Las llagas del Padre Pío son una manifestación visible de su
participación a la Pasión de Jesús; en otras palabras, a través de las llagas
visibles, el Padre Pío nos muestra, sensiblemente, visiblemente, su participación
corporal y espiritual a la Pasión de Nuestro Señor, puesto que estas llagas no
son “del Padre Pío” en sí mismo, sino que son las llagas de Jesús, que se
manifiestan a través del Padre Pío. Con respecto a esta llagas, hay que refutar
una posición ateo-agnóstica que, pretendiendo ser “científica”, lo que busca es
desacreditar la sobrenaturalidad y el carácter místico y milagroso de estas
llagas. Estas teorías sostienen, sin ningún asidero científico, que dichas
llagas serían producidas por el propio ser humano, a través de un supuesto –y también
todavía no descubierto- “poder”, mediante el cual el cerebro humano, o el
espíritu humano, sería capaz de producir semejantes fenómenos. Es decir, no se
trataría de una intervención natural y mucho menos de un milagro, sino que
sería sólo la manifestación del poder de una mente que, como en el caso del
Padre Pío, tiene tanta “fuerza”, que es capaz de auto-lesionar el organismo y
producir estas llagas. Sería como decir que el Padre Pío, por un lado, tendría
una mente muy poderosa y, por otro, tendría una especie de “obsesión” por la
Pasión de Jesús, lo cual lleva a que su mente “produzca” estas heridas, que serían
así auto-lesiones provocadas por el mismo hombre. Sin embargo, estas teorías,
como decíamos anteriormente, carecen en absoluto de sustento científico, puesto
que la mente humana es incapaz de provocar en el cuerpo, por sugestión, ni
siquiera un rasguño, y por lo tanto, es todavía más que incapaz de provocar unas
lesiones como las que tenía el Santo Padre Pío. Sus llagas son, y es la única
explicación posible, una manifestación visible, corporal, de una participación
mística, espiritual, sobrenatural, a la Pasión de Jesús.
Otra consideración que podemos hacer es qué sucede con
nosotros, bautizados comunes, que no tenemos –y lo más probable es que jamás
las tengamos- a estas llagas, que constituyen un don extraordinario que da Dios
a quienes Él elige con predilección.
Sin embargo, esto no es un obstáculo para nuestra santidad,
puesto que, aun sin tener estas llagas, esto no significa que no podamos
participar de la Pasión del Señor –lo cual, por otra parte, es algo que pide la
Iglesia a través de la Liturgia de las horas, esto es, que los fieles vean en
sus sufrimientos una participación a la Pasión de Jesús-, puesto que, aun sin
las llagas podemos –y debemos- unirnos con nuestras vidas, con lo que somos y
tenemos –pasado, presente, futuro, dolores, tribulaciones, alegrías- a Jesús en
su sacrificio en cruz, por la salvación de las almas. Y el momento y lugar más
indicado es la Santa Misa, renovación incruenta del Santo Sacrificio del Altar.
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