San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

viernes, 29 de junio de 2012

Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo


Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia
“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16, 18). La gran tentación del mundo moderno, ateo y materialista -aunque también de muchos cristianos-, es considerar al Papa como el mero líder de una organización religiosa que, para colmo de males, ha quedado anclada en el pasado.
Es así como se pretende que el Papa cambie, modifique o suprima estados o situaciones para los cuales el Papa no tiene poder, ya que dependen de la naturaleza misma de las cosas y de la Voluntad divina expresada de modo irreversible. Muchos pretenden que el Papa modifique la legislación vigente acerca del celibato sacerdotal, o que permita la ordenación de mujeres, o que haga posible un nuevo matrimonio para los divorciados, entre otros muchos temas.
Quienes pretenden estos cambios olvidan que el Papa no es el líder de una organización religiosa, ni un jefe de Estado: el Papa es el Vicario de Cristo, el representante de Cristo en la Tierra, el “dulce Cristo en la tierra”, como lo llama Santa Catalina de Siena, y que la Iglesia se funda en él así como él se funda en Cristo. Quienes pretenden semejantes cambios en la Iglesia, cambios que deformarían la Iglesia de modo irreversible, hasta convertirla en una anti-Iglesia, olvidan las palabras de Cristo, por las cuales instituye el papado y nombra a Pedro como al primer Papa: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.
Adherir al Papa y a su Magisterio es, por lo tanto, adherir a Cristo y a su Magisterio; oponerse al Papa es oponerse al mismo Cristo.

miércoles, 27 de junio de 2012

San Expedito aplasta al demonio con la fuerza de la Cruz de Cristo



         Al detenernos a contemplar la imagen de San Expedito, observamos que, aplastado bajo su pie derecho, aparece un cuervo. Lejos de ser el simpático animalito que todos conocemos, se trata en realidad del Demonio, que se le apareció a San Expedito bajo la forma de cuervo.
         Ante esto, y como devotos del santo, nos podemos preguntar: ¿qué hace el Demonio, para ser aplastado por San Expedito?
         Para saberlo, analicemos brevemente el accionar del Demonio: ante todo, el Demonio, llamado por Jesús “Padre de la mentira”, hace creer que esta vida terrena es la única que hay, y que por lo tanto es para “disfrutar”, para “pasarla bien”, y para eso elabora todo un sofisticado sistema de seducción a través de los medios de comunicación. Es así como los entretenimientos y pasatiempos humanos se multiplican y se vuelven omnipresentes, como sucede por ejemplo con el fútbol: existen torneos de todo tipo –locales, provinciales, regionales, internacionales, mundiales- que se transmiten a toda hora y por numerosos canales de televisión. Lo mismo sucede con la moda, el espectáculo, el cine, la música –particularmente nocivas y demoníacas son la “música” cumbia y el rock-: sus ofertas, sobre todo por televisión, se multiplican casi al infinito, volviéndose más y más atractivas de manera particular los fines de semana, de manera tal que se instala en el común de la gente la idea de que el fin de semana –comenzando ya incluso desde el jueves- es para “divertirse” y “hacer fiesta”, dejando de lado por completo la idea del viernes como día penitencial que recuerda a la Pasión, del sábado como día para recordar a la Virgen en soledad por la muerte de su Hijo, y del Domingo como “Día del Señor”, es decir, como el día más importante de la semana, dedicado a conmemorar la resurrección de Jesucristo.
         Es así como cientos de miles y miles de niños y jóvenes, en nuestro país y en el mundo entero, han abandonado -o más bien, ni siquiera han adoptado nunca- el hábito de hacer oración, de leer la Biblia, de meditar, de leer vidas de santos y, por supuesto, de asistir a Misa dominical, todo lo cual supone un rotundo triunfo de las oscuras fuerzas del infierno. Esto se comprueba fácilmente: la gran mayoría de niños y jóvenes –y no tan jóvenes- conocen y aman más a Messi que a Jesucristo, y ante la opción de asistir a Misa en el mismo horario en el que juega la Selección, o el Barcelona, o cualquier equipo de fútbol conocido mediáticamente, la elección es por todos conocida: se prefiere al ídolo demoníaco del fútbol antes que a Jesús Eucaristía. Si se piensa que en el siglo pasado, el demonio exultó de alegría cuando difundiendo falsos rumores sobre la liberación de dos niños posesos hizo asistir en un día domingo, por curiosidad, a cientos de personas, y la causa de su alegría era haber inducido a que toda esa gente cometiera pecado mortal al faltar a la Santa Misa dominical, nos podemos imaginar fácilmente la alegría que experimenta en nuestros tiempos, cuando los estadios de fútbol, las salas de cines, los paseos de compras, están llenos los domingos, mientras que las iglesias están vacías.
         Otro engaño del Demonio, muy frecuente en estos días, y aparejado con esto que venimos diciendo, es la difusión de la creencia de que la Iglesia con sus sacramentos, principalmente la Eucaristía, no son necesarios para la salvación, ya que cada uno se puede salvar a sí mismo. Así se ve el abandono masivo de las confesiones y de las comuniones eucarísticas, o también comuniones sin confesiones previas.
         Otro engaño del Demonio consiste en presentar a los sentidos cosas que son malas y perversas, haciéndolas pasar por buenas, con el consiguiente daño no solo corporal, físico y mental, sino ante todo espiritual. Así es como todo lo malo se presenta como bueno: la droga, el aborto, las relaciones anti-naturales, el divorcio, el concubinato, la sensualidad en la moda y en el vestir, el poder, el dinero, la violencia, etc.
         Este el accionar del Demonio en nuestros días, esparciendo errores, mentiras, falsedades y engaños, para hacer caer a las almas en pecado mortal y poder arrastrarlas al infierno, como muestra de su insaciable odio a Dios.Y tiene mucho éxito en su empeño, según las apariciones de la Virgen María en Fátima, en donde les muestra a los pastorcitos las almas que caen en el infierno, "como las hojas de los árboles caen en otoño".
Como devotos de San Expedito, le pedimos a Él y a María Santísima, que intercedan ante Jesucristo, para que también nosotros, al igual que él, podamos aplastar al Demonio con la fuerza omnipotente de la Cruz del Salvador.

