interpretar este sueño? En la misma dirección de San Juan Bosco, a la cual le podemos agregar algunos elementos, para dilucidar el sueño un poco mejor.
La gran barca representa a la Iglesia Católica, la Única Iglesia verdadera fundada por Nuestro Señor Jesucristo; el mar embravecido y el viento impetuoso, significan la acción del mundo ateo y materialista y del Demonio respectivamente, que buscan destruir a la Iglesia; las naves amigas pequeñas, son probablemente iglesias cristianas evangélicas, no católicas, pero que luego se convierten al catolicismo y esto se significa cuando, al final, se acercan y se suben a la nave grande, la Iglesia Católica; las naves enemigas son las sectas de la Nueva Era, además del materialismo, el secularismo, el ateísmo, el gnosticismo, que buscan destruir a la Iglesia de Jesucristo.
         Por último, los dos pilares que salvan a la Iglesia y derrotan a sus enemigos son los pilares de nuestra fe, la Eucaristía y la devoción a la Madre de Dios, María Santísima.
         Este sueño nos enseña que, aunque estemos en medio de la tormenta, tal como la está viviendo la Iglesia en nuestros días, nunca pereceremos, y además la Iglesia triunfará definitivamente sobre sus enemigos, al fin de los tiempos, si nos mantenemos firmes en la fe en la Presencia real, verdadera y substancial de Jesucristo en la Eucaristía, y si nos mantenemos en la fe en la Virgen, que es Virgen, Madre de Dios, Mediadora de toda gracia, Inmaculada Concepción, Nuestra Señora de la Eucaristía, Madre nuestra y muchos otros títulos más.
        

viernes, 26 de enero de 2018

Memoria de los Santos Timoteo y Tito


         Vida de santidad[1].

Timoteo y Tito, discípulos y colaboradores del apóstol Pablo, presidieron las Iglesias de Éfeso y Creta, respectivamente. Ellos fueron los destinatarios de las cartas llamadas “pastorales”, cartas llenas de excelentes recomendaciones para la formación de pastores y fieles.

Mensaje de santidad.

En una de las dos cartas que San Pablo le escribe a Timoteo, le dice así: “Que nadie te desprecie por tu juventud. Muéstrate en todo un modelo para los creyentes, por la palabra, la conducta, la caridad, la pureza y la fe (1 Tim 4,12).
San Pablo le aconseja a Timoteo, en ese entonces, un joven, que dé testimonio de Cristo, tanto con la prédica, como con “la conducta, la caridad, la pureza y la fe”, además de no permitir ser amedrentado por su juventud. Estos consejos son válidos para todos los jóvenes de todos los tiempos, y mucho más en nuestros días, en los que la oscuridad espiritual, disfrazada de ateísmo materialismo y del gnosticismo de la Nueva Era, ha invadido las mentes y los corazones de una inmensa cantidad de jóvenes. Muchos jóvenes, por desconocer a Cristo, a sus Mandamientos, a su Iglesia, a sus Sacramentos –entre ellos, la Eucaristía y la Confesión sacramental-, no encuentran el sentido último de esta vida, que es la salvación eterna del alma, y es así como, en el mejor de los casos, desperdician sus jóvenes vidas, en caminándose detrás de ideales falsos. En el día de los Santos Timoteo y Tito, les pedimos que intercedan por los jóvenes de nuestra Patria y de todo el mundo para que no sean engañados por las falsas religiones, iluminados por la luz de Cristo, lo sigan a Él, cargando la cruz de cada día, hasta que lleguen, algún día, a la Jerusalén celestial.



