San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

lunes, 28 de diciembre de 2015

San Esteban, protomártir


         San Esteban dio su vida por el testimonio de Nuestro Señor Jesucristo, reflejando así la naturaleza sobrenatural de la fe católica, puesto que su muerte no se debió a pasiones humanas, sino al intento de borrar de la tierra el Nombre del Salvador. Todo en la muerte de San Esteban indica la sobrenaturalidad de la religión revelada por Jesús y del carácter divino del Mesías y Redentor: primero, es acusado, con calumnias y mentiras, utilizando falsos testigos, de afirmar que Jesús “iba a destruir el templo y a acabar con las leyes de Moisés”[1]. Esta acusación falsa y calumniosa lleva el sello del Príncipe de las tinieblas, “el padre de la mentira” (Jn 8, 44), lo cual indica quién es el que está, verdaderamente, detrás de la muerte de San Esteban, y que su muerte no se debió a meras pasiones humanas, sino al odio contra la fe en Cristo como Dios hecho hombre.
Otros hechos sobrenaturales en la muerte de San Esteban son el resplandor sobrenatural de su rostro, que les hace recordar a quienes lo contemplan, al rostro “de un ángel”: “Y los del tribunal al observarlo vieron que su rostro brillaba como el de un ángel”, y la sabiduría divina que demostró frente al tribunal del Sanedrín, recordando la historia sagrada y el carácter divino del Mesías, Jesucristo; ambos hechos sobrenaturales se deben, según el Evangelio, a que Esteban se encontraba “lleno del Espíritu Santo” (cfr. Hch 6, 8-7). En el momento mismo de la muerte de San Esteban, se dieron otros hechos sobrenaturales: la visión que el santo tiene de Jesús, “el Hijo del hombre”, de pie a la derecha de Dios, y las palabras pronunciadas antes de morir, similares a las pronunciadas por Jesús: “Señor Jesús, recibe  mi espíritu” (cfr. Hch 7, 59) y “Señor, no les tengas en cuenta este pecado” (cfr. Hch 7,60). Estas palabras, en las que pide que Jesús reciba su espíritu, como el perdón que otorga a sus verdugos, además de implorar misericordia para quienes le quitan la vida, indican que San Esteban participa de la muerte en cruz de Jesús, muerte en la que Jesús perdona a los pecadores, que le quitan la vida, al tiempo que implora misericordia para ellos, alegando ignorancia en su maldad: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34), además de pedir al Padre que “reciba su espíritu” (Lc 23, 46).
La muerte de San Esteban, propiciada por el padre de la mentira, revela el triunfo fe Jesucristo, porque mientras los hombres cubren su rostro y su cuerpo de sangre, al lapidarlo, Jesús, el Hombre-Dios, lo premia con el cielo, cubriéndolo de luz y de gloria divina, como premio por ofrendar su vida por su Nombre. En nuestros días, en los que se intenta disminuir la condición divina de Jesús, reduciéndolo a un revolucionario social, cuando no de erradicar el Nombre de Jesús de la vida, la mente y el corazón del hombre contemporáneo, la muerte sobrenatural de San Esteban es más valiosa que nunca antes.



[1] Cfr. https://www.ewtn.com/spanish/Saints/Esteban.htm

viernes, 4 de diciembre de 2015

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús contiene las gracias para evitar la eterna condenación


         Muchos consideran que la devoción al Sagrado Corazón es algo de poca monta, reservado a personas que no tienen otra ocupación que asistir a la Iglesia. Muchos piensan que ser devotos del Sagrado Corazón es una especie de hábito piadoso religioso, que da lo mismo tenerlo a tenerlo y, como el mundo se presenta mucho más atractivo que la devoción al Corazón de Jesús, entonces dejan de lado al Sagrado Corazón, para enfrascarse en las diversiones y atractivos del mundo.
         Nada más lejano a la realidad y nada más peligroso para el alma que así piensa, porque en la devoción al Sagrado Corazón están las gracias necesarias para evitar la eterna condenación en el infierno. En otras palabras, quien desprecia al Sagrado Corazón por considerarlo algo de poco o nulo valor, se encuentra de lleno en el ancho camino que conduce a la eterna condenación. Es esto lo que deja entrever Nuestro Señor, en las revelaciones a Santa Margarita, diciéndole así en la Primera Aparición: “Mi Divino Corazón, está tan apasionado de Amor a los hombres (….) que, no pudiendo contener en el las llamas de su ardiente caridad, es menester que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo los cuales contienen las gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición. Te he elegido como un abismo de indignidad y de ignorancia, a fin de que sea todo obra mía”[1]. El Sagrado Corazón contiene las gracias necesarias para “separar al alma del abismo de perdición”, es decir, del infierno; esto quiere decir que, quien desprecia al Sagrado Corazón, se encuentra en el camino de la eterna condenación.
         Esta misma idea se la vuelve a repetir Jesús en la Segunda Aparición, en donde, según Santa Margarita, Jesús le hizo ver “el ardiente deseo que tenía de ser amado por los hombres y apartarlos del camino de la perdición, en el que los precipita Satanás en gran número”[2]. Continuamente, Satanás está conduciendo almas hacia el abismo –mediante las supersticiones, el abandono de la oración, el abandono de los sacramentos, el desprecio de su Sagrado Corazón Eucarístico-, hacia el infierno, pero los hombres no solo no hacen caso de sus llamados, sino que devuelven, al Amor contenido en el Sagrado Corazón, indiferencia, ingratitud, olvido y desprecio.
         Es esto lo que Jesús le dijo a Santa Margarita en la Tercera Aparición: “(…) me descubrió su amabilísimo y amante Corazón, que era el vivo manantial de las llamas. Entonces fue cuando me descubrió las inexplicables maravillas de su puro amor con que había amado hasta el exceso a los hombres, recibiendo solamente de ellos ingratitudes y desconocimiento. “Eso”, le dice Jesús a Margarita, “fue lo que más me dolió de todo cuanto sufrí en mi Pasión, mientras que si me correspondiesen con algo de amor, tendría por poco todo lo que hice por ellos y, de poder ser, aún habría querido hacer más. Mas sólo frialdades y desaires tienen para todo mi afán en procurarles el bien”[3].
Y después le dice: “Al menos dame tú el gusto de suplir su ingratitud de todo cuanto te sea dado conforme a tus posibilidades”[4].
Por lo tanto, quien ame al Sagrado Corazón, que procure darle consuelo, por medio de la oración, la penitencia, el sacrificio y las obras de misericordias, pidiendo por la conversión de quienes lo desprecian en el Santísimo Sacramento del altar.



[1] http://www.corazones.org/santos/margarita_maria_alacoque.htm
[2] Cfr. ibidem.
[3] Cfr. ibidem.
[4] Cfr. ibidem.