martes, 26 de junio de 2012

El fuego, las espinas y la cruz del Sagrado Corazón



         En una de sus apariciones, Jesús le muestra su Sagrado Corazón a Santa Margarita y le dice: “Este es el Corazón que tanto ha amado a los hombres (…) Pero de los hombres recibo a cambio solo desprecio, ingratitud, indiferencias, ultrajes”.
         ¿Cómo es el Corazón que Jesús le muestra a Santa Margarita? Según las declaraciones de la santa relativas a las apariciones, hay tres elementos dominantes: llamas de fuego que lo envuelven y que representan al Espíritu Santo, Fuego de Amor divino; espinas que lo rodean y lo punzan en cada latido, representando a los cristianos ingratos; y finalmente en su base, una cruz, que significa el camino que el alma debe recorrer para llegar a Él.
         Con respecto al Amor del Sagrado Corazón -representado en las llamas que lo envuelven-, no es un amor meramente declarativo, que se queda solo en la expresión verbal del amor: es un Amor que lleva a Cristo al extremo de morir en la Cruz por aquellos a quienes ama; es un Amor que no vacila en exprimir hasta la última gota de sangre del Corazón del Salvador, al punto de poder decir Dios que Él, como Dios, ya no tiene más para dar a los hombres, porque les ha dado literalmente no solo todo lo que Él tiene sino también todo lo que Él es, porque hasta en las últimas gotas de sangre de su Corazón traspasado se dona todo entero el Ser trinitario, que se derrama incontenible sobre la Humanidad.
         Pero el Corazón de Jesús, además de estar envuelto en las llamas del Amor divino, está rodeado también de espinas, de modo que a cada latido suyo de Amor, le corresponde un agudo dolor causado por las espinas que lo punzan. Y como el Corazón es uno de los órganos más sensibles al dolor, a un estado continuo de pulsaciones de amor, le corresponde un igual estado continuo de dolor. Las espinas representan a los hombres “ingratos”, “indiferentes”, que “desprecian” y “ultrajan” al Sagrado Corazón, y son la causa de las amargas quejas de Jesús.
Esto es así porque desde niños, hasta ancianos, pasando por la edad juvenil y la edad madura, los hombres –la gran mayoría- prefieren ensimismarse en la nada insignificante de sus entretenimientos y ocupaciones pasajeras, o en la náusea del pecado, en vez de postrarse, de rodillas, ante el Sagrado Corazón, que late de Amor en la Eucaristía, solo y abandonado por los cristianos, aquellos por quienes, en el extremo de su locura de amor, decidió dar su vida en la Cruz.
La Cruz, el tercer elemento de las apariciones a Santa Margarita, significa que el Sagrado Corazón, amoroso y doliente, está crucificado, agonizando de amor en el patíbulo de la Cruz; esto quiere decir que para acercarse al Sagrado Corazón, hay que subir a la Cruz, para escuchar sus latidos de Amor y de dolor; hay que subirse a la Cruz para beber de la fuente inagotable del Amor divino, abierta por la lanza.
Quien quiera amar al Sagrado Corazón debe subir a la Cruz, para ser crucificado con Él.
¿Qué más puede hacer Dios por nosotros? Viene a este mundo como un hombre fracasado, abandonado por todos excepto su Madre, permitiendo que traspasen su Corazón para que se derrame hasta la última gota de su Sangre, para salvarnos del demonio y para donarnos la filiación divina…
“De los hombres sólo recibo desprecios, ingratitudes, indiferencias…”. Que no tenga Jesús que lamentarse amargamente por nosotros, y que sepamos corresponder y reparar, con amor y adoración, como lo hizo la Virgen al pie de la Cruz, a tantos ultrajes y sacrilegios recibidos por el Sagrado Corazón en la Eucaristía.

