San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

martes, 30 de agosto de 2016

El Padre Pío y uno de sus milagros más asombrosos


         Además de su vida de santidad y de las llagas del Señor que llevó en su cuerpo, el Padre Pío se caracterizó por realizar –con el poder de Jesús participado- innumerables milagros, uno más grande que otro. Uno de los milagros más asombrosos tiene como beneficiaria a una devota italiana, llamada Ana María Gema di Giorgi, la cual aún vive, pues cuando recibió el milagro, era apenas una niña. El milagro consiste en que Emma es ciega de nacimiento, debido a que todas las estructuras aptas para la vista, como el nervio óptico, la retina, las pupilas, están atrofiadas desde el nacimiento. Sin embargo, a causa del milagro obrado por el Padre Pío, Ana María es capaz de ver, lo cual constituye un hecho sin precedentes en la historia de la medicina, imposible de explicar por medio de la razón científica. Aún más, si recurriéramos sólo a la razón científica, esta nos diría que es imposible que vea, y sin embargo, Ana María es capaz de ver, es decir, es capaz de percibir visualmente el mundo que nos rodea. Según el relato de la propia Ana María, el milagro se produjo en momentos en que ella iba con su abuela en el tren en dirección a San Giovanni Rotondo, para confesarse con el Padre Pío, puesto que debía tomar la Primera Comunión. La abuela de Ana María era su lazarillo, pues la llevaba a todas partes y le describía lo que ella no podía ver. En el trayecto del viaje, Ana María comenzó a ver y a contarle a su abuela lo que podía ver. Luego dice que, cuando fue a confesarse con el Padre Pío, le asustó su barba blanca y se largó a llorar, hecho por el que se olvidó de pedir “la gracia” que su abuela le había dicho que pidiera al Padre Pío. En la actualidad, Ana María utiliza lentes oscuros, pues sus ojos son los ojos de un no-vidente, aunque puede ver perfectamente. Su caso ha sido estudiado con los más modernos métodos de diagnóstico y análisis, y todos coinciden en el mismo punto: es imposible, humanamente hablando, que Ana María pueda ver y, sin embargo, ve. Esto nos recuerda lo que Jesús dice: “Lo que es imposible para el hombre, es posible para Dios”. Ahora bien, este grandioso milagro nos debe llevar a la siguiente reflexión: Ana María di Giorgi, siendo no-vidente, ve, y no solo ve el mundo natural, sino que también ve el mundo sobrenatural, el mundo de la fe, las verdades de Jesucristo, el Hombre-Dios, que se encarnó, murió en la cruz para nuestra salvación y prolonga su encarnación en la Eucaristía.

Nosotros, que podemos ver, nos comportamos, la mayoría de las veces, como si fuéramos no-videntes en lo que respecta a la fe, porque abandonamos aquello que es la Luz del alma, Jesús Eucaristía. Le podemos pedir entonces, al Padre Pío, que así como intercedió para que Ana María pudiera ver, también interceda para que nosotros seamos capaces de ver a Jesús, vivo, glorioso, resucitado, en la Eucaristía.

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