San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

viernes, 30 de junio de 2023

Primeros Mártires de la Santa Iglesia Romana

 



         Vida de santidad[1].

Los Santos Protomártires de la santa Iglesia Romana son cristianos que fueron injustamente acusados de haber incendiado la Ciudad de Roma; en consecuencia y por orden del emperador Nerón, unos fueron asesinados después de crueles tormentos, otros, cubiertos con pieles de fieras, entregados a perros rabiosos, y los demás, tras clavarlos en cruces, quemados vivos para que, al caer el día, alumbrasen la oscuridad. Todos eran discípulos de los Apóstoles y fueron las primicias del martirio que la iglesia de Roma presentó al Señor, en el año 64 d. C.

Mensaje de santidad.

La celebración de hoy se refiere a los protomártires de la Iglesia de Roma, víctimas de la persecución de Nerón después del incendio de Roma, que tuvo lugar el 19 de julio del año 64. ¿Por qué Nerón persiguió a los cristianos? Nos lo dice Cornelio Tácito en el libro XV de los Annales: “Como corrían voces que el incendio de Roma había sido doloso, Nerón los presentó como culpables, castigándolos con penas excepcionales, a los que, odiados por sus abominaciones, el pueblo llamaba cristianos”.

En tiempos de Nerón, en Roma, junto a la comunidad hebrea, vivía la pequeña y pacífica de los cristianos. De ellos, poco conocidos, circulaban voces calumniosas. Sobre ellos descargó Nerón su furia diabólica, condenándolos a terribles suplicios, haciéndolos culpables a los cristianos de las acusaciones que se le habían hecho a él. Los Primeros Cristianos eran odiados porque su fe en un único Dios Uno y Trino se oponía frontalmente a la creencia falsa de los paganos en ídolos paganos, los cuales son demonios y dentro de su culto se los presentaba como celosos y vengativos.

Dice Tertuliano: “Los paganos atribuyen a los cristianos cualquier calamidad pública, cualquier flagelo. Si las aguas del Tíber se desbordan e inundan la ciudad, si por el contrario el Nilo no se desborda ni inunda los campos, si hay sequía, carestía, peste, terremoto, la culpa es toda de los cristianos, que desprecian a los dioses, y por todas partes se grita: ¡Los cristianos a los leones!”. Nerón tuvo la responsabilidad de haber iniciado la absurda e injusta hostilidad del pueblo romano hacia los cristianos: la ferocidad con la que castigó a los presuntos incendiarios no se justifica ni siquiera por el supremo interés del imperio, ni tampoco por las pasiones humanas, sino por un odio preternatural, es decir, un odio originado en la naturaleza angélica de los ángeles caídos, los demonios.

Las formas de ejecuciones de los cristianos fueron de una especial malicia demoníaca, como el de las antorchas humanas, rociadas con brea y dejadas ardiendo en los jardines de la colina Oppio, o como aquel de mujeres y niños vestidos con pieles de animales y dejados a merced de las bestias feroces en el circo y fueron tan violentas, que despertaron un sentimiento de compasión incluso entre los mismos paganos que se habían dado cita en el Coliseo para ver el espectáculo de los cristianos siendo asesinados por su fe. “Entonces —sigue diciendo Tácito—se manifestó un sentimiento de piedad, aún tratándose de gente merecedora de los más ejemplares castigos, porque se veía que eran eliminados no por el bien público, sino para satisfacer la crueldad de un individuo”, Nerón. La persecución no terminó en aquel fatal verano del 64, sino que continuó hasta el año 67.

Entre los mártires más ilustres se encuentran el príncipe de los apóstoles, crucificado en el circo neroniano, en donde hoy está la Basílica de San Pedro, y el apóstol de los gentiles, san Pablo, decapitado en las “Acque Galvie” y enterrado en la vía Ostiense. Después de la fiesta de los dos apóstoles, el nuevo calendario quiere celebrar la memoria de los numerosos mártires que no pudieron tener un lugar especial en la liturgia.