[1] http://www.liturgiadelashoras.com.ar/

jueves, 25 de enero de 2018

Fiesta de la conversión de San Pablo


         La Iglesia celebra la conversión de San Pablo, por lo que es conveniente recordar en qué consiste la conversión. Ante todo, hay que decir que la conversión, una obra del espíritu, no es el fruto de las fuerzas naturales de la creatura, sino un don que viene de lo alto, una gracia que brota del Corazón mismo de Dios Trino: “El Evangelio anunciado por mí no es cosa humana; (…) y no lo recibí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo” (Ga 1, 11-12; 2Co 11, 10. cfr. 7). Esto significa que la conversión permite que el alma realice en un giro de 180º en su cosmovisión y en su concepción de Dios, del mundo y de la vida eterna, y significa también que el alma es incapaz de obrar la conversión, sino es por medio de la gracia santificante.
         Ahora bien, ¿en qué consiste la conversión? Lo dice el mismo Señor en las Escrituras: “A éstos te envío ahora para que les abras los ojos y se conviertan de las tinieblas a la luz, del poder de Satanás a Dios; para que por la fe en mí reciban el perdón de los pecados y su parte en la herencia de los justos” (Hch 26, 16b-18). La conversión, entonces, consiste en que el alma tiene su sentido espiritual –los ojos del alma- cerrado a la vida eterna -y a esto se refiere la Escritura cuando habla de “abrir los ojos”-, además de estar bajo el dominio de Satanás. Por la gracia santificante el alma “abre los ojos del alma” y es liberada del poder de Satanás, ambas acciones las cuales no puede hacer, de ninguna manera, sin la ayuda de la gracia.
La conversión, de orden espiritual, es un cambio cualitativo de la misma, un salto hacia lo sobrenatural, propiciado por el Espíritu de Dios que actúa en el alma. Se traduce en el orden existencial, y así es cómo San Pablo pasó, de ser perseguidor de Jesucristo y su Iglesia, a ser un instrumento elegido por el mismo Jesucristo para propagar la Buena Nueva del Evangelio.

Antes de la conversión, el alma está movida por su propio orgullo; luego de la conversión, quien mueve al alma es la gracia del Espíritu Santo.

miércoles, 24 de enero de 2018

San Francisco de Sales


         Vida de santidad.

         Nació en Saboya el año 1567. Una vez ordenado sacerdote, trabajó intensamente por la restauración católica en su patria[1]. Nombrado obispo de Ginebra, actuó como un verdadero pastor para con los clérigos y fieles, adoctrinándolos en la fe con sus escritos y con sus obras, convirtiéndose en un ejemplo para todos. Murió en Lyon el 28 de Diciembre de 1622, pero fue el día 24 de enero del año siguiente cuando se realizó su sepultura definitiva en Annecy.

         Mensaje de santidad[2].

