Santa Rita de Casia es conocida como la “Santa Patrona de lo
imposible y abogada de los casos desesperados” debido a que en su vida “logró”
objetivos que parecían inalcanzables, teniendo en cuenta su estado y su
condición de mujer, puesto que la mujer no era considerada en sus derechos en
ese entonces. ¿Por qué es llamada así? ¿Cuáles fueron las “causas imposibles”
que logró que sean posibles? ¿En dónde radicó el éxito para que lograra todo lo
que lo logró?
Para
responder a las respuestas, hay que tener en cuenta primero todo aquello que
logró Santa Rita, repasando su biografía[1].
Desde
niña, dio muestras de extraordinaria piedad y de amor a la oración, concibiendo
ya desde entonces el deseo de ingresar en el convento de las Agustinas de Casia
para consagrarse a Dios. Pero sus padres decidieron casarla y como amaba mucho
a sus padres, les obedeció humildemente, por amor, convencida de que con la
obediencia demostraba el amor a sus padres y a Dios. Sin embargo, su esposo
resultó ser un hombre brutal, violento y disoluto, con un temperamento iracundo
que aterrorizaba a sus vecinos. Rita soportó durante dieciocho años, con
increíble paciencia, sus insultos e infidelidades. Los sufrimientos de Rita
aumentaban todavía más, al comprobar que a medida que sus hijos crecían, emprendían
la misma senda errónea de su esposo. Sin embargo, la tristeza y la tribulación nunca
fueron más fuertes que su amor a la Cruz y a la oración, por lo que no pasaba
un día sin que Santa Rita elevara sus oraciones pidiendo la conversión de su
esposo y de sus hijos. Un día, la gracia santificante tocó el corazón de su
esposo, quien le pidió perdón por todo lo que la había hecho sufrir. Días más
tarde, su esposo murió a causa de una pelea o de una venganza, quedando su
cuerpo todo cubierto de heridas. Su dolor aumentó al enterarse que sus hijos
habían jurado vengar a su padre. La santa suplicó fervorosamente a Dios que no
permitiese que sus hijos se convirtieran en asesinos, y Dios escuchó su oración, puesto que enfermaron gravemente al
poco tiempo y murieron antes de llevar a cabo su venganza. Rita, que los
asistió tiernamente en su enfermedad, consiguió que, antes de morir, perdonasen
a sus enemigos.
Al quedar sola en el mundo, Santa Rita
decidió retomar la vocación de su infancia, la vida religiosa, y por ello pidió
la admisión al convento, pero se le negó la entrada aduciendo que las
constituciones no permitían el ingreso de mujeres viudas. Rita insistió por
tres veces, recibiendo otras tantas la misma respuesta por parte de la priora,
y otras tantas recibió la misma respuesta, hasta que en 1413 hicieron una
excepción con ella y le concedieron el hábito religioso.
En
el convento, vivió con la misma sumisión y humildad con que había vivido en su
familia como hija y en su matrimonio como esposa. Jamás cometió la más mínima
falta contra las reglas del convento. Su superiora, para probarla, le mandó una
vez que regara una vid seca; la santa no solo obedeció aquella vez, sino que la
regó todos los días. Hacía mucha penitencia, y era muy caritativa con las
religiosas enfermas. Con su ejemplo y sus palabras consiguió la conversión de
muchos cristianos tibios, y todo cuanto decía o hacía estaba fundado en el gran
amor a Dios que experimentaba. Desde niña había sido especialmente devota de la
Pasión; como religiosa, fue arrebatada muchas veces en éxtasis, mientras
contemplaba los misterios dolorosos de la vida del Señor. En 1441, la santa
asistió a un fervoroso sermón que San Jacobo de la Marca pronunció sobre la coronación
de espinas. Poco después, estando la santa arrodillada en oración, sintió un
agudo dolor en la frente, como si una de las espinas de la corona se le hubiera
clavado la herida supuró y comenzó a despedir un hedor tan fuerte, que la santa
no podía estar en presencia de las demás, debiendo retirarse a lugares
apartados en el convento. La herida desapareció temporalmente, por pedido de la
santa a Dios, para poder acompañar a sus hermanas en la peregrinación que
hicieron a Roma en el año jubilar de 1450, pero reapareció apenas Rita volvió
al convento, de modo que se vio obligada a vivir prácticamente recluida hasta
su muerte. La santa continuó practicando la penitencia y soportó con mucha
paciencia otras enfermedades que le sobrevinieron. Según la tradición, en su
lecho de muerte la santa pidió que le trajesen una rosa del jardín; como no era
la estación de las rosas, pensaban no encontrar ninguna, pero para sorpresa del
convento, en el jardín había un rosal en flor. Le preguntaron si quería otra
cosa, y la santa dijo que sí, que quería también dos higos y, para mayor
sorpresa, encontraron dos higos en una higuera sin hojas. Murió el 22 de mayo
de 1457.
Mensaje de santidad
Una
vez conocida su biografía, estamos en condiciones de responder a las preguntas
del inicio. Estas son las cosas “imposibles” que logra Santa Rita:
Logra
entrar en un convento, siendo mujer casada.
Logra la conversión de su esposo, un hombre violento y poco
religioso.
Logra la conversión de sus hijos, dominados por la sed de
venganza.
Logra que la paz de Dios reine en los corazones violentos.
Logra la conversión de muchos cristianos tibios.
A causa de su herida punzante, dolorosa y purulenta, logra vivir
recluida dentro del mismo convento, imitando así a Cristo, que por amor a
nosotros sufrió la cárcel, la reclusión y el rechazo de los hombres. Con su amor a la Pasión, amor ya presente en ella desde su niñez, amor que en Santa Rita es inalterable a lo largo de toda la vida, nos enseña que es verdad aquello de: "el amor es más fuerte que la muerte", porque este amor a Cristo crucificado fue más fuerte que todas las tribulaciones que tuvo que pasar, ya sea en su condición de mujer casada como de religiosa. Y este amor "más fuerte que la muerte", es el que ahora y para siempre le da la vida eterna en los cielos.
Finalmente, y lo más importante, logra entrar en el Reino de
los cielos, aun siendo ella una pecadora (los más grandes santos, sin la
gracia, son los más grandes pecadores).
¿La causa de que Santa Rita logre todas estas cosas imposibles?
La gracia santificante de Jesucristo y el don de responder fielmente a esta
gracia por medio de la humildad, la caridad y el amor a la oración.
Roguemos por lo tanto a Santa Rita que interceda por la
conversión de nuestros seres queridos -así como ella intercedió por sus seres queridos y estos se convirtieron y se salvaron- y, además, por lo que parece imposible: la
propia conversión del corazón.
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