San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

martes, 30 de abril de 2024

Los Dolores y Gozos de San José

 



         Según la Tradición, a lo largo de su vida terrena, en la etapa en la que San José ejerció como padre adoptivo de Dios Hijo encarnado, el santo sufrió siete dolores y siete gozos, los cuales están basados en la Sagrada Escritura.

         Estos siete dolores y siete gozos son los siguientes.

         El primer dolor, la primera angustia y la primera aflicción que experimentó San José fue al inicio de su matrimonio legal, cuando sin estar viviendo juntos, la Virgen y Madre de Dios quedó encinta por obra y gracia del Espíritu Santo. San José, siendo un varón casto y justo, quería abandonar a María Virgen, hasta que el Ángel de Dios, en sueños, le dijo que no temiera y que recibiera a María, porque el fruto de su concepción era obra del Espíritu Santo, siendo este misterio de la Encarnación su primer gozo, su primera alegría.

         El segundo dolor que experimentó San José fue ver nacer al Hijo de Dios, el Creador del universo visible e invisible, en una gran pobreza, puesto que nació no en una cuna de oro y plata, sino en una cueva, el Portal de Belén, que era refugio de animales y además de esto, su Hijo adoptivo nació ignorado por todos los hombres; su segunda alegría fue cuando escuchó el canto celestial de los ángeles de Dios, quienes así le transmitieron su alegría al ver nacer en el tiempo al Dios Eterno, para la salvación de los hombres.

El tercer dolor de San José fue el asistir a la circunsición de su Hijo, el Niño Dios, según la costumbre judía, y su tercera alegría fue el conocer el Nombre Tres veces Santo del Redentor, el Santo Nombre de Jesús, elegido por Dios mismo en su Trinidad de Personas divinas.

El cuarto dolor de San José lo experimentó en el momento de la Presentación del Señor, luego de oír de labios del anciano Simeón lo que Jesús y la Virgen habrían de sufrir en la Pasión, por la salvación de los hombres, siendo su cuarta alegría el conocer la gloriosa resurrección de su Hijo Jesús, a través de la cual salvaría innumerables almas que en caso contrario se perderían para siempre.

El quinto dolor de San José lo experimentó el santo al oír del Ángel la orden de trasladar a Egipto a la Sagrada Familia, puesto que los enemigos de Dios querían dar muerte a su Hijo adoptivo, Jesucristo, siendo su quinta alegría el ver cómo los ídolos de los gentiles, que son demonios, caían uno tras otro, resquebrajados y aplastados por la santidad divina, al pasar su Hijo adoptivo con la Virgen.

El sexto dolor que experimentó San José fue cuando se enteró de la crueldad del rey Arquelao, etnarca de Judea, Samaria e Idumea, hijo de Herodes I el Grande, quien al igual que su padre, era una amenaza mortal para su Hijo Jesús, siendo su sexta alegría el ser tranquilizado también por el Ángel de Dios.

El séptimo dolor que experimentó San José fue el haber perdido, por tres días, al Niño Jesús en Jerusalén, buscándolo con inmensa angustia, junto con la Virgen, entre los integrantes de la caravana, siendo su séptima alegría el haberlo encontrado en el templo, iluminando con su Sabiduría divina las mentes y corazones de los sacerdotes, gracia que también le pedimos a San José, esto es, que si hemos perdido a Jesús por culpa del pecado, lo encontremos en el Templo, en el Sacramento de la Penitencia y en la Sagrada Eucaristía.

         De esta manera San José nos muestra cómo Dios, cuando permite que atravesemos una tribulación, un dolor, o alguna situación que nos aflige, también nos da consuelos y tanto unos como otros, los dolores y los consuelos, están en relación con Nuestro Señor Jesucristo. Le pidamos a San José que interceda por nosotros para que en toda ocasión, sea en el dolor como en la alegría, veamos siempre la intervención divina, para glorificar a Dios en toda ocasión de nuestras vidas. Si acudimos a San José pidiendo esta gracia, estemos seguros de conseguirla, puesto que así dice Santa Teresa de Ávila: “A otros santos parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; el Glorioso San José, tengo experiencia, que socorre en todas. Sólo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no creyere y verá por experiencia cuan gran bien es recomendarse a ese glorioso Patriarca y tenerle devoción”.

