Vida
de santidad de Santa Elena.
De
origen humilde, quien luego fuera emperatriz, se casó en el año 270 d. C. con el
general romano Constancio Cloro el cual, cuando a su vez asumió como César, la
abandonó para casarse con Teodora, hijastra del emperador Maximiano[1]. Al
morir Constancio Cloro en el año 306, sus tropas, que se hallaban entonces
estacionadas en York, proclamaron emperador a su hijo Constantino. El joven emperador
publicó, en el año 313, el denominado “Edicto de Milán”, por el que toleraba el
cristianismo en todo el Imperio. Fue en esa época en la que, según el
testimonio de Eusebio, Santa Elena se convirtió al cristianismo, cuando tenía
ya cerca de sesenta años, destacándose en su fervor, en su piedad y en su amor
a Jesucristo, a la Iglesia y a la religión católica: “Bajo la influencia de su
hijo, Elena llegó a ser una cristiana tan fervorosa como si desde la infancia
hubiese sido discípula del Salvador”. Se dio entonces una admirable conjunción
en la cima del poder del imperio bizantino: mientras su hijo Constantino, el
emperador, no solo hacía cesar toda persecución, sino que decretaba la
autorización oficial del cristianismo y se empeñaba por exaltar a la Iglesia
Católica con su autoridad terrena, Santa Elena, madre del emperador, se
esforzaba al mismo tiempo para ayudar a su hijo en esa tarea. Un autor, Rufino,
califica de “incomparables” la fe y el celo de la santa, la cual supo comunicar
su fervor a los ciudadanos de Roma. Desde su cargo de poder, la emperatriz Elena
construyó numerosas iglesias, además de emplear los recursos del Imperio en
limosnas generosísimas, convirtiéndose en la principal benefactora de los
indigentes y de los desamparados y a pesar de ser la emperatriz, no obstante asistía
a los divinos oficios en las iglesias vestida con gran sencillez, sin ninguna
ostentación. En el año 324, luego de la victoria sobre Licinio, que convirtió a
su hijo Constantino en el amo de Oriente, Santa Elena fue a Palestina –algunos escritores
atribuyen el viaje a ciertas visiones que la santa habría tenido en sueños- a peregrinar
por los Santos Lugares del nacimiento de Cristo, de su Pasión y Resurrección, que
el Señor había santificado con su presencia corporal.
Constantino
mandó arrasar la explanada y el templo pagano de Venus que el emperador Adriano
había mandado construir sobre el Gólgota y el Santo Sepulcro, respectivamente,
y escribió al obispo de Jerusalén, san Macario, para que erigiese una iglesia “digna
del sitio más extraordinario del mundo”. Santa Elena, que era ya casi
octogenaria, se encargó de supervisar la construcción, pero además de la
construcción de la Iglesia, lo que deseaba era descubrir la cruz en la que
había muerto el Redentor, búsqueda a su vez facilitada por una carta de
Constantino escrita al obispo de Jerusalén, en el que le pide expresamente que
hiciese excavaciones en el Calvario para descubrir la cruz del Señor. Al respecto,
hay algunos documentos que relacionan el nombre de santa Elena con el
descubrimiento de la Santa Cruz, como un sermón predicado por San Ambrosio el
año 395, en el que dice que, cuando la santa descubrió la cruz, “no adoró al
madero sino al rey que había muerto en él, llena de un ardiente deseo de tocar
la garantía de nuestra inmortalidad”. El historiador Eusebio relata cómo fue la
estadía de Santa Elena en Palestina: “Elena iba constantemente a la iglesia,
vestida con gran modestia y se colocaba con las otras mujeres. También adornó
con ricas decoraciones las iglesias, sin olvidar las capillitas de los pueblos
de menor importancia (…) construyó la basílica “Eleona” en el Monte de los
Olivos y otra basílica en Belén. Era bondadosa y caritativa con todos,
especialmente con las personas devotas, a las que servía respetuosamente a la
mesa y les ofrecía agua para el lavamanos. Aunque era emperatriz del mundo y
dueña del Imperio, se consideraba como sierva de los siervos de Dios”. En Roma,
en la vía Labicana, Santa Elena, honró el pesebre y la cruz del Señor con
basílicas dignas de veneración. Según la Tradición, en la Iglesia de la Santa Cruz
en Roma, cercana a San Juan de Letrán, se encuentran restos de la corona de
espinas, de la Santa Cruz del Señor y tierra de Tierra Santa, todo traído por
Santa Elena. Se supone que la santa murió en el año 330, pues fue en ese
entonces que el emperador Constantino mandó acuñar las últimas monedas con la
efigie de Flavia Julia Elena. El Martirologio Romano conmemora a santa Elena el
18 de agosto y en el Oriente se celebra su fiesta el 21 de mayo, junto con la
de su hijo Constantino. Los bizantinos llaman a santa Elena y a Constantino “los
santos, ilustres y grandes emperadores, coronados por Dios e iguales a los
Apóstoles”.
Mensaje
de santidad de Santa Elena.
La extraordinaria vida de santidad de Santa Elena,
manifestada en las grandiosas construcciones de iglesias, y el amor demostrado
a Nuestro Señor Jesucristo, por medio de la oración, la piedad, el fervor y la
práctica de los sacramentos, además del amor demostrado al prójimo, sobre todo
los más necesitados, demuestran que para la vida de santidad no son
impedimentos ni la edad –cuando se convirtió tenía alrededor de sesenta años-
ni tampoco el estatus social –era la emperatriz y madre del emperador-. Santa
Elena dio testimonio de Cristo, sin avergonzarse frente a los hombres y sin
falsos respetos humanos, manifestando su fe en Jesucristo por medio de obras de
misericordia corporales y espirituales y utilizando toda su influencia, su
posición social, su estatus y su dinero, solo para que el Nombre de Jesús sea
conocido y amado. A ella se deben que se hayan recuperado reliquias
preciosísimas de la Pasión, como la corona de espinas, parte del leño de la
cruz y el cartel que hizo poner Pilato: “Jesús Nazareno, Rey de los judíos”. En
recompensa por no haberlo negado ante los hombres, Jesús no la negó delante de
su Padre y le dio el ciento por uno, una medida bien apretada: a la emperatriz,
que con su reino terreno sirvió al Rey de reyes, le dio por herencia el Reino
de los cielos, por toda la eternidad.
[1] http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=saintfeast&localdate=20160818&id=12431&fd=0; La principal fuente de
información sobre santa Elena es la biografía de Constantino escrita por
Eusebio Vita Constantini, cuyos
principales pasajes pueden verse en Acta
Sanctorum, agosto, vol. III. Ver también M. Guidi, Un Bios di Constantino
(1908). J. Maurice publicó una interesante obrita sobre santa Elena en la colección
L´Art et les Saints (1929); cfr. Vidas de los santos de A. Butler,
Herbert Thurston, SI.
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