A San Cayetano se lo asocia, en un 99, 9% de las
manifestaciones de la religiosidad popular, a la concesión de “pan y trabajo”. Y
si bien pedir pan y trabajo es algo bueno, noble y también necesario, porque
las familias deben tener un trabajo digno para logar su propio sustento, sin embargo
no constituye este el principal mensaje de santidad de San Cayetano, ni su
intercesión se limita a un trabajo y a un alimento temporales.
Para saber cuál es su mensaje de santidad –o al menos, parte
de él-, es conveniente meditar en los consejos espirituales que el santo da a
una fiel: “(…) Somos peregrinos y viajeros en este mundo: nuestra patria es el
cielo; el que se engríe se desvía del camino y corre hacia la muerte. Mientras
vivimos en este mundo, debemos ganarnos la vida eterna, cosa que no podemos
hacer por nosotros solos, ya que la perdimos por el pecado, pero Jesucristo nos
la recuperó. Por esto, debemos siempre darle gracias, amarlo, obedecerlo y
hacer todo cuanto nos sea posible por estar siempre unidos a él”[1]. San
Cayetano recuerda a su fiel que esta vida terrena no es para siempre, sino que
estamos de paso, como un peregrino está de paso en una posada, porque nuestro
destino final es la vida eterna, conseguida para nosotros por Jesucristo en la
cruz. Además, nos recuerda que debemos permanecer unidos a Él por la fe y el
amor, que se manifiesta en la obediencia a sus mandatos.
Luego,
nos advierte no acerca del pan material, cotidiano, sino acerca del pan que alimenta
el espíritu, es decir, la Eucaristía, y este alimento es infinitamente superior al alimento corporal porque quien se nos da como alimento es nada menos que Jesús, el Hijo de Dios; San Cayetano nos advierte asimismo que tenemos que tener mucho cuidado en despreciar este Pan, y esto hacemos cuando nos desinteresamos en recibirlo: “Él se nos ha dado en alimento:
desdichado el que ignora un don tan grande; se nos ha concedido el poseer a
Cristo, Hijo de la Virgen María, y a veces no nos cuidamos de ello; ¡ay de
aquel que no se preocupa por recibirlo! (Pero) para conseguirlo debes pedirle que
te dé a su Hijo, que es el verdadero alimento del alma en el Santísimo Sacramento
del altar”. Para San Cayetano, no es desdichado quien no tiene pan material –que
sí lo es, porque sufrir hambre es uno de los peores sufrimientos del alma-,
sino el que, prefiriendo otras actividades y otros alimentos, desprecia la
Eucaristía, verdadero alimento espiritual. De igual manera, podemos decir, parafraseando a San Cayetano, que el verdadero desdichado no es quien no tiene trabajo -lo cual sí es una desdicha-, sino el que no trabaja para conseguir el Pan de Vida eterna (por ejemplo, confesándose, para poder comulgar en gracia).
Además,
dice San Cayetano, la Eucaristía, el Pan vivo bajado del cielo, fortalece al
alma contra los enemigos que buscan perderla para siempre: “Ella te lo dará de
buena gana, y él vendrá a ti, de más buena gana aún, para fortalecerte, a fin
de que puedas caminar segura por esta oscura selva, en la que hay muchos
enemigos que nos acechan, pero que se mantienen a distancia si nos ven
protegidos con semejante ayuda”. Entonces, es verdad que a San Cayetano le
podemos pedir por trabajo y pan, pero en primer lugar, el trabajo espiritual y
el pan espiritual: el trabajo espiritual que debemos hacer es rezar a la Virgen
para que nos dé a su Hijo en la Eucaristía, y el pan que debemos pedir es el
Pan Vivo bajado del cielo, el Pan de Vida eterna. Y recién después, podemos
pedir, cuantas veces queramos, el trabajo terreno -que nos haga recordar el trabajo espiritual- y el pan material -que nos haga desear consumir el Pan Vivo bajado del cielo-.
[1] http://www.corazones.org/biblia_y_liturgia/oficio_lectura/fechas/agosto_7.htm#Cristo_habite_por_la_fe
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