Vida de santidad de San Bartolomé
San
Bartolomé, a quien muchos autores consideran que es a quien el evangelista San
Juan llama Natanael[1],
tiene el privilegio de ser alabado por Nuestro Señor Jesucristo, quien queda
admirado por su simplicidad, es decir, por su honradez y ausencia de falsedad: “Ahí tienen a un israelita de verdad, en quien
no hay engaño”. A esta pureza y simplicidad de su alma, se le agrega la pureza
y la simplicidad -la perfección- de su fe en Jesucristo, según su exclamación
en el mismo Evangelio: “¡Maestro, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de
Israel!”.
A
partir de su encuentro personal con Jesús, la vida de San Bartolomé nunca fue
la misma, y lo que sucedió luego, y lo que él, en cuanto santo, está viviendo
ahora por la eternidad, no podía ni siquiera imaginarlo. En efecto, después de
conocer personalmente al Mesías, como le dice Felipe: “Hemos encontrado al
Mesías”, San Bartolomé no solo no se separó nunca de Jesús, sino que dio su vida
por él, muriendo como mártir de la fe. Esa es la razón por la cual a este santo
(que además fue uno de los doce apóstoles de Jesús) se lo retrataba con la piel
en sus brazos como quien lleva un abrigo, porque la tradición cuenta que su
martirio consistió en que le arrancaron la piel de su cuerpo, estando él aún
vivo, es decir, que murió deshollado.
Mensaje
de santidad de San Bartolomé
Además
de sus cualidades naturales, que consistían en la “ausencia de doblez” o
veracidad, puesto que en él “no había engaño”, como lo dice el mismo Jesús en
Persona, San Bartolomé nos deja un gran mensaje de santidad, y es el de, una
vez reconocido el Mesías –“Hemos encontrado al Mesías”, le dice Felipe-,
proclama la fe en Jesús como Rey Mesías diciéndole: “¡Maestro, Tú eres el Hijo
de Dios, Tú eres el Rey de Israel!”, pero esta proclamación no la hace solo con
la palabra, sino que da su vida por esta verdad. Aunque tal vez no tengamos las
cualidades naturales de San Bartolomé, sí hemos recibido, por el bautismo, el
don de la fe, mediante la cual reconocemos en Jesús al Hijo de Dios encarnado,
que prolonga su Encarnación en la Eucaristía, y es por eso que, parafraseando a
San Bartolomé, podemos decir: “¡Jesús Eucaristía, Tú eres el Hijo de Dios; Tú
eres en la Eucaristía el Rey de los corazones, de las familias, de la Patria!”.
Pero, al igual que San Bartolomé, que dio su vida por la verdad de Jesús como
Rey Mesías, también nosotros debemos tener presente que debemos estar
dispuestos a dar la vida por la defensa de esta verdad, la de Jesús Eucaristía
como Dios encarnado y como Rey de los corazones.
[1] http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=saintfeast&localdate=20160824&id=393&fd=1
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