En nuestros días se produce un fenómeno inverso al de los Primeros Mártires: si ellos dieron sus vidas por Cristo y por la Eucaristía, hoy, la inmensa mayoría de los cristianos huye de la Presencia real de Cristo en la Eucaristía, además de vivir como si Cristo nunca hubiera existido, como si Cristo nunca hubiera venido a la tierra para salvarnos y si los Santos Primeros Mártires dieron sus vidas por la Santa Misa dominical, en nuestros días la apostasía masiva hace lleva a los bautizados católicos a abandonar aquello por lo cual los Mártires dieron sus vidas, la Santa Misa. Al recordar a los Santos Mártires de Roma, les pidamos que intercedan para que también nosotros seamos capaces de amar a Jesús Eucaristía hasta la muerte, si así es la voluntad de Dios.

        

jueves, 29 de junio de 2023

Solemnidad de San Pedro y San Pablo


 


         Esta solemnidad festeja a las dos columnas de la Iglesia[1], San Pedro y San Pablo, cada uno con su don particular de gracia y con una misión establecida por Nuestro Señor Jesucristo.

Se celebra por una parte a Pedro, quien se caracteriza por ser el elegido por Cristo para ser “la roca” de la Iglesia, el elemento central de unidad y de poder sacerdotal sobre el que el mismo Cristo edificará su Iglesia, según sus palabras: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16, 16). San Pedro acepta humildemente su misión y por el nombre de Jesús sufre la cárcel y maltratos de parte de quienes se oponen a la Revelación de Cristo (cfr. Hch 5, 41). Predica con “parresía”, es decir, con valor y amor sobrenatural, lleno del Espíritu Santo (cfr. Hch 4, 8). Pedro es el amigo entrañable de Cristo, el hombre que ha sido elegido por Cristo para ser su Vicario en la tierra y que, a pesar de este amor de predilección que le muestra Jesucristo, lo niega tres veces, aunque luego se arrepiente de haber negado a su maestro, reparando la triple negación con la triple declaración de fe y de amor que hará luego del encuentro con Jesús resucitado. La fe de Pedro no es una fe más entre tantas, es la fe de la Iglesia, es la fe que reconoce en Cristo como Mesías, como el Salvador de los hombres; es la fe que reconoce en Cristo a la Segunda Persona de la Trinidad encarnada en la Humanidad Santísima de Jesús de Nazareth: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (cfr. Mt 16, 16). Esta confesión de Pedro, revelada por el Espíritu Santo, en la que reconoce la Divinidad de Cristo -"Tú eres Dios Hijo"-, es fundamental para la Doctrina Eucarística de la Iglesia Católica, porque si Jesús es Dios Hijo encarnado, la Eucaristía es el mism Dios Hijo, que prolonga su Encarnación en la Eucaristía. La misión de Pedro finalizará con el supremo testimonio del martirio, profetizado por Jesús: “Cuando seas viejo otro te ceñirá y te llevará donde no quieres” (cfr. Jn 21, 18).

Pablo, por su parte, recibe la gracia de la conversión a Cristo cuando se dirigía a Damasco y esta conversión lo lleva a un cambio radical en su vida: pasa de ser un tenaz perseguidor de los cristianos, a ser el “Apóstol de los gentiles”, llamado así porque con su prédica fervorosa numerosos cristianos se convertirán a su vez a Cristo.  Luego de su encuentro con Cristo, Pablo se convierte en el Apóstol incansable que recorre el mundo conocido en la época para anunciar la Buena Nueva de la salvación en Cristo Jesús, sin importarle ninguna otra cosa más que predicar a Cristo crucificado y resucitado por nuestra salvación: “¡Ay de mí si no evangelizare!” (1 Co 9, 16). También a Pablo se le reservaba, al igual que Pedro, la gracia del martirio, derramando su sangre por Cristo[2].