jueves, 21 de junio de 2012

Solemnidad del Sagrado Corazón – Ciclo B – 2012




         Santa Margarita María relata así la cuarta aparición del Sagrado Corazón, el 16 de Junio de 1675: “Estando una vez en presencia del Santísimo Sacramento, un día de su octava, recibí de Dios Gracias excesivas de Su Amor (…) Entonces, descubriendo Su Divino Corazón me dijo: “He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres, y que no ha ahorrado nada, hasta el extremo de agotarse y consumirse para demostrarles Su Amor, y en reconocimiento no recibo de la mayor parte más que ingratitud, ya por sus irreverencias y sacrilegios, ya por la frialdad y desprecio con que Me tratan en este Sacramento del Amor. Pero lo que más Me duele es que sean corazones consagrados a Mí los que así Me tratan. Por eso te pido, que sea dedicado el Primer Viernes, después de la octava del Corpus, a celebrarse una Fiesta especial para honrar Mi Corazón, comulgando ese día y reparando Su Honor por medio de un respetuoso ofrecimiento, a fin de expiar las injurias que he recibido durante el tiempo que he estado expuesto en los altares. También te prometo que Mi Corazón se dilatará para esparcir en abundancia las influencias de Su Divino Amor sobre quienes Le hagan ese honor y procuren que se Le tribute”[1].
Jesús le muestra su Sagrado Corazón y le dice “se ha agotado y consumido” para “demostrarles su Amor” a los hombres, y que en respuesta, solo ha recibido, de la gran mayoría, incluidos los consagrados, “ingratitud, irreverencias, sacrilegios, frialdad y desprecio”. Luego le pide la fiesta del Primer Viernes, después de la octava de Corpus Christi.
Además, en la tercera aparición, le dice que la hará participar de la “tristeza mortal” que padeció en el Huerto de los Olivos.
¿En qué consiste esta “tristeza mortal” del Sagrado Corazón? ¿De qué manera se ha “consumido y agotado” demostrando su Amor?
Para tener una idea, es necesario escuchar lo que el mismo Sagrado Corazón le dice a Luisa Piccarretta, cuando la sierva de Dios contemplaba la tercera hora de agonía en el Huerto de los Olivos: “Agonizante Jesús mío, mientras parece que se te va la vida, siento ya el estertor de tu agonía; tus ojos están apagados por la cercanía de la muerte, todo tu cuerpo se encuentra abandonado a sí mismo y el respiro frecuentemente te falta; y yo siento que se me rompe el corazón por el dolor; te abrazo y siento que estás helado; te sacudo y no das señales de vida... ¡Jesús! ¿Has muerto ya? Afligidísima Madre mía, ángeles del cielo, vengan todos a llorar por Jesús y no permitan que yo siga viviendo sin él, porque no puedo. Lo abrazo más fuerte y siento que da otro respiro y que de nuevo vuelve a no dar señales de vida... Lo llamo: ‘¡Jesús, Jesús, Vida mía, no te mueras! Oigo ya el alboroto que hacen tus enemigos que ya vienen a arrestarte. ¿Quién te defenderá en este estado en que te encuentras?’.
Y él, sacudido, parece resucitar de la muerte a la vida. Me mira y me dice: ‘Hijo, ¿estás aquí? ¿Has sido entonces espectador de todas mis penas y de las tantas muertes que he sufrido? Pues bien, debes saber, oh hijo, que en estas tres horas de amarguísima agonía he reunido en mí todas las vidas de las criaturas y he sufrido todas sus penas y hasta sus mismas muertes, dándole a cada una mi misma vida. Mis agonías sostendrán las suyas; mis amarguras y mi muerte se cambiarán para ellas en fuentes de dulzura y de vida. ¡Cuánto me cuestan las almas! ¡Si por lo menos fuera correspondido! Es por eso que tú has visto que por momentos moría para luego volver a respirar: eran las muertes de las criaturas que sentía en mí”.
La tristeza mortal del Sagrado Corazón, y el hecho de haberse consumido literalmente por Amor, se deben entonces a que Cristo, en cuanto Hombre-Dios, en sus tres horas de agonía en el Huerto de los Olivos, asume en sí mismo todas las vidas de todas las personas de todos los tiempos, desde Adán y Eva hasta el último hombre que habrá de nacer en el Último Día, y sufre sus mismas penas y sus mismas muertes, para darles de su propia vida.
Esto quiere decir que no son palabras retóricas el decir que Cristo en Persona sufre en los agonizantes, ya que Él está en quien agoniza, sufriendo su misma agonía y su misma muerte, para darle su propia vida.
La agonía de Jesús en el Huerto se debe a que sufre la agonía y la muerte de todos y cada uno de los cientos de miles de millones de seres humanos, incluidas nuestras propias agonías y muertes.
Cuando Jesús agoniza en el Huerto, agoniza porque sufre Él en Persona estas muertes, y lo hace –como Él lo dice-, para transformar los intensos dolores de la agonía, la tristeza y el llanto, en dulzura y regocijo celestial, con su omnipotencia divina. ¡Cuánto agradecimiento debemos al Sagrado Corazón, por haber no solo sufrido las muertes de nuestros seres queridos, sino haberlas convertido en gozo y alegría!
De todo esto, se comprende la amarga queja de Jesús a Santa Margarita, al ver tan poco –más bien, nada- correspondido su amor, por centenares de miles de niños, jóvenes y adultos, que conocen y aman más a Messi, a Cristiano Ronaldo, y a cualquier ídolo mundano que aparezca en los medios de comunicación; se comprende el dolor de Cristo, al comprobar cómo la inmensa mayoría de las almas, por las que el Sagrado Corazón sufrió en el Huerto de Getsemaní, prefieran sus diversiones banales y sus ocupaciones terrenas, antes que hacer un rato de adoración frente a Jesús Sacramentado.


