San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

domingo, 21 de mayo de 2023

San Felipe Neri

 



         Vida de santidad[1].

         Nació en Florencia, Italia, en 1515, uno de cuatro hijos del notario Francesco y Lucrecia Neri. Muy pronto perdieron a su madre, pero la segunda esposa de su padre fue para ellos una verdadera madre. Desde pequeño Felipe era afable, obediente y amante de la oración. En su juventud le gustaba visitar a los padres dominicos del Monasterio de San Marco y según su propio testimonio estos padres le inspiraron a la virtud. A los 17 años fue a Roma, donde Felipe hizo sus estudios de filosofía y teología en la Sapienza y en Sant’Agostino. El 23 de mayo de 1551 recibió las órdenes sagradas. Tenía 36 años. ejerció el apostolado sobre todo en el confesonario, en el que se sentaba desde la madrugada hasta mediodía, algunas veces hasta altas horas de la tarde, para atender a una multitud de penitentes de toda edad y condición social. Celebraba con gran devoción la misa diaria, cosa que muchos sacerdotes habían abandonado. Con frecuencia experimentaba el éxtasis durante la misa y se le observó levitando en algunas ocasiones. San Felipe tuvo muchos éxitos apostólicos, pero también gran oposición. Uno de estos fue el cardenal Rosario, vicario del Papa Pablo IV. El santo fue llamado ante el cardenal acusado de formar una secta. Se le prohibió confesar y tener más reuniones o peregrinaciones. Su pronta y completa obediencia edificó a sus simpatizantes. El santo comprendía que era Dios quien le probaba y que la solución era la oración. El cardenal Rosario murió repentinamente. El santo no guardó ningún resentimiento hacia el cardenal ni permitía la menor crítica contra este.  Sufrió varias enfermedades y dos años antes de morir logró renunciar a su cargo de superior, siendo sustituido por Baronio.

Obtuvo permiso de celebrar diariamente la misa en el pequeño oratorio que estaba junto a su cuarto. Como frecuentemente era arrebatado en éxtasis durante la misa, los asistentes acabaron por tomar la costumbre de retirarse al “Agnus Dei”. El acólito hacía lo mismo. Después de apagar los cirios, encender una lamparilla y colgar de la puerta un letrero para anunciar que San Felipe estaba celebrando todavía; dos horas después volvía el acólito, encendía de nuevo los cirios y la misa continuaba. El día de Corpus Christi, 25 de mayo de 1595, el santo estaba tan desbordante de alegría, que su médico le dijo que nunca le había visto tan bien durante los últimos diez años. Pero San Felipe sabía perfectamente que había llegado su última hora. Confesó durante todo el día y recibió, como de costumbre, a los visitantes. Pero antes de retirarse, dijo: “Al fin de cuentas, hay que morir”. Hacia medianoche sufrió un ataque tan agudo, que se convocó a la comunidad. Baronio, después de leer las oraciones de los agonizantes, le pidió que se despidiese de sus hijos y los bendijese. El santo, que ya no podía hablar, levantó la mano para dar la bendición y murió un instante después. Tenía entonces ochenta años y dejaba tras de sí una obra imperecedera. San Felipe fue canonizado en 1622.

         Mensaje de santidad.

         El mensaje de santidad de San Felipe lo podemos tomar reflexionando brevemente sobre algunos de sus dichos. Uno de sus dichos es el siguiente: “Quien quiera algo que no sea Cristo, no sabe lo que quiere; quien pida algo que no sea Cristo, no sabe lo que pide; quien no trabaje por Cristo, no sabe lo que hace”. Esto mismo lo podemos reemplazar por “Eucaristía”, puesto que la Eucaristía es el mismo Cristo del cual habla San Felipe Neri, oculto en apariencia de pan. Podemos decir entonces: “Quien quiera algo que no sea la Eucaristía, no sabe lo que quiere; quien pida algo que no sea la Eucaristía, no sabe lo que pide; quien no trabaje por la Eucaristía, no sabe lo que hace”. Esto es así, porque Cristo Eucaristía es Dios Hijo escondido en apariencia de pan y si esto es así, como lo es, ¿qué puede haber algo de más deseable, que no sea Cristo Eucaristía? ¿Qué cosa puede pedirse, que sea más grande, hermoso, valioso, maravilloso, que la Sagrada Eucaristía, Cristo Dios oculto en apariencia de pan? ¿Qué cosa puede desearse, que no sea más grandioso y maravilloso, que Cristo Dios en la Eucaristía? ¿En qué se puede trabajar, que nos dé una remuneración tan grande, como el Reino de los cielos, si no es trabajando por el Pan de Vida eterna, la Sagrada Eucaristía?