Además de estas misiones particulares, San Pedro y San Pablo forman, por disposición del Señor Jesús, lo que se conoce como “Colegio Apostólico”, en el que Pedro, Vicario de Cristo, el Papa, es el principal elemento constitutivo de este Colegio Episcopal, es su cabeza. Entonces, en el Colegio Apostólico, los Apóstoles están unidos entre sí al Romano Pontífice, sucesor de Pedro y los obispos, sucesores de los Apóstoles, están unidos al Papa y el Papa a Cristo, Segunda Persona de la Trinidad. De ahí que la estructura de la Iglesia sea vertical y jerárquica: Santísima Trinidad, Dios Hijo se encarna en Jesús de Nazareth, el Papa como Vicario de Jesús el Cristo, los Apóstoles, los suceros de los Apóstoles, los obispos, el pueblo fiel de bautizados. De esto se ve que la estructura vertical y jerárquica de la Iglesia forma parte de su esencia y que el que diseñó de esta manera a la Iglesia, es solamente Dios Uno y Trino. De esto también se deduce la temeridad diabólica de pretender cambiar la estructura jerárquica de la Iglesia, por una "democrática", como lo pretende el Sínodo alemán. Además de esto, el Señor hizo de Simón, al que dio el nombre de Pedro, y solamente de él, la piedra de su Iglesia, le entregó las llaves de ella y lo instituyó pastor de todo el rebaño: "Está claro que también el Colegio de los apóstoles, unido a su Cabeza, recibió la función de atar y desatar dada a Pedro". Este oficio pastoral de Pedro y de los demás apóstoles pertenece a los cimientos de la Iglesia y se continúa por los obispos bajo el primado del Papa.

El Papa, obispo de Roma y sucesor de san Pedro, "es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles". "El Pontífice Romano, en efecto, tiene en la Iglesia, en virtud de su función de Vicario de Cristo y Pastor de toda la Iglesia, la potestad plena, suprema y universal, que puede ejercer siempre con entera libertad". (Catecismo de la Iglesia Católica 881-882).

Por último, como dice San Agustín[3], celebramos en un mismo día el martirio de los dos Apóstoles, aunque fueran martirizados en diversos días, porque ambos en realidad eran una misma cosa. Y, también como dice San Agustín, “procuremos imitar su fe, su vida, sus trabajos, sus sufrimientos, su testimonio y su doctrina”[4].



[2] Juan Pablo II, 29 de junio de 2002.

[3] Cfr. Sermón 295, 1-2. 4-7. 8: PL 38, 1348-1353.

[4] Cfr. ibidem.

lunes, 26 de junio de 2023

San Ireneo

 



          Vida de santidad[1].

San Ireneo, educado en Esmirna; fue discípulo de la San Policarpo, obispo de aquella ciudad, quién a su vez fue discípulo del Apóstol San Juan. En el año 177 era presbítero en Lyon (Francia), y poco después ocupó la sede episcopal de dicha ciudad.

Las obras literarias de San Ireneo le han valido la dignidad de figurar prominentemente entre los Padres de la Iglesia, ya que sus escritos no sólo sirvieron para poner los cimientos de la teología cristiana, sino también para exponer y refutar los errores de los gnósticos y salvar así a la fe católica del grave peligro que corrió de contaminarse y corromperse por las insidiosas doctrinas de aquellos herejes. Recibió la palma del martirio, según las Actas de los Mártires, alrededor del año 200.

Mensaje de santidad.

San Ireneo se caracterizó por su lucha intelectual contra el gnosticismo, una doctrina religiosa esotérica -ocultista- y herética -niega las verdades fundamentales de la fe católica- según la cual la salvación no la concede Cristo -a quien consideran solo como un hombre y no como al Verbo de Dios Encarnado-, sino que se consigue por medio de la adquisición de  un conocimiento intuitivo, misterioso y secreto -reservado solo para los iniciados y no para los “profanos”- de las cosas divinas. Por ejemplo, el gnosticismo no solo niega a Jesús como al Hombre-Dios, sino que niega además la necesidad de la gracia santificante para el perdón de los pecados y para participar de la vida divina de la Trinidad: para el gnosticismo, el hombre no necesita participar de la vida divina, porque el hombre mismo es su propio dios y cuando alcanza este conocimiento, ahí es donde se da la salvación. Esta doctrina ocultista y herética, el gnosticismo, se infiltra incluso en la Iglesia católica misma y San Ireneo, dándose cuenta del enorme peligro del gnosticismo, se dedicó a combatirlo intelectual y espiritualmente y aunque el santo derrotó al gnosticismo en su época, esta doctrina ocultista ha resurgido con fuerza en nuestros días, en el seno mismo de la Iglesia Católica. El gnosticismo ocultista tergiversa y falsifica la Verdad Revelada contenida en las Sagradas Escrituras[2] y por eso mismo es necesario combatirlo, en nuestros días, como en los días de San Ireneo. Al recordar al santo en su día, le pidamos la gracia de poder detectar al gnosticismo para combatirlo intelectualmente y así permanecer fieles a las enseñanzas del Hombre-Dios Jesucristo.

