San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

jueves, 25 de agosto de 2016

El ejemplo de San Expedito


         Cuando un santo intercede por nosotros ante Nuestro Señor y consigue aquello que le hemos pedido, tenemos el deber de justicia de agradecer por esa gracia. ¿De qué manera podemos hacerlo? Una, es ofreciendo una Santa Misa en acción de gracias; otra forma, es la de contemplar y meditar en su vida de santidad, para poder imitarlo, o al menos intentar hacerlo, en aquello que lo llevó al cielo.
         En el caso de San Expedito, su sola imagen ya nos da muchos datos acerca de su vida de santidad: cuando recibió la gracia de la conversión, en ese mismo momentos, se le apareció el Demonio en forma de cuervo, que sobrevolando sobre él, trataba de hacerlo desistir de su propósito, tentándolo para que postergara su conversión, diciéndole: “Cras, cras”, que significa “mañana”. Es decir, el Demonio le decía a San Expedito que no se preocupara por apurarse en su conversión, que ya la podría hacer mañana y que mientras tanto, continuara con su vida pagana, adorando a ídolos –en nuestros tiempos, serían, por ejemplo, el Gauchito Gil, la Difunta Correa, San La Muerte, o el deporte que hace dejar de lado a Dios, el dinero, la fama, etc.-, lo cual constituye un engaño de parte del “Príncipe de la mentira”, porque no sabemos si habremos de vivir mañana con lo cual, si hacemos caso al Demonio, estamos hipotecando y poniendo en grave riesgo nuestra eterna salvación.
         Lejos de hacerle caso, San Expedito, que amaba a Jesús crucificado, levantando en alto la Santa Cruz de Jesús, dijo: “Hodie! ¡Hoy voy a cumplir los Mandamientos de Jesús! ¡Hoy voy a perdonar a mis enemigos; hoy voy a cargar mi cruz en pos de Jesús; hoy voy tratar de imitar al Sagrado Corazón de Jesús en su humildad y mansedumbre!”. Y diciendo esto, con la fuerza divina que salía del crucifijo que estaba empuñando, aplastó la cabeza del Cuervo infernal, quien desprevenidamente había dejado de volar y se había acercado a una distancia en la que el Santo no tuvo inconvenientes para aplastarlo.

         Una forma de agradecer los favores recibidos por intercesión de los santos, en este caso, San Expedito, es contemplar sus vidas y tratar de imitarlos en lo que los llevó al cielo, que en San Expedito fueron el amor a Jesús crucificado y el rápido y veloz rechazo del pecado, propuesto por el Tentador.

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