         Otro dicho de San Felipe Neri es: “¿Cómo es posible que alguien que cree en Dios, pueda amar algo fuera de Él”. Y esto es así porque, siendo Dios Trinidad Quien ES, la Suma Perfección, la Bondad Infinita, la Misericordia Divina, la Justicia Eterna, el Amor Increado, ¿porqué somos tan ciegos y necios, obstinándonos en amar algo o alguien que no sea Dios? Y lo mismo, exactamente lo mismo, lo decimos de la Eucaristía, porque la Eucaristía es Dios Hijo encarnado, oculto en apariencia de pan: ¿cómo podemos osar siquiera, a desear nada que no sea la Eucaristía, en donde está toda la plenitud de la divinidad, de la felicidad, de la paz, de la alegría, de la justicia y del Amor Divinos?

         Un último dicho de San Felipe es: “¿Oh Señor que eres tan adorable
y me has mandado a amarte, por qué me diste tan solo un corazón
y este tan pequeño?”. Aunque nosotros podríamos agregar que, en nuestro caso, nuestro corazón no solo es pequeño, sino miserable, porque en muchas ocasiones alberga y desea cosas que no son de Dios; por esto mismo, deberíamos pedir, junto a San Felipe Neri, que ensanche nuestro corazón todo cuanto sea posible, para albergar aunque sea una ínfima cantidad del Divino Amor que recibimos en cada Comunión Eucarística, en donde se nos entrega el Divino Amor que arde en el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.

 

viernes, 19 de mayo de 2023

San Expedito vence al Tentador con la Santa Cruz de Jesús

 



         Un día en la vida de San Expedito, elegido por Dios desde la eternidad para conceder a San Expedito la gracia de la conversión a Cristo, el santo recibió la gracia de conocer a Jesucristo como al Hombre-Dios, como al Salvador de los hombres y en ese pensamiento estaba San Expedito, sosteniendo la Santa Cruz de Jesús, cuando el Demonio se le apareció bajo la forma de un cuervo negro. El Demonio, que se había dado cuenta del cambio en San Expedito, que ya no adoraba a los falsos ídolos, que son los disfraces del Demonio y dándose cuenta de que estaba a punto de convertirse a Cristo, comenzó a dar vueltas a su alrededor, gritando: “Cras, cras!”, que en latín significa: “¡Mañana, mañana!”. Es decir, el Demonio tentaba sutilmente a San Expedito para lograr que se alejara de Jesucristo, pero no le decía: “No te conviertas”, sino que le decía: “Conviértete, pero deja la conversión para mañana, ya tendrás tiempo de convertirte, mientras tanto, continúa con tu vida de pagano, continúa adorando a los falsos ídolos”. Esta tentación era sutil, porque no le decía que no se convirtiera, sino que postergara la conversión para “mañana”, lo cual es una trampa, porque ninguno de nosotros sabe si estará vivo “mañana”. Esto quiere decir que si San Expedito cedía a la tentación del Demonio, llamado el Tentador, ponía en riesgo su eterna salvación, porque si moría esa noche sin convertirse a Cristo, su alma se condenaba. Pero San Expedito venció a la tentación del Demonio por medio de la Santa Cruz de Jesús: sosteniendo en alto la Santa Cruz, recibiendo de la Cruz la gracia y el poder de Cristo, San Expedito exclamó con voz firme y potente: “Hodie!”, que significa en latín: “Hoy”, es decir, San Expedito, recibiendo el poder de Cristo a través de la Cruz, eligió a Cristo y no al Demonio.