 

 



[2] Hay un buen ejemplo sobre el método de combate que siguió San Ireneo: cuando trata sobre la creencia gnóstica de que el mundo visible fue creado, conservado y gobernado por seres angelicales y no por Dios, quien sin participación seguirá eternamente desligado del mundo, superior, indiferente, Ireneo expone la teoría, la desarrolla hasta llegar a su conclusión lógica y, por medio de una eficaz reductio ad absurdum, procede a demostrar su falsedad. Ireneo expresa la verdadera doctrina cristiana sobre la estrecha relación entre Dios y el mundo que El creó los siguientes términos: “El Padre está por encima de todo y Él es la cabeza de Cristo; pero a través del Verbo se hicieron todas las cosas y El mismo es el jefe de la Iglesia, en tanto que Su Espíritu se halla en todos nosotros; es El esa agua viva que el Señor da a los que creen en El y le aman porque saben que hay un Padre por encima de todas las cosas, a través de todas las cosas y en todas las cosas”.

martes, 13 de junio de 2023

Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

 



         La Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús se celebra en toda la Iglesia por pedido expreso de Jesús, porque si bien hasta las apariciones a Santa Margarita había ya distintas devociones al Sagrado Corazón, estas estaban circunscriptas a algunos lugares determinados o a algunos santos a los cuales Jesús se les había aparecido como el Sagrado Corazón. Sin embargo, en el año 1673, Jesús comienza a aparecerse a una monja, Santa Margarita María de Alacquoque y será en estas apariciones en las que el mismo Jesús pedirá que la devoción se extienda a toda la Iglesia: en 1675, Jesús le dijo a Santa Margarita María que quería que la Fiesta del Sagrado Corazón se celebrara el viernes después de la octava del Corpus Christi; en 1856, la Fiesta del Sagrado Corazón se convirtió en fiesta universal[1].

         Con respecto a la aparición, nos podemos preguntar la razón por la cual Jesús quiere que sea honrado y adorado como el Sagrado Corazón. La respuesta la tenemos ya en la primera aparición, ocurrida el 27 de diciembre de 1673. En esa aparición, Jesús le dijo así a Santa Margarita María Alacoque: “Mi Divino Corazón está tan inflamado de amor por los hombres, y por ti en particular, que, no pudiendo más contener en Sí mismo las llamas de Su ardiente Caridad, debe esparcirlas por tus medios y manifestarse a ellos (la humanidad) para enriquecerlos con las preciosas gracias de la santificación y la salvación necesarias para sacarlos del abismo de la perdición”[2].

         De las palabras de Jesús podemos sacar tres elementos esenciales de la devoción: la inmensidad del Amor de Dios por los hombres; la donación de gracias que los hombres necesitan para ser santos y así entrar al Cielo; evitar, por medio de la devoción al Sagrado Corazón, la eterna condenación en el Infierno.

         El primer elemento, el Amor Misericordioso de Dios por los hombres, está representado en el mismo Corazón de Jesús, puesto que el corazón es símbolo del amor: en este caso, es el símbolo del Amor de Dios a los hombres. Este Amor Misericordioso es infinito y eterno y esto lo deducimos porque el Corazón de Jesús está envuelto en llamas de fuego: son las llamas del Divino Amor, la Tercera Persona de la Trinidad, el Espíritu Santo, cuyo amor, por ser el Divino Amor, es infinito y eterno.

El segundo elemento, las gracias necesarias para la santificación, están contenidas estas gracias en la misma devoción: Jesús promete la eterna salvación para aquel que, adorando al Sagrado Corazón de Jesús, Presente en la Sagrada Eucaristía, confiese y comulgue nueve primeros viernes. Por estas gracias, entonces, el alma obtiene el Reino de los cielos.

