San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

miércoles, 19 de agosto de 2015

San Expedito y su urgente respuesta a la gracia de la conversión


         San Expedito es el “santo de las causas urgentes”: así, en su día, se acercan miles de personas, a lo largo y ancho del país, para obtener algún favor del santo, como por ejemplo, curaciones, salud, trabajo, y muchas otras cosas más, que necesitan de una pronta solución. No está mal pedir esto al santo, pero hay una verdadera “causa urgente”, que por su naturaleza se antepone a cualquier otra causa, por urgente que sea. ¿Cuál es esta “causa urgente”, por la cual tenemos que pedir la intercesión de San Expedito en primer lugar? La verdadera “causa urgente” que se antepone a toda otra “causa urgente”, es la de la propia conversión y la conversión de nuestros seres queridos, porque si no nos convertimos a Dios de todo corazón, aun cuando obtengamos salud, trabajo, y la solución de cualquier otra situación, de nada nos servirá, según las palabras de Jesús: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo, si pierde su alma?” (Mt 16, 26). No hay causa más urgente que la conversión y San Expedito es ejemplo de esto, porque al presentársele la libre opción entre aceptar la gracia de la conversión para dejar su antigua vida de pagano, o continuar libremente con su vida de pagano, eligió, en el acto y sin dudarlo, la gracia de la conversión. Ésta es la verdadera y única “causa urgente” por la cual debemos pedirle al santo, porque así se cumplirán las palabras de Jesús en nuestras vidas: “Preocúpense primero por el Reino de los cielos y lo demás se les dará por añadidura” (Mt 6, 33), lo cual quiere decir que, si buscamos la conversión del corazón, es decir, si buscamos a Dios, que está en la cruz y en la Eucaristía, con todo el corazón, todo lo demás –todas las “causas urgentes” secundarias-, se nos dará por añadidura, incluso hasta sin pedirlas, porque Dios “sabe qué es lo que necesitamos”.
         A los santos los pone la Iglesia no sólo para que contemplemos sus virtudes, sino para que los imitemos y eso es lo que debemos hacer con San Expedito: imitarlo en su prontitud y celeridad para responder a la gracia de la conversión, sosteniendo la cruz de Jesucristo en lo alto y diciendo: “Hodie! ¡Hoy! ¡Hoy, ya, ahora, dejo mi vida de pagano, mi vida de hombre viejo, mi vida de falta de perdón, de rencores, de resentimientos, de apego a las cosas bajas del mundo, para abrazar la cruz de Jesucristo y unirme a su Sagrado Corazón, para comenzar a vivir la vida nueva de los hijos de Dios, la vida de la gracia! ¡Hoy dejo atrás, para siempre, por el poder de la cruz y de la Sangre de Jesucristo, toda malicia, todo mal deseo, todo mal pensamiento, toda mala palabra, toda mala obra, para ser bañado por la Sangre del Cordero y así vivir con la santidad de Jesucristo!”.

Ésta es la verdadera “causa urgente” que debemos pedir, para nosotros y para nuestros seres queridos; lo demás, se dará por añadidura.

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