San José, modelo de santidad para padres y esposos

 



         San José es modelo de santidad inigualable para padres y esposos. Es modelo de santidad para padres, porque San José, cumpliendo la voluntad de Dios Padre, que lo había elegido para que sea padre adoptivo de su Hijo, el Verbo Eterno, llevó a cabo a la perfección esta misión encargada por Dios Padre. Dios Padre eligió a San José, varón justo, casto, humilde, sacrificado, para que cumpliera una misión especial, la de reemplazarlo en su función de Padre en la tierra, una vez que su Hijo, el Verbo Eterno, se hubiera encarnado. Dios Hijo, que procede en el cielo eternamente del Padre, al encarnarse en el seno virgen de María, necesitaba tener en la tierra alguien que ejerciera el rol de padre terreno; alguien que participara de su paternidad y para llevar a cabo esta misión, eligió a San José, por la innumerable cantidad de virtudes que encontró en él. Así, San José se convirtió en padre adoptivo del Hijo de Dios, proveyendo, con su trabajo de carpintero, todo lo que la Sagrada Familia necesitaba para vivir. Con su oficio de carpintero, San José se convirtió en instrumento de la Divina Providencia, la cual, a través suyo, proveía lo que la Sagrada Familia necesitaba. Por esta razón San José es modelo y Patrono de los trabajadores, porque todo su trabajo estaba destinado a glorificar a Dios, porque con su trabajo cumplía la voluntad de Dios en él. También actuó como padre protector cuando, avisado por el Arcángel en sueños, guió a la Sagrada Familia, primero a Egipto, huyendo de Herodes que quería asesinar a su Hijo y luego, una vez muerto Herodes, conduciendo a la Sagrada Familia de regreso a Nazareth, en donde vivió con la Virgen y con Jesús hasta el momento de su partida de este mundo al otro. Precisamente, San José es el Patrono de la Buena Muerte, porque San José murió en los brazos de Jesús y María y no hay muerte más hermosa que morir acompañado de los Sagrados Corazones de Jesús y María.

         San José es también modelo de santidad para todo esposo que quiera ser santo en su función de esposo y jefe de la familia. Si bien San José y la Virgen estaban casados legalmente, nunca vivieron como esposos en el sentido de que nunca hubo entre ellos trato esponsal, ya que vivían como hermanos, pero a pesar de esto, San José es modelo para todo esposo por su fidelidad a su Esposa, la Virgen, por su amor incondicional mostrado a la Virgen, por su trabajo infatigable con el cual proveía a la Virgen y a su Hijo Jesús todo lo que necesitaban. También es modelo de padre, porque si bien Jesús no era su hijo biológico, lo cuidó con amor paternal como si lo fuera y por esto es modelo de santidad para todo esposo y padre de familia. Por último y precisamente por su relación con su Hijo adoptivo Jesús, que era el Niño Dios, San José es modelo para todo adorador eucarístico, porque en el cuidado de su Hijo, San José, iluminado por el Espíritu Santo, veía en su Hijo, quien exteriormente era como un niño humano más, a la Persona Segunda de la Trinidad y así, mientras le enseñaba a su hijo el oficio de la carpintería, al mismo tiempo lo adoraba como al Dios que era; debido a esto es Patrono de los Adoradores Eucarísticos, porque así como San José contemplaba con amor y adoraba a su Hijo Dios, oculto en la humanidad del Niño Jesús, así el adorador debe contemplar y adorar al mismo Hijo de Dios, oculto en la apariencia de pan, en la Sagrada Eucaristía.

         Por todas estas razones, San José es modelo insuperable de santidad para todo esposo y padre de familia que desee santificarse en el amor familiar.


jueves, 25 de abril de 2024

San Marcos, Evangelista

 




         Vida de santidad[1].

         Fue uno de los cuatro escritores de los Evangelios, quienes nos brindan un relato claro de la vida y enseñanza de Jesucristo. Conocemos a San Marcos, por lo tanto, principalmente a través de su autoría del segundo Evangelio, el Evangelio según San Marcos. De otra parte, de las Escrituras, también se sabe que acompañó a Pablo y Bernabé en sus viajes. Y por la Tradición, se sabe que fue el secretario de San Pedro y el fundador de la Iglesia en Alejandría, Egipto. La fiesta de San Marcos es el día de su muerte. El 25 de abril del año 68 d.C., fue arrastrado por las calles de Alejandría por su fe en Cristo, dejando sangre y carne en los adoquines. Durante todo el tiempo nunca dejó de alabar a Dios y darle gracias por sus sufrimientos.

         Mensaje de santidad[2].