Además de escribir una de las obras de espiritualidad más provechosas para las almas, “Introducción a la vida devota”. Pero también se destacó, en su vida de santidad, por combatir a los herejes que amenazaban a la Iglesia en ese entonces, los calvinistas. El calvinismo es una corriente herética que toma su nombre de Calvino y su peligrosidad radica en que mina los fundamentos mismos de la religión católica. Quien se une al calvinismo, abandona la fe católica, y esta es la razón por la cual San Francisco de Sales luchó contra este hereje. Por otra parte, el calvinismo no solo ataca en el plano teórico a la fe católica: la herejía se traslada a violentos hechos y fue esa violencia la que se instaló en lugares en donde predominó el calvinismo, como por ejemplo, en Ginebra, Suiza. En la Ginebra de Calvino los altares católicos fueron profanados, las imágenes sagradas destrozadas, la Misa abolida, los sacerdotes católicos fueron encarcelados, los ciudadanos multados por no asistir a los sermones de la nueva “iglesia” y en noviembre de 1552 el consejo de Ginebra declaró que las “Instituciones” de Calvino constituían “una doctrina sagrada a la que nadie debía contradecir”.
         Las Instituciones de Calvino han sido la obra que más ha influenciado en la teología protestante, no sólo en las iglesias puramente calvinistas (reformadas) sino también en otras denominaciones protestantes (por ejemplo, bautistas, anglicanos). Para que se entienda la gravedad de asumir los errores del calvinismo, es conveniente recordar en qué consiste lo que se conoce como “tulipán calvinista”. Tulipán viene del acróstico TULIP, que son las iniciales en inglés de cinco doctrinas calvinistas:
T de Depravación Total (Total Depravation): La perversión del hombre después de la caída es tan amplia y profunda que él es totalmente incapaz de realizar cualquier obra verdaderamente buena. Esta teoría es falsa, puesto que la fe católica sostiene que aun con el pecado original, el hombre es capaz de realizar obras buenas.
U de Elección Incondicional (Unconditional Election): Dios escoge salvar a ciertas personas entera y exclusivamente según su voluntad soberana, sin ningún mérito actual o previsto de parte de los así escogidos. Falso, porque Dios elige a todos los hombres para la salvación y quiere que “todos los hombres se salven”.
L de Expiación Limitada (Limited Atonement): El sacrificio expiatorio de Jesucristo en la cruz se realizó solamente en beneficio de los elegidos, es decir aquellos previamente escogidos en forma incondicional. También falso: Jesús, el Hombre-Dios, murió en la cruz para salvar a todos los hombres, pero no todos los hombres aceptarán a Jesús como Redentor, lo rechazarán y por lo tanto, se condenarán.
I por Irresistible Gracia (Irresistible Grace): La gracia salvadora de Dios obra sobre los escogidos con fuerza irresistible, de modo que no podrían rechazarla aunque quisieran. Falso, porque el hombre es libre y, aun siendo elegido por Dios y aun recibiendo la gracia de Dios, puede rechazarla. De hecho, la eterna condenación en el Infierno se basa en esta capacidad del hombre de rechazar la gracia salvífica de Jesucristo.
P de Perseverancia de los Santos (Perseverance of the Saints): Aquellos que han sido soberanamente escogidos por Dios para la salvación, que han sido objeto de su gracia irresistible y los únicos a quienes se les aplica la obra expiatoria de la cruz, perseverarán hasta el mismísimo fin (o serán preservados por Dios) y recibirán inevitablemente la vida eterna en la era venidera. Falso, y la argumentación en su contra es similar a los puntos anteriores.
A este “tulipán”, se le agrega el doble decreto de predestinación, por el cual no sólo hay predestinados a la salvación sino también, y en mucha mayor medida, predestinados a la condenación eterna, que irremediablemente irán al infierno porque así lo ha decretado Dios. Por tanto, el Dios de Calvino no quiere que todos los hombres se salven, ha decretado que la mayoría se condene y no ha enviado a su Hijo para morir por todos sino sólo por los elegidos. Eso sí, los que han sido elegidos para salvación se salvarán sin lugar a dudas. Como hemos visto,  todos estos argumentos sobre los que se sostiene la doctrina calvinista, son falsos de toda falsedad y por lo tanto, contrarios a la Verdad que solo resplandece en la Iglesia Católica.
La fe de Calvino es una fe falsa: es una fe que niega el libre albedrío, que predica que la mayor parte de la humanidad ha sido condenada por decreto de Dios, que predica que Cristo no murió por todos, que predica que no hay nada bueno que pueda hacer el hombre no redimido. Es contra esta fe falsa contra la cual luchó San Francisco de Sales, y por ese motivo, al celebrar su memoria, le pedimos su intercesión, para que nuestra Santa Fe católica no sea nunca oscurecida por las tinieblas de la falsa fe calvinista, luterana y protestante.

martes, 23 de enero de 2018

San Ildefonso


Vida de santidad[1].        

San Ildefonso nació en Toledo, España, en el año 606 y murió en 669. Estudió en Sevilla bajo San Isidoro. Era sobrino de San Eugenio, Arzobispo de Toledo, al cual sucedió en el cargo. Entró a la vida monástica y fue elegido abad de Agalia, en el río Tajo, cerca de Toledo. Siendo abad, asistió al séptimo y octavo Concilio de Toledo, en 653 y 655, respectivamente[2]. En el 657 fue elegido arzobispo de esa ciudad. Unificó la liturgia en España; escribió muchas obras importantes, particularmente sobre la Virgen María. San Ildefonso tenía una profunda devoción a la Inmaculada Concepción XII siglos antes de que se proclamara dogmáticamente, destacándose en su obra literaria su tratado “De virginitate perpetua sanctae Mariae”. A su vez, la Virgen le favoreció con grandes milagros. El lenguaje mariano que se impuso en Toledo en tiempos de san Ildefonso, influyó profundamente en el tono de los documentos litúrgicos españoles.

Mensaje de santidad.