El tercer elemento, el evitar la eterna condenación en el Infierno, se deduce explícitamente de las palabras de Jesús en la Primera Aparición: “Mi Divino Corazón quiere esparcir las gracias que necesitan los hombres para evitar el abismo de perdición”. El “abismo de perdición” no es otra cosa que el Infierno eterno, el Infierno de los condenados, adonde van a parar los ángeles rebeldes y los hombres que mueren en estado de pecado mortal por propia voluntad, por esto es que, quien se condena en el Infierno, lo hace por propia voluntad y no porque sea Dios quien lo condena. Quien se condena, lo hace porque libremente decidió rechazar a Dios y elegir el pecado y puesto que Dios respeta nuestro libre albedrío, no fuerza a nadie a entrar en su Reino, pero quien no quiera entrar en el Reino de los cielos, por medio de la devoción al Sagrado Corazón, entrará al reino de las tinieblas, donde reina Satanás, donde no hay redención, el Infierno y esto por toda la eternidad. Muchos se equivocan y piensan que la devoción al Sagrado Corazón es una devoción sentimentalista, sensiblera, que no tiene mayor trascendencia; sin embargo, la devoción al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús es esencial para nuestra eterna salvación y de tal manera que, podemos decir, quien no tiene devoción al Sagrado Corazón de Jesús, está muy lejos del Amor de Dios y su alma corre el riesgo de la eterna perdición. Adoremos al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, que late con el ritmo del Divino Amor en la Sagrada Eucaristía y que esta adoración en el tiempo se continúe con la eterna adoración al Sagrado Corazón en el Reino de los cielos.

 

lunes, 12 de junio de 2023

San Antonio de Padua

 


Vida de santidad.

Martirologio Romano: Memoria de san Antonio, presbítero y doctor de la Iglesia, que, nacido en Portugal, primero fue canónigo regular y después entró en la Orden recién fundada de los Hermanos Menores, para propagar la fe entre los pueblos de África, pero se dedicó a predicar por Italia y Francia, donde atrajo a muchos a la verdadera fe. Escribió sermones notables por su doctrina y estilo, y por mandato de san Francisco enseñó teología a los hermanos, hasta que en Padua descansó en el Señor. († 1231).

             Mensaje de santidad.

          Gran parte de su mensaje de santidad se encuentra en los innumerables milagros que el santo realizó en vida y que continúa haciéndolos desde el cielo, a quienes se confían a su intercesión.

          Uno de los milagros más reconocidos del santo es el conocido como el de “la mula adoradora”. Sucedió que en un debate que se estableció entre el santo y un hereje acerca de la Presencia real, verdadera y substancial de Jesús en la Eucaristía, el hereje -que negaba estas verdades y por eso era un hereje- desafío al santo a que demuestre con un milagro la verdadera Presencia de Jesús en la Hostia consagrada, prometiendo que si lo lograba, se convertiría a la verdadera doctrina, al catolicismo[1].

El hereje le explica a San Antonio su plan: él tendría a su mula encerrada en el establo durante tres días, sin darle de comer ni de beber; luego la llevaría a la plaza, delante de toda la gente y le pondría delante forraje fresco y agua en abundancia. Al mismo tiempo, San Antonio debería estar con el Santísimo Sacramento en una custodia, colocándose al costado del alimento para la mula: si el animal se arrodillaba ante la Hostia, ignorando la comida, el hereje prometía que se convertiría a la fe católica. Al llegar el día convenido, el Santo muestra la Hostia consagrada a la mula y le dice: “En virtud y en nombre del Creador, que yo a pesar de ser indigno, tengo verdaderamente entre las manos, te digo, oh animal, y te ordeno acercarte enseguida y con humildad y ofrécele la debida veneración”. Terminada la oración del santo, sucede el milagro: la mula, que estaba hambrienta y sedienta, en vez de dirigirse según lo que le indicaba su instinto animal, hacia la comida y la bebida, la mula deja de lado el alimento y se dirige hacia San Antonio de Padua, que tenía la custodia con el Santísimo Sacramento; al acercarse la mula, se postra ante Jesús Eucaristía y lo adora. 

Ahora bien, cuando pensamos y reflexionamos sobre el milagro, sobre lo sucedido entra la mula y la Hostia Consagrada, cuando contemplamos que la mula dobla sus patas delanteras en señal de adoración a Jesús Eucaristía, no podemos dejar de comparar con lo que sucede en nuestros días: la inmensa mayoría de los cristianos, dejándose seducir por el mundo, prefiere lo que el mundo ofrece -fama, éxito, dinero, satisfacción de las pasiones, et.- alejándose al mismo tiempo del Hijo de Dios Presente en Persona en la Eucaristía. Por esto, podemos decir con certeza lo siguiente: que la mula tiene más sentido de la Presencia real, verdadera y substancial, de Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía, que la inmensa mayoría de niños, jóvenes y adultos de nuestros días, que se arrodillan ante los ídolos del mundo y no ante Jesús Eucaristía.

jueves, 1 de junio de 2023

San Justino, mártir

 



         Vida de santidad.