Los investigadores coinciden en el hecho de que el Evangelio de San Marcos puede verse como un   desarrollo detallado de los discursos de San Pedro en los Hechos de los Apóstoles (cfr. Hch 2, 22-26; 3, 12-26; 10, 36-43), por lo que puede considerarse como una prolongación y desarrollo de la predicación de San Pedro. Por esto es que San Marcos es llamado también el “portavoz de San Pedro” ya que San Pedro fue la fuente principal de San Marcos para la historia de la vida de Jesús. A su vez, San Pedro se refiere a él como “mi hijo Marcos” en su Primera Carta (cfr. 1 Pe 5,13). También, según la Tradición, es muy posible que San Pedro lo bautizara y que en realidad, además de “secretario” de San Pedro, San Marcos fuera también testigo presencial de al menos algunos de los acontecimientos de la vida de Jesús. Esto último se deduce porque sólo en el Evangelio de Marcos se encuentra el relato del joven que siguió a Jesús después de haber sido arrestado -que es el Evangelista San Juan- y cómo la sábana que cubría su cuerpo había sido dejada atrás cuando las autoridades querían apoderarse de él (cfr. Mc 14, 51-52). Si San Marcos no hubiera estado presente, este detalle no lo podría haber consignado.

Ahora bien, la característica principal de su Evangelio es que San Marcos pone énfasis en la condición divina de Jesucristo en cuanto Segunda Persona de la Trinidad. Esto último se puede constatar cuando, al inicio de su Evangelio, sus primeras palabas revelan firmemente la divinidad de Cristo, pues dice: “Principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios” (Mc 1, 1). Esta declaración de que Jesús es el Hijo de Dios, es clave y de vital importancia para comprender todo el Evangelio de San Marcos, por la sencilla razón de que si no se cree que Jesús es el Mesías e Hijo de Dios -Hijo de Dios no en un sentido genérico, sino el Unigénito, la Palabra eternamente pronunciada por el Padre, que procede del seno del Padre, que posee su mismo Acto de Ser divino trinitario y su misma naturaleza divina, por cuanto es Dios igual que el Padre, entonces nunca se podrá entender el Evangelio, no solo el de San Marcos, sino la totalidad del Evangelio.

Por esta razón, el Evangelio de San Marcos es esencial para comprender la verdad acerca de Jesucristo: su Persona divina, la Segunda de la Trinidad, encarnada en la Humanidad Santísima de Jesús de Nazareth. En otras palabras, solo si vemos a Jesús como lo describe San Marcos, como Persona divina en la que se unen las naturalezas divina y humana, sin mezcla ni confusión, es decir, solo si somos capaces de ver a Jesucristo como verdadero Dios y verdadero Hombre, solo así podremos comprender el Evangelio. Por el contrario, si negamos, ya sea Su divinidad o Su humanidad, entonces caemos en un error cristológico que nos aparta completamente de la fe católica, como sucede con los protestantes y evangelistas, que consideran a Cristo solo como hombre, pero no como Dios.

Basándose en las mismas palabras de Jesús –“Si no me creen a Mí, crean a mis obras”-, son estas obras divinas, o mejor milagros -sumados a las enseñanzas y palabras sobrenaturales de Jesús registradas por San Marcos, las que autentifican el hecho mismo de Su filiación divina. Esta declaración de la condición divina de Jesús, que abre su Evangelio, también lo cierra, porque bajo la inspiración del Espíritu Santo, San Marcos, al final de su Evangelio, ofrece un resumen del Evangelio, en la declaración del centurión romano en el Calvario, proclamada inmediatamente después de que atravesara su Sagrado Corazón con la lanza y de que cayera en consecuencia sobre el centurión el Agua y la Sangre del Corazón de Jesús: “Y cuando el centurión, que estaba de pie frente a él, vio que exhalaba así su último aliento, dijo: “¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!” (Mc 15, 39).

Por último, esto que parecen disquisiciones teológicas, no lo son, porque reflejan la verdad última acerca de Jesús y, lo que es más importante, esta declaración de San Marcos sobre Jesús, se traslada a la doctrina eucarística de la Iglesia Católica, ya que lo mismo que San Marcos dice sobre la Jesús y su condición divina, lo podemos y debemos aplicar nosotros a la Eucaristía, porque la Eucaristía no es nada menos que el mismo Jesús Dios descrito por San Marcos, que continúa y prolonga su Encarnación en la Eucaristía. Es decir, si todo el Evangelio no se entiende y no tiene sentido si no se proclama a Cristo como Dios, como lo hace San Marcos, tampoco la doctrina de la Eucaristía, que es el mismo Cristo Dios Presente en Persona en la Eucaristía, se entiende ni tiene sentido. De ahí la necesidad imperiosa de no falsificar el Evangelio de San Marcos, desviando la atención o adulterando el mensaje central del Evangelio escrito por San Marcos: Cristo es Dios. Y por lo tanto, la Eucaristía es Dios.


jueves, 18 de abril de 2024

San Expedito y la verdadera causa urgente

 



         San Expedito es considerado como “el santo de las causas urgentes”, es decir, es el santo a quien se acude cuando se está atravesando por una situación delicada -una enfermedad, falta de trabajo, una situación afectiva extrema, etc.- y se necesita una solución “urgente”. Para saber la razón por la que San Expedito recibió este título, es necesario repasar brevemente su vida.

