¿Por qué rezar con los salmos? Además de
los consagrados, ¿puede un laico rezar con los salmos? San Pío X nos da las
respuestas a estas preguntas y nos da las razones por las cuales hay que rezar
con los salmos y por las cuales un laico también debe rezar los salmos, y no
solo los consagrados. San Pío X afirma que los salmos sirven para “suscitar la
piedad cristina” ofreciendo por ellos a Dios un tributo de alabanza. Así, se
constituye en “voz de la Iglesia” que enseña a los fieles a “alabar a Dios y al
Cordero”[1].
Además, continúa San
Pío X, los salmos inducen a cultivar las más altas virtudes”. Con San Atanasio,
afirma que los salmos “son como un espejo, en el que los que salmodian se
contemplan a sí mismos y sus sentimientos y con estos sentimientos los
recitan”. Para reafirmar esta idea, cita a San Agustín, quien sostiene que
“lloró” con los salmos, al tiempo que se sentía “inflamado de piedad” a medida
que “la verdad” se iba haciendo más clara dentro de sí. Pero luego San Pío X dice que los salmos expresan “esbozado” a Cristo y, con San Agustín, afirma que este Crsito que ora en los salmos agradece, suplica, intercede, adora a Dios: "¿Quién no se sentirá inflamado de amor al descubrir la imagen esbozada de Cristo redentor, de quien san Agustín «oía la voz en todos los salmos, ora salmodiando, ora gimiendo, ora alegre por la esperanza, ora suspirando por la realidad»?".
Ahora bien, en la misma línea
de San Agustín, podemos afirmar que rezar los salmos implica algo mucho más
profundo que el suscitar subjetivamente sentimientos de piedad y es algo mucho
más profundo que elevar alabanzas a Dios "con los propios sentimientos", como
dice San Atanasio. ¿Por qué decimos esto? Trataremos de explicarlo. Según lo que afirma San Agustín, rezar con los salmos es
imitar a Cristo, porque si es que Cristo está esbozado en los salmos, entonces
quien reza el salterio imita a Cristo que por los salmos agradece, alaba, adora
a Dios, al igual que Cristo, es decir, lo imita.
Pero decimos que también significa algo todavía más profundo, desde el momento en que no se trata de solo
imitar a Cristo, sino de participar de su propia oración al Padre; es unirse
mística, espiritual y sobrenaturalmente a Cristo orante. Es decir, quien reza
los salmos, mucho más que verse encendido en deseos de virtud y de piedad,
participa místicamente de la oración que Cristo eleva a Dios por medio de los
salmos, se identifica con Cristo, hace suyos sus mismos sentimientos y se
convierte, por así decirlo –por medio de esta participación a la oración de
Cristo- en Cristo que ora al Padre. Y así se constituye en la “voz de la
Iglesia” de la que habla San Pío X, porque con los salmos, rezan a Dios el
Cuerpo Místico unido a la Cabeza, que es Cristo.
Estas son entonces las
razones por las cuales el cristiano laico -y no solo el consagrado- debe rezar con los salmos: no solo porque
le suscitan sentimientos de piedad y deseos de virtud, sino porque la verdad se
abre paso en sus almas por la recitación del salterio, y esa verdad es la unión
mística y sobrenatural con Cristo Cabeza del Cuerpo Místico, que a través de
los salmos eleva su espíritu al Padre.
[1] De la Constitución apostólica
Divino afflante Spiritu, del Papa San Pío X; (AAS 3 [1911], 633-635)
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