San Justino Mártir nació en Neápolis (actual Nablus en Samaria, Palestina) hacia el año 100 de nuestra era y murió en el martirio, dando la vida por Cristo en el año 165 en Roma. Se caracterizaba por un gran deseo de saber y de alcanzar la verdad. Esto lo llevó a recorrer diferentes escuelas filosóficas como la de los estoicos, los peripatéticos, los pitagóricos y los neoplatónicos. Esta sed por la Verdad fue la que lo condujo a convertirse a Cristo, que es la Verdad Increada; su conversión a Cristo le llegó a través de un anciano cristiano en Éfeso, quien le enseñó la fe católica por medio de la lectura del Antiguo y el Nuevo Testamento. Según las actas notariales de su martirio fue decapitado bajo el prefecto Junio Rústico (163-167), en Roma, junto a otros seis cristianos: Caridad, Caritón, Evelpisto, Hierax, Peón y Liberiano. Así finalizó su vida terrena un hombre santo que vivió buscando la Verdad de Dios y la encontró en Jesucristo y, habiéndola encontrado, dio su vida por Jesucristo, la Sabiduría Encarnada.

         Mensaje de santidad.

         San Justino es modelo y ejemplo de santidad en su ferviente deseo por conocer la Verdad Última, la Verdad Primera y Absoluta sobre Dios, algo que caracterizaba también a San Agustín y a los filósofos pre-cristianos como Aristóteles y Platón: Aristóteles decía: “Soy amigo de Platón, pero soy más amigo de la Verdad”. Fue este deseo fervoroso de conocer la Verdad sobre Dios lo que lo llevó a descartar, una por una, todas las escuelas filosóficas paganas en las que no encontraba la Verdad en Sí misma; San Justino se dio cuenta de que en todas estas escuelas filosóficas solo había destellos de Verdad, pero no la Verdad Absoluta, Primera y Última acerca de Dios. En esto, San Justino es un gran ejemplo para nosotros, porque todo aquel que busque la Verdad y ame la Verdad, en realidad está buscando y amando a Dios, aun cuando no lo sepa, porque Dios es la Verdad Increada, es la Verdad Eterna y en Él no hay sombra alguna ni de error ni de falacia. Cuando alguien se propone, con rectitud de intención, buscar la Verdad, es ya una señal de que Dios lo está llamando a Sí mismo, por ser Él la Verdad y por habernos dado un instrumento, a todos y cada uno de los seres humanos, que es la razón, la cual es “capax Dei”, es “capaz de Dios”, en el sentido de que la razón humana solo encontrará su reposo en la Verdad, porque fue creada para buscar y reconocer a la Verdad, cuando esta se le presenta. Por eso el hombre puede distinguir, con la luz de su razón, lo verdadero de lo falso, por el don de la razón concedido por Dios. En esta búsqueda de la Verdad, para que sea sincera, el hombre debe apartarse de todo sistema filosófico o ideológico que se aparte de la Verdad Increada que es Dios -en nuestros tiempos, el relativismo, el ateísmo teórico y práctico, las ideologías materialistas y ateas como el marxismo, el comunismo, etc.- y así, siempre que esta búsqueda de la Verdad esté acompañada por el deseo de abrazarla, el hombre será capaz de encontrarla, como le sucedió a San Justino. Ahora bien, en el caso de Cristo, la búsqueda de la Verdad, su encuentro y el abrazar la Verdad de Dios que es Cristo, puede llegar a costar la vida, literal y materialmente, como le sucedió a San Justino. Mientras San Justino buscaba la verdad, era pagano, pero cuando la encontró en Cristo, se volvió cristiano y en muchas épocas de la historia, incluidos nuestros días, el ser cristiano puede costar la vida. A todo aquel que busque la Verdad de Dios, Dios le sale a su encuentro; con su razón lo descubre como Dios Uno y por la gracia le es revelada la Trinidad de Personas en Dios. Esto es lo que le pasó a San Justino y es lo que le sucede a todo aquel que, con rectitud de intención y con amor a la Verdad, la busca con ansias con su intelecto, con su inteligencia.