Entonces, hasta antes de conocer a Jesucristo, San Expedito era un soldado romano pagano, es decir, adoraba a muchos ídolos, los cuales son demonios, como dice la Escritura: “Los ídolos de los gentiles son demonios”. Esos ídolos, en nuestros días, serían las devociones paganas y supersticiosas como la Difunta Correa, el Gauchito Gil, San La Muerte, aunque también son ídolos demoníacos el dinero, el éxito, la fama del mundo, las ideologías anticristianas como el comunismo, socialismo y liberalismo e incluso hasta sistemas de gobierno que no se guían por la Ley de Dios y sus Mandamientos.

Vivimos en un mundo en el que el espíritu del Anticristo se hace cada vez más y más fuerte y en el que el Demonio se esconde para tentarnos con su astucia, para que nos alejemos de nuestro Salvador, Nuestro Señor Jesucristo. Al recordar a San Expedito en su día, le pidamos al santo que interceda para que no posterguemos nuestra conversión eucarística, para que ya, desde ahora, comencemos a adorar al Cristo Eucarístico y a vivir según sus Mandamientos.

miércoles, 10 de mayo de 2023

San Juan de Ávila


 


        

         Vida de santidad[1].

         Nacido en Almodóvar del Campo, Ciudad Real (España), el 6 de enero de 1499 ó 1500. El año 1513 fue a estudiar leyes a Salamanca. Regresó a casa después de cuatro años y, aconsejado por un franciscano, estudió filosofía y teología. Al poco tiempo murieron sus padres. Fue ordenado sacerdote el año 1526. El padre Juan de Ávila repartió sus bienes a los pobres y se entregó a la oración y a la enseñanza del catecismo. El año 1535, llamado por el obispo, marchó a Córdoba donde conoció a fray Luis de Granada. Allí organizó predicaciones por los pueblos obteniendo muchas conversiones de personas importantes. Dedicó también mucho tiempo al clero para quien fundó centros de estudios como los colegios de San Pelagio y de la Asunción. Al año siguiente, se desplazó a Granada a donde fue llamado para ayudar al arzobispo Gaspar de Ávalos en la fundación de la universidad. En esa ciudad tuvo lugar la conversión de San Juan de Dios, quien después de haber escuchado la predicación del San Juan de Ávila decidió dedicar su vida a los pobres, enfermos y menesterosos. El grupo sacerdotal de San Juan de Ávila se formó en Granada hacia el año 1537. Los sacerdotes, que se dedicaban a la predicación, vivían en comunidad, bajo la obediencia del santo, quien les aconsejaba fortalecer su vida interior: recibir frecuentemente la confesión y comunión, hacer dos horas de oración de mañana y tarde, y estudiar el Nuevo Testamento. Luego San Juan acudió a Baeza (Jaén) en 1539, donde ayudó en la fundación de la Universidad.

Murió el 10 de mayo de 1569. Santa Teresa, al enterarse de la muerte de Juan de Ávila, se puso a llorar. Cuando le preguntaron por qué lloraba, respondió: “Lloro porque la Iglesia de Dios pierde a una gran columna”. Fue beatificado el 4 de abril de 1894 por el papa León XIII. Pío XII lo declaró Patrono del clero secular español el 2 de julio de 1946, y el papa Pablo VI lo canonizó el 31 de mayo de 1970. El 7 de octubre de 2012 su nombre fue agregado a la lista de Doctores de la Iglesia por el Papa Benedicto XVI.

         Mensaje de santidad.

Uno de los principales mensajes de santidad de San Juan de Ávila es su gran amor a la Eucaristía: estando ya seriamente enfermo, quiso ir a celebrar misa a una ermita, pero por el camino se sintió imposibilitado. Entonces, el Señor se le apareció, en figura de peregrino, y le animó a llegar hasta la meta. En una de las últimas ocasiones en que celebró la misa le habló el crucifijo: “Perdonados te son tus pecados”. En nuestros días, la mayoría de los cristianos obra, en relación a la Eucaristía, penosamente de forma contraria a San Juan de Ávila: si el santo, estando al límite de sus fuerzas, hizo un esfuerzo sobrehumano para llegar al lugar donde debía celebrar el Santo Sacrificio del Altar, hoy los cristianos, estando en la plenitud de sus fuerzas, en vez de acudir con fervor, piedad y amor a postrarse ante Jesús Eucaristía, prefieren las distracciones mundanas, eligen los placeres sensibles, se aferran a los atractivos del mundo, atractivos que detrás de su falsa alegría, esconden la sombría realidad del reino de las tinieblas. Al recordarlo en su día, le pidamos a San Juan de Ávila que interceda para que, al igual que sucedió con él, crezca en nosotros cada vez más, con mayor intensidad, el amor a Jesús Eucaristía, única razón de vivir, única razón de existir, única razón de ser.