Un episodio de la vida de San Ildefonso, muy notorio, es la aparición de la Virgen al santo obispo, trayéndole, de parte de su amado Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, como regalo una casulla, por ser el santo un gran defensor de la virginidad de María.
El episodio, real y verdaderamente sucedido en la vida del santo, es narrado de esta manera por los cronistas de la época: “Una noche de diciembre, él, junto con sus clérigos y algunos otros, fueron a la iglesia, para cantar himnos en honor a la Virgen María. Encontraron la capilla brillando con una luz tan deslumbrante, que sintieron temor. Todos huyeron excepto Alfonso y sus dos diáconos. Estos entraron y se acercaron al altar. Ante ellos se encontraba la María, La Inmaculada Concepción, sentada en la silla del obispo, rodeada por una compañía de vírgenes entonando cantos celestiales. María hízole seña con la cabeza para que se acercara. Habiendo obedecido, ella fijó sus ojos sobre él y dijo: “Tú eres mi capellán y fiel notario. Recibe esta casulla la cual mi Hijo te envía de su tesorería”. Habiendo dicho esto, la Virgen misma lo invistió, dándole las instrucciones de usarla solamente en los días festivos designados en su honor. Esta aparición y la casulla, fueron pruebas tan claras, que el concilio de Toledo ordenó un día de fiesta especial para perpetuar su memoria. El evento aparece documentado en el Acta Sanctorum como “El Descendimiento de la Santísima Virgen y su Aparición”[3]. En la catedral los peregrinos pueden aun observar la piedra en que la Virgen Santísima puso sus pies cuando se le apareció a San Ildefonso.
Al comprobar el amor de San Ildefonso a la Virgen, vemos cómo Ella y su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, recompensan este amor filial con el don de una casulla sacerdotal. Ahora bien, al igual que San Idelfonso, también nosotros somos hijos de la Virgen, rescatados al precio altísimo de la Sangre de Jesús derramada en la cruz, pero a diferencia del santo, por lo general, damos pocas o ninguna muestra de amor a Nuestra Madre del cielo, y sin embargo, la Virgen nos trae, cada día, de parte de su Hijo Jesús, regalos celestiales infinitamente más valiosos que la casulla, y es la gracia santificante necesaria para nuestra eterna salvación, puesto que la Virgen es Mediadora de todas las gracias. Al recordar a San Ildefonso en su día, le pidamos que interceda para que no seamos hijos tan desagradecidos para con esta Madre amorosísima, y le roguemos que nos obtenga la gracia de amar a la Virgen y a Jesús al menos con una pequeñísima porción del amor con el que él los amó.



[2] http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=saintfeast&localdate=20180123&id=11948&fd=0

viernes, 19 de enero de 2018

La gracia y la teología, necesarias para apreciar la devoción al Sagrado Corazón


         Además de la gracia, es necesaria la teología tomista para poder apreciar la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. De lo contrario, se corre el grave riesgo de caer en la errónea creencia de pensar que se trata de una devoción sentimentalista, quedando la devoción privada de toda realidad sobrenatural.
         La gracia es necesaria porque, tratándose la Encarnación del Verbo un misterio sobrenatural, es por lo tanto inalcanzable para la razón humana, lo cual significa que no puede ser conocido sino es por revelación divina. A su vez, la teología es necesaria porque, una vez que la gracia actúa iluminando la inteligencia y la voluntad, la teología le muestra a ambas la supra-racionalidad del misterio, que implica la donación total del Ser divino trinitario tanto en el Sagrado Corazón, como en la Eucaristía, que es el mismo Sagrado Corazón, oculto en apariencia de pan.
         La gracia, entonces, es necesaria en la devoción al Sagrado Corazón, para que ilumine nuestras mentes acerca del misterio de la Encarnación del Verbo y la prolongación de su Encarnación en la Eucaristía, y es necesaria también para que mueva nuestra voluntad –nuestra capacidad de amar- al Bien y al Amor divinos contenidos en el Sagrado Corazón.

         ¿Qué nos dice la teología tomista? Nos dice que el Sagrado Corazón de Jesús es un corazón humano, puesto que pertenece a Jesús de Nazareth, pero que está unido hipostáticamente, personalmente, a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. En otras palabras, la teología nos dice que, en el momento en el que el Verbo de Dios se encarnó, unió a Sí mismo la naturaleza humana de Jesús, de manera que esta naturaleza le pertenece personalmente a la Segunda Persona de la Trinidad. No hay una “persona humana” en Jesús de Nazareth, sino una Persona divina y es la Segunda de la Trinidad. En consecuencia, el Corazón de Jesús no es el corazón de un hombre más entre tantos, sino que es el Corazón mismo de Dios. Y este Corazón de Dios, el Sagrado Corazón de Jesús, está contenido en la Eucaristía, puesto que en la Eucaristía late, vivo, glorioso, resucitado, inflamado en el Fuego del Divino Amor, el Espíritu Santo.

