Cuando un santo intercede por nosotros ante Nuestro Señor y
consigue aquello que le hemos pedido, tenemos el deber de justicia de agradecer
por esa gracia. ¿De qué manera podemos hacerlo? Una, es ofreciendo una Santa
Misa en acción de gracias; otra forma, es la de contemplar y meditar en su vida
de santidad, para poder imitarlo, o al menos intentar hacerlo, en aquello que
lo llevó al cielo.
En el caso de San Expedito, su sola imagen ya nos da muchos
datos acerca de su vida de santidad: cuando recibió la gracia de la conversión,
en ese mismo momentos, se le apareció el Demonio en forma de cuervo, que
sobrevolando sobre él, trataba de hacerlo desistir de su propósito, tentándolo
para que postergara su conversión, diciéndole: “Cras, cras”, que significa “mañana”.
Es decir, el Demonio le decía a San Expedito que no se preocupara por apurarse
en su conversión, que ya la podría hacer mañana y que mientras tanto,
continuara con su vida pagana, adorando a ídolos –en nuestros tiempos, serían,
por ejemplo, el Gauchito Gil, la Difunta Correa, San La Muerte, o el deporte
que hace dejar de lado a Dios, el dinero, la fama, etc.-, lo cual constituye un
engaño de parte del “Príncipe de la mentira”, porque no sabemos si habremos de
vivir mañana con lo cual, si hacemos caso al Demonio, estamos hipotecando y
poniendo en grave riesgo nuestra eterna salvación.
Lejos de hacerle caso, San Expedito, que amaba a Jesús
crucificado, levantando en alto la Santa Cruz de Jesús, dijo: “Hodie! ¡Hoy voy
a cumplir los Mandamientos de Jesús! ¡Hoy voy a perdonar a mis enemigos; hoy
voy a cargar mi cruz en pos de Jesús; hoy voy tratar de imitar al Sagrado Corazón
de Jesús en su humildad y mansedumbre!”. Y diciendo esto, con la fuerza divina
que salía del crucifijo que estaba empuñando, aplastó la cabeza del Cuervo
infernal, quien desprevenidamente había dejado de volar y se había acercado a
una distancia en la que el Santo no tuvo inconvenientes para aplastarlo.
Una forma de agradecer los favores recibidos por intercesión
de los santos, en este caso, San Expedito, es contemplar sus vidas y tratar de
imitarlos en lo que los llevó al cielo, que en San Expedito fueron el amor a
Jesús crucificado y el rápido y veloz rechazo del pecado, propuesto por el
Tentador.
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