 

martes, 2 de mayo de 2023

San Atanasio


 


Vida de santidad[1]. nació en Alejandría de Egipto en el año 295. Obispo y Doctor de la Iglesia, preclaro por su santidad y doctrina, defendió con valentía en Alejandría de Egipto la fe católica en Cristo como Dios Hijo encarnado, desde el tiempo del emperador Constantino hasta Valente, por lo cual tuvo que soportar numerosas asechanzas por parte de los arrianos y ser desterrado en varias ocasiones. Finalmente, regresó a la Iglesia que se le había confiado, donde, después de haber luchado y sufrido mucho con heroica paciencia, descansó en la paz de Cristo en el cuadragésimo sexto aniversario de su ordenación episcopal ( 373).

         Mensaje de santidad.

Su principal mensaje de santidad es el haber defendido con valentía e inteligencia la verdadera doctrina católica acerca de la constitución íntima de Jesús de Nazareth. Mientras que Arrio, también sacerdote católico, pero hereje, había logrado, luego del Concilio de Nicea, propagar la falsa idea de que Jesús de Nazareth era una creatura excelsa, sí, pero solo una creatura humana, San Atanasio se opuso fervientemente a esta peligrosa herejía, que amenazaba con hacer caer todo el edificio dogmático de la Iglesia Católica, transformándola, de Iglesia y Esposa Mística del Cordero, en una iglesia más entre tantas de las iglesias inventadas por los hombres. La oposición a Arrio le valió ser desterrado cinco veces por medio de sendos decretos imperiales: fue desterrado por los emperadores Constantino, Constancio, Julián y Valente, pero esto no hizo retroceder ni un milímetro a San Atanasio en la defensa de la divinidad de Cristo. Si Arrio, que era un sacerdote salido del seno mismo de la Iglesia de Alejandría, triunfaba en su negación de la divinidad de Cristo, negando la igualdad substancial entre el Padre y el Hijo, con esta teoría herética le daba una estocada mortal al corazón mismo de la Iglesia y del cristianismo. En efecto, si Cristo no es Hijo de Dios, es decir, si Cristo no es Dios Hijo encarnado, si Cristo no es la Segunda Persona de la Trinidad que se encarna en el seno de María Virgen por obra del Espíritu Santo, para la salvación del hombre, no sería posible, de ninguna manera, la redención del hombre y la Sagrada Eucaristía, que es la prolongación de la Encarnación del Verbo de Dios, sería un simple pan y no el Cuerpo y la Sangre del Hijo de Dios. Gracias a la valentía de San Atanasio, que no se dejó amedrentar por las expulsiones, las burlas, las amenazas de muerte de parte de los herejes, muchos en la Iglesia, sobre todo sacerdotes y obispos, comenzaron a retractarse de sus errores en relación a Cristo y comenzaron a reconocerlo como a Dios Hijo encarnado, con lo cual la herejía arriana retrocedió hasta casi desaparecer, aunque hay que decir que, en la actualidad, esta herejía ha regresado con mucha fuerza, en el seno mismo de la Iglesia Católica. Por esto mismo, debemos pedirle a San Atanasio para que interceda por nosotros, para que nunca nos dejemos seducir por la herejía que niega la divinidad de Cristo Dios, puesto que, si negamos esta verdad de fe, no solo abandonamos la Iglesia, sino que la Sagrada Eucaristía, que es el Corazón de la Iglesia, quedaría reducida para nosotros a un mero trocito de pan bendecido. Gracias a la valentía de San Atanasio, a su coraje, determinación, inteligencia y gran amor a la Verdad, la Iglesia Católica jamás perdió la fe en la Sagrada Eucaristía como Pan Vivo bajado del Cielo, como Pan de Vida eterna, como la Carne del Cordero de Dios, asada en el Fuego del Espíritu Santo. Y, por la asistencia del Espíritu Santo, jamás perderá la fe en Cristo Dios en la Eucaristía.