¿Cómo actúa el demonio sobre el hombre? ¿De qué modo logra
que el hombre se aparte de Dios? ¿Se vale el demonio de medios tecnológicos –computadoras,
celulares, tabletas, iphones, etc.- para comunicarse con los hombres y así
transmitir sus mensajes diabólicos para inducirlos al mal? San Ignacio de
Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, deja una regla de discernimiento muy
sencilla, con la cual nos advierte acerca de la forma de actuar que tiene el
demonio sobre el hombre.
Es
verdad que el demonio –los demonios- utiliza –y de hecho lo hace, y con maestría
diabólica- los medios de comunicación masiva y se aprovecha de la tecnología para
ejercer su influencia maligna sobre ingentes masas de seres humanos que,
desprevenidos, son atrapados precisamente por la fascinación que ejercen la
combinación prodigiosa –fruto de la inteligencia preternatural del ángel caído-
de los últimos avances tecnológicos utilizados en la industria del cine y del
entretenimiento, con la psicología aplicada a las masas, con el objetivo
explícito de inducirlos al mal y a borrar, literalmente, de sus mentes y
corazones, toda idea de Dios y de bondad. De esta manera, el demonio, en cuanto
“Príncipe de este mundo”, gobierna a través de los medios de comunicación,
incitando a las masas a las formas más groseras de materialismo, ateísmo,
consumismo, hedonismo, agnosticismo, relativismo, manipulándolas a su entero
placer.
Sin
embargo, la forma de actuar que más provecho le proporciona, puesto que le
permite lograr la posesión de un alma en particular, es la tentación
individual, particular, y para esto, el demonio se sirve de su acción
particular, a través de la inducción de pensamientos disfrazados inicialmente de
bondad, pero que, en su medio y en su fin, conducen al mal, según San Ignacio
de Loyola. En otras palabras, según San Ignacio, el demonio la actuación
principal demoníaca sobre el hombre se ejerce de una manera muy sutil,
prácticamente imperceptible, para el hombre que no está habituado a practicar
el “discernimiento de espíritus”[1]: según
San Ignacio, el demonio actúa a través de los pensamientos; por ejemplo, cuando
un pensamiento comienza bien, pero el medio y el fin son malos, es clara señal
de que ese pensamiento fue inducido por el “mal espíritu”, es decir, por el
demonio. Y para hacer eso, el demonio no necesita de la tecnología. Sólo
necesita que le demos cabida al mal pensamiento. Un ejemplo: si alguien es
católico, quiero rezar, pero en vez de rezar el Rosario, utilizo las meditaciones
del yoga, y termino por apartarme de la Iglesia. Es evidente que actuó el
demonio, al inducir una oración equivocada. Es lo que sucede, en la actualidad,
con la Nueva Era, secta de alcance universal, que se disfraza de bondad, pero que
termina por desviar a innumerables católicos, de la práctica de los sacramentos
y, por lo tanto, de la gracia y del Amor de Jesucristo, donados a través de los
mismos. Y al revés, también es cierto: si un pensamiento comienza bien, y su
medio y su fin son buenos, es señal cierta de que ese pensamiento tiene su
origen en el “buen espíritu”, es decir, en Dios Nuestro Señor. Ésa es la “regla
de discernimiento de espíritus” de San Ignacio de Loyola, útil para ser
aplicada, no solo en su época, sino en toda época, y especialmente en la
nuestra, en donde el ángel caído induce toda clase de malos pensamientos,
disfrazados de bondad.
[1] Cfr. De los hechos de San
Ignacio recibidos por Luis Gonzalves de labios del mismo santo; Cap. 1, 5-9:
Acta Sanctorum Iulii 7 (1868, 647).
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