[1]http://aparicionesdejesusymaria.files.wordpress.com/2011/06/santa-margarita-mc2aa-alacoque-revelaciones-del-corazc3b3n-de-jesc3bas-1673-1675.pdf

viernes, 1 de junio de 2012

La agonía del Sagrado Corazón en el Huerto de los Olivos



         El Sagrado Corazón le revela a Santa Margarita María que la inmensidad de los dolores que sufrió en las horas de agonía en el Huerto de Getsemaní, se debieron, en gran medida, a que en su Divinidad, veía cómo un gran número de almas habrían de condenarse, al mostrarse ingratas e indiferentes frente a su sacrificio en Cruz.
         Para muchísimas almas, su muerte no significaría nada, ya que habrían de preferir a sus propias pasiones, antes que la Cruz de Jesús, lo cual habría de conducirlas a la eterna condenación, y es esta visión de la enorme masa de condenados lo que más dolor le provocaba, y lo que hacía su agonía más y más intensa.
         Cuando se ve el estado espiritual de nuestra época, en donde los hombres viven como si Dios no existiera, o más bien, como si cada uno fuera su propio dios; cuando se ve a los jóvenes y adolescentes –solo a la salida de los colegios- que no es que hayan perdido el pudor y la vergüenza, sino que parecieran que jamás la tuvieron, porque la impudicia y la desvergüenza les son connaturales y no parecen conocer otra cosa; cuando se ve la inmensa muchedumbre de niños que empiezan a ser educados en las leyes anti-naturales; cuando se ve que la anti-natura se acepta como “natural” y se legitima por ley cualquier aberración que pueda surgir del corazón humano; cuando se ve que a enormes masas de gentes parece importarles solo el placer, el poder, el tener; cuando la droga se convierte en lucrativo y sangriento negocio que atrapa a países enteros, es que uno se pregunta si no son para nuestros días estas duras palabras del Sagrado Corazón, dictadas a Santa Brígida de Suecia: “Juro por mi Divinidad, que si morís en el estado que ahora estáis, nunca veréis Mi Rostro, sino que por vuestra soberbia os sumergiréis tan profundamente en el infierno, que todos los demonios estarán sobre vosotros, afligiéndoos incansablemente: por vuestra lujuria seréis llenos del horrible veneno del demonio, y por vuestra codicia os llenaréis de dolores y de angustias, y seréis participantes de todos los males que hay en el infierno. ­Oh, enemigos Míos, abominables, degenerados y desgraciados; sois a mis ojos como el gusano muerto en el invierno; haced, pues lo que queráis y prosperad ahora. Pero Yo me levantaré en el estío, y entonces callaréis y no os libraréis de Mi mano!’”[1].


[1] Celestiales revelaciones, págs. 458-459.