miércoles, 17 de enero de 2018

San Antonio abad


         Entre otras cosas, se pueden destacar dos hechos de la vida de San Antonio abad: la primera, que a los dieciocho años, en plena juventud, decide iniciar una vida de eremita en el desierto; la segunda, que ya como sacerdote, combatió a la herejía arriana. Ambos hechos constituyen un ejemplo y un modelo de vida para todo cristiano, independientemente de su estado –secular o consagrado- y veremos la razón.
         Como dijimos, San Antonio decidió, a los dieciocho años, abandonar el mundo, por amor a Cristo, e internarse en el desierto y lo hace en plena juventud, por lo cual es un modelo especialmente para los jóvenes. En nuestros tiempos, inicios del siglo XXI, la juventud es incitada continuamente, por los medios de comunicación, a vivir en el mundo, en el sentido de “mundanidad”, es decir, en el sentido espiritual negativo, en cuanto por “mundo” se entiende todo aquello que se opone a Dios, a sus Mandamientos y a su Iglesia. En este sentido, el desierto representa el alejamiento voluntario de todo lo que no pertenece a Dios, además de la práctica de lo que acerca a Él, como la oración, el ayuno, la penitencia.
         El otro hecho destacable en San Antonio fue la lucha contra la herejía del arrianismo, que negaba la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, afirmando que no era Dios Hijo, es decir, la Segunda Persona de la Trinidad, como lo afirma la Iglesia Católica, sino una creatura: "sublime", pero creatura y no Dios Hijo. En nuestros días, el gnosticismo arriano es continuado por la Nueva Era, la secta global que no solo niega a Jesucristo, sino que además pretende consagrar la humanidad a Lucifer.

         Por estos motivos, la vida de San Antonio abad es un ejemplo a seguir, para combatir los dos grandes males de nuestro tiempo: el materialismo anticristiano y el gnosticismo.

miércoles, 3 de enero de 2018

San Basilio Magno y su celo por el Dios verdadero


De su vida de santidad, destacaremos el celo y el amor de San Basilio por la Verdad acerca del Único Dios verdadero, revelado por Nuestro Señor Jesucristo, es decir, Dios Uno y Trino.
Basilio se opuso firmemente a los herejes que difundían toda clase de errores con respecto a Dios: escribió contra quienes negaban que Jesucristo fuera Dios como el Padre[1], y también contra quienes no aceptaban la divinidad del Espíritu Santo, afirmando que también el Espíritu Santo es Dios y “tiene que ser colocado y glorificado junto al Padre y el Hijo”[2]. Por este motivo, Basilio es uno de los grandes padres que formularon la doctrina sobre la Trinidad: el único Dios, dado que es el Acto de Ser Subsistente en sí mismo –el Ipsum Esse Subsistens-, es por esto mismo, un Ser Purísimo, Perfectísimo, y esto implica que sea un solo Dios en Tres Divinas Personas, las cuales forman la unidad más perfecta que existe, la unidad divina[3].
Dios Uno y Trino es nuestro Creador, Redentor y Santificador; de Él dependen nuestras vidas, nuestro ser y nuestra existencia, y sin Él no tendría nuestra vida razón de ser. De Dios Uno y Trino dependen nuestra vida, tanto la temporal, como la vida eterna; Él nos creó con su omnipotencia –Dios Padre-, nos redimió con la Sabiduría divina, la Sabiduría de la Cruz –Dios Hijo-, y nos santificó con el Espíritu Santo –Dios Espíritu Santo-. Vivir y morir por la Verdad de Dios Uno y Trino, y defender su Santísimo Nombre, como lo hizo San Basilio Magno, es un inmerecido honor; es una gracia inmerecida, pero la pedimos de igual manera, por intercesión de San Basilio.




[1] Cfr. San Basilio, Carta 9, 3: PG 32, 272a; Carta 52, 1-3: PG 32, 392b-396a; Adversus Eunomium 1, 20: PG 29, 556c.
[2] Cfr. De Spiritu Sancto: SC 17bis, 348.