San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

jueves, 28 de agosto de 2014

Martirio de San Juan Bautista


         Juan el Bautista muere decapitado por Herodes, pero aunque el Evangelio remarca el hecho de que el Bautista recriminaba a Herodes porque “tenía a la mujer de su hermano”, Herodías, su muerte no se debe a la mera pasión de odio que Herodías albergaba contra Juan, así como el reclamo de Juan contra Herodes no se limita a un simple llamado de atención contra la fidelidad conyugal y contra la castidad. Detrás de la recriminación de Juan el Bautista contra Herodes y detrás de la muerte de Juan el Bautista a manos de Herodes por instigación de Herodías, hay un misterio sobrenatural, que sobrepasa en mucho a las pasiones humanas y a las virtudes humanas matrimoniales, en este caso, las de la fidelidad conyugal y las de la castidad.
         Juan el Bautista muere por dar testimonio de Jesucristo, el Hombre-Dios, que en cuanto Dios, “hace nuevas todas las cosas”, tal como lo dice en el Apocalipsis[1], y una de las cosas que hace nuevas es, precisamente, el matrimonio, al cual le da el fundamento de la indisolubilidad, de la castidad y de la fidelidad, por cuanto Él mismo es, por el misterio de su Encarnación, el Hombre-Dios, que se esposa de modo místico con la Iglesia, y esa es la razón por la cual, uno de los nombres de Jesús es el de: “Esposo de la Iglesia”, y a su vez, uno de los nombres de la Iglesia, es “Esposa de Cristo”. Es de este desposorio místico entre Cristo Esposo con la Iglesia Esposa, de donde toman los esposos cristianos las características para su matrimonio –unidad, fidelidad, indisolubilidad, castidad conyugal-, de manera tal que los esposos cristianos, injertados por el sacramento del matrimonio en el connubio místico entre Cristo Esposo y la Iglesia Esposa, son como una ramificación de este ante los hombres y ante la sociedad.
Éste es el fundamento de porqué los esposos cristianos –católicos- no deben –no pueden- divorciarse; éste es el fundamento de porqué los esposos cristianos no pueden no amarse hasta la muerte de cruz, porque el fundamento de su amor esponsal no es su propio amor humano –limitado, egoísta, pequeño-, sino el Amor de Cristo Esposo, que da su vida por su Esposa, la Iglesia, desde la Cruz y desde la Cruz comunica de ese Amor a los esposos; éste es el fundamento por el cual los esposos cristianos deben ser fieles el uno al otro, porque su fidelidad esponsal se fundamenta y cimenta en la fidelidad mutua entre Cristo Esposo y la Iglesia Esposa -¿se puede pensar en un Cristo sin la Iglesia, o en una Iglesia sin Cristo?-; ésta es la razón por la cual los esposos cristianos deben ser prolíficos, porque la Iglesia Esposa, engendrada del costado traspasado de Jesús crucificado, engendra a su vez innumerables hijos de Dios por el  bautismo.
Cuando Juan el Bautista muere decapitado por Herodes, no muere debido al simple odio de una mujer; muere porque el Ángel caído persigue a quienes dan testimonio del Hombre-Dios, que “hace nuevas todas las cosas”, y entre las primeras cosas que hace nuevas, es el matrimonio, el matrimonio al cual Jesús viene a injertarlo en su unión esponsal con la Iglesia Esposa, para concederle características verdaderamente celestiales y es por eso que la decapitación de Juan el Bautista se debe a que el Demonio intenta, vanamente, detener la obra de la salvación de Jesús. La muerte de Juan el Bautista debe hacer recordar a los esposos –y a quienes estén por emprender el matrimonio- que la fidelidad, la indisolubilidad y la castidad conyugal, puesto que se fundamentan en el matrimonio místico de Cristo Esposo y de la Iglesia Esposa -y por lo tanto el fundamento es sagrado y divino y no dependen de disposiciones humanas-, no se pueden ni se deben, de ninguna manera, y bajo ningún punto vista, ni siquiera si la propia vida está en juego, ser puestos en riesgo.




[1] 21, 5.

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