         San Expedito era un legionario romano que, aunque era una buena persona, estaba sin embargo en la oscuridad espiritual porque no conocía a Nuestro Señor Jesucristo. Es decir, San Expedito, antes de ser cristiano, era pagano, lo cual quiere decir que creía en muchos y falsos dioses -que en realidad eran demonios, como dice la Escritura: “Los dioses de los gentiles son demonios”- y además creía en muchas supersticiones, como el uso de amuletos, talismanes y todas esas cosas horribles que utilizan los brujos. Sería el equivalente, en nuestros días de hoy, a alguien que cree en ídolos demoníacos como la Santa Muerte, el Gauchito Gil, la Difunta Correa, entre otros, y como alguien que usara la mano de Fátima, el ojo turco, la cinta roja para la envidia, el árbol de la vida y muchos otros amuletos que lo único que hacen es atraer la presencia del Demonio en la vida de quien los usa. Es decir, San Expedito era prisionero, estaba atrapado por el Demonio, por sus ídolos y por sus amuletos y bajo el mando y el influjo de los hechiceros.

         En un determinado momento de su vida, San Expedito recibió la gracia de la conversión, que es una luz interior, concedida por el Espíritu Santo, para que pudiera conocer a Jesucristo, Quien es el que nos hace libres, como Él lo dice en el Evangelio: “La Verdad os hará libres” y como la Verdad en Sí misma es Él, que es la Sabiduría del Padre, es Jesucristo quien nos hace libres de verdad, liberándonos de la esclavitud del pecado, del error y del Demonio. Por esta razón es que San Expedito aparece en sus imágenes con una cruz blanca en su mano, ya que, al recibir la gracia para conocer a Jesucristo, estaba meditando sobre Jesús crucificado, para saber quién era Jesús. En ese momento, se le apareció del Demonio en persona, pero oculto bajo la imagen de un cuervo negro, porque si se le aparecía tal como es, el Diablo es tan horrible, que la persona puede morir del susto con solo verlo. El Diablo, que es astuto y llamado “Seductor”, comenzó a sobrevolar sobre San Expedito, diciéndole: “Cras, cras”, que en latín significa “mañana” y hacía esto porque lo estaba tentando, no con renunciar a Jesucristo, sino con dejar la conversión “para mañana”. En otras palabras, es como si le dijera: “No te conviertas hoy, déjalo para mañana, por hoy, continúa siendo pagano, continúa adorando mis ídolos, continúa usando mis amuletos; ya mañana tendrás tiempo de convertirte”. El Diablo sabía que, si San Expedito caía en la trampa, cometía un gran error, porque nadie sabe si estará vivo mañana, entonces, si él dejaba la conversión para el día siguiente, exponía su alma a la condenación eterna, al no estar convertido a Jesucristo.

         Pero el santo, recibiendo una fuerza y una luz extraordinaria de la Santa Cruz que sostenía en su mano, exclamó con prontitud y con gran voz: “¡Hodie!”, que en latín significa: “hoy”. Con esto, San Expedito decía lo siguiente: “¡Hoy y no mañana, me convertiré a Jesucristo; hoy y no mañana, dejaré de adorar a los ídolos demoníacos para adorar al Único y Verdadero Dios, Nuestro Señor Jesucristo; hoy y no mañana, dejaré de usar los amuletos y talismanes de los brujos y hechiceros, para usar imágenes de la Virgen el Santo Crucifijo; hoy y no mañana, dejaré de cumplir los mandamientos de Satanás para comenzar a vivir según los Mandamientos de la Ley de Dios y esto lo haré por mí y por mis seres queridos”. En otras palabras, San Expedito reaccionó de manera urgente frente a la tentación del Demonio y pidió con su proclama, la verdadera causa urgente que todos debemos pedir todos los días y es la conversión del alma a Nuestro Señor Jesucristo, Presente en la Santa Cruz y Presente en Persona en la Sagrada Eucaristía y esta gracia de la conversión debemos pedirla para nosotros, para nuestros seres queridos y para todo prójimo. Por esta razón, San Expedito es el “santo de las causas urgentes” y la primera causa urgente es la conversión del alma y del corazón a Jesús Eucaristía.