Además de su vida de santidad y de las llagas del Señor que
llevó en su cuerpo, el Padre Pío se caracterizó por realizar –con el poder de
Jesús participado- innumerables milagros, uno más grande que otro. Uno de los
milagros más asombrosos tiene como beneficiaria a una devota italiana, llamada Ana
María Gema di Giorgi, la cual aún vive, pues cuando recibió el milagro, era
apenas una niña. El milagro consiste en que Emma es ciega de nacimiento, debido
a que todas las estructuras aptas para la vista, como el nervio óptico, la
retina, las pupilas, están atrofiadas desde el nacimiento. Sin embargo, a causa
del milagro obrado por el Padre Pío, Ana María es capaz de ver, lo cual
constituye un hecho sin precedentes en la historia de la medicina, imposible de
explicar por medio de la razón científica. Aún más, si recurriéramos sólo a la
razón científica, esta nos diría que es imposible que vea, y sin embargo, Ana
María es capaz de ver, es decir,
es capaz de percibir visualmente el mundo que nos rodea. Según el relato de la propia Ana María,
el milagro se produjo en momentos en que ella iba con su abuela en el tren en
dirección a San Giovanni Rotondo, para confesarse con el Padre Pío, puesto que
debía tomar la Primera Comunión. La abuela de Ana María era su lazarillo, pues
la llevaba a todas partes y le describía lo que ella no podía ver. En el
trayecto del viaje, Ana María comenzó a ver y a contarle a su abuela lo que
podía ver. Luego dice que, cuando fue a confesarse con el Padre Pío, le asustó
su barba blanca y se largó a llorar, hecho por el que se olvidó de pedir “la
gracia” que su abuela le había dicho que pidiera al Padre Pío. En la
actualidad, Ana María utiliza lentes oscuros, pues sus ojos son los ojos de un
no-vidente, aunque puede ver perfectamente. Su caso ha sido estudiado con los
más modernos métodos de diagnóstico y análisis, y todos coinciden en el mismo
punto: es imposible, humanamente hablando, que Ana María pueda ver y, sin
embargo, ve. Esto nos recuerda lo que Jesús dice: “Lo que es imposible para el
hombre, es posible para Dios”. Ahora bien, este grandioso milagro nos debe
llevar a la siguiente reflexión: Ana María di Giorgi, siendo no-vidente, ve, y
no solo ve el mundo natural, sino que también ve el mundo sobrenatural, el
mundo de la fe, las verdades de Jesucristo, el Hombre-Dios, que se encarnó,
murió en la cruz para nuestra salvación y prolonga su encarnación en la
Eucaristía.
Nosotros,
que podemos ver, nos comportamos, la mayoría de las veces, como si fuéramos
no-videntes en lo que respecta a la fe, porque abandonamos aquello que es la
Luz del alma, Jesús Eucaristía. Le podemos pedir entonces, al Padre Pío, que
así como intercedió para que Ana María pudiera ver, también interceda para que
nosotros seamos capaces de ver a Jesús, vivo, glorioso, resucitado, en la
Eucaristía.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario