En estos días, en los que nos hemos visto ingratamente
sorprendidos por la desagradable noticia de la muerte por degollamiento del P.
Jacques Hamel, de 84 años, en Normandía, Francia, a manos de yihadistas, es
decir, combatientes fundamentalistas islámicos pertenecientes a la secta
islámica llamada ISIS[1], es
conveniente recordar, en el día de Santa Clara de Asís, dos episodios de la
santa en los que ella vivió, personalmente, una situación de extrema violencia
como la del P. Hamel. En tiempos de Santa Clara, los sarracenos –el “ISIS” de
la época-, al mando de Federico II, que deseaba invadir las tierras pontificias
sirviéndose de los fundamentalistas, llegaron hasta la localidad de Asís. Desde
allí cometieron toda clase de tropelías, saqueando, destruyendo e incendiando
las ciudades y castillos, profanando y cometiendo múltiples sacrilegios contra iglesias
y monasterios, además de asesinar y hacer prisioneros a numerosos cristianos.
Sucedió que, estando Santa Clara gravemente enferma en su
monasterio, un día viernes del mes de septiembre del año 1240, los sarracenos
escalaron los muros del monasterio y las
hermanas, según el escrito de Tomás de Celano “acudieron a Santa Clara, que estaba
gravemente enferma y, con lágrimas en los ojos, le contaron cómo aquella pésima
gente había roto las puertas del monasterio. La santa las consolaba,
diciéndoles que no temieran (…) pero armadas de fe acudieron a Jesucristo. Y Santa
Clara, postrada en su lecho de enferma, pidió que le trajeran la custodia de
mármol en donde se encontraba el Cuerpo de Cristo consagrado. Orando devotamente
(la santa dijo): “Te ruego, Señor mío, que estas pobres siervas tuyas, a las
cuales Tú, Señor, has colocado bajo mi cuidado, que no me sean quitadas y que
no caigan en las crueles manos de estos infieles y paganos; te suplico, Señor
mío, que Tú las cuides, porque yo sin Ti no puedo cuidarlas y mucho menos en
esta amarga hora”. Desde la custodia de mármol salió una voz: “Yo por tu amor
te cuidaré a ti y a ellas, siempre”[2]. En
ese momento, y rechazados por la potencia de una fuerza invisible, los islámicos
fundamentalistas huyeron precipitadamente del monasterio y, al poco tiempo,
abandonaron Asís. Sin embargo, en el año 1241, el emperador organizó una nueva
expedición. Cuando el peligro fue inminente, Santa Clara llamó a las hermanas y
les ordenó un día de ayuno, después del cual, las invitó a echarse cenizas
sobre sus cabezas y a postrarse, junto con ella, delante del Tabernáculo. Sucedió
entonces que, en la mañana del 22 de junio un fuerte temporal se abatió sobre
el campamento de los sarracenos, obligándolos a una nueva fuga. De esta manera,
Santa Clara nos muestra cómo, con el arma de la Fe y con el Cuerpo Sacramentado
de Nuestro Señor Jesucristo, en la Eucaristía, podemos salir siempre vencedores
en toda tribulación y, lo que es más importante, salvar nuestras almas, ya que
nuestra lucha “no es contra la carne y la sangre, sino contra las potestades
malignas de los aires” (Ef 6, 12). Y el
Único que puede darnos el triunfo contra estos enemigos, es Nuestro Dios y
Señor Jesucristo, Presente con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, en la
Eucaristía.
[1] http://www.infobae.com/america/mundo/2016/07/26/jacques-hamel-el-sacerdote-degollado-por-isis-era-un-hombre-sencillo-y-muy-apreciado-por-los-vecinos/
[2] Vita di santa Chiara vergine,
Opusc. I,21-22, in FF 3201, pp. 1915-1916.
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