¿En
qué consiste la devoción al Sagrado Corazón de Jesús? Muchos pueden pensar,
erróneamente, que ser devotos del Sagrado Corazón de Jesús consiste en
acordarse de Él una vez al mes, o formar parte de una cofradía, o tener su
imagen en algún lugar del hogar. Es verdad que esto forma parte de la devoción,
pues Jesús prometió su especial asistencia a quienes comulgaran y confesaran
nueve primeros viernes de mes y que bendeciría especialmente a quienes honraran
su imagen en el hogar. Sin embargo, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús
implica mucho más que eso.
¿En
qué consiste? Ante todo, la devoción no se limita a un día al mes, ni a colocar
su imagen en algún lugar destacado del hogar: la devoción abarca todo el día,
todos los días, y además de estar entronizado en el hogar, el Sagrado Corazón
de Jesús debe estar entronizado en nuestros corazones, y es allí en donde debe
recibir todo el amor, la honra, la gloria, la alabanza y la adoración que se
merece. La devoción consiste también en imitar al Sagrado Corazón, ante todo en
su mansedumbre y en su humildad, tal como Él mismo lo pide en el Evangelio: “Aprended
de Mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29), y también en su infinito amor a
Dios y a los hombres. Ahora bien, esto último, puede parecer imposible, puesto
que el amor con el cual Jesús ama a Dios y a los hombres es un amor que es
celestial, infinito y eterno, y como bien podemos comprobar por experiencia
propia, nuestro amor humano no es así; por el contrario, es limitado,
superficial, se deja llevar por las apariencias, se limita sólo a quienes nos
aman y nunca a los enemigos. Entonces, ¿de qué manera se puede imitar al amor
del Sagrado Corazón? Teniéndolo en el propio corazón, y esto se logra mediante
la Comunión Eucarística: por la Comunión, Jesús nos dona su Sagrado Corazón
Eucarístico, pleno del Amor de Dios, el Espíritu Santo, el cual, como Fuego de
Amor Divino, puede encender en el Amor de Dios nuestros pobres corazones,
haciéndolos partícipes del mismo Amor que inflama al Sagrado Corazón. Y con
este Amor, que es el Espíritu Santo, sí podemos imitar al Sagrado Corazón, y
así podemos amar a Dios y al prójimo como los ama Jesús, y podemos amar incluso
a nuestros enemigos, así como nos amó Jesús desde la cruz, siendo nosotros sus
enemigos. Otro elemento que forma parte de la devoción es la reparación, tanto
por nuestras propias ingratitudes e indiferencias, como las de todo el mundo, y
esta reparación se lleva a cabo mediante la adoración eucarística y el
ofrecimiento de oraciones, mortificaciones, sufrimientos, además de misas y
comuniones[1].
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