San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

miércoles, 3 de enero de 2018

San Basilio Magno y su celo por el Dios verdadero


De su vida de santidad, destacaremos el celo y el amor de San Basilio por la Verdad acerca del Único Dios verdadero, revelado por Nuestro Señor Jesucristo, es decir, Dios Uno y Trino.
Basilio se opuso firmemente a los herejes que difundían toda clase de errores con respecto a Dios: escribió contra quienes negaban que Jesucristo fuera Dios como el Padre[1], y también contra quienes no aceptaban la divinidad del Espíritu Santo, afirmando que también el Espíritu Santo es Dios y “tiene que ser colocado y glorificado junto al Padre y el Hijo”[2]. Por este motivo, Basilio es uno de los grandes padres que formularon la doctrina sobre la Trinidad: el único Dios, dado que es el Acto de Ser Subsistente en sí mismo –el Ipsum Esse Subsistens-, es por esto mismo, un Ser Purísimo, Perfectísimo, y esto implica que sea un solo Dios en Tres Divinas Personas, las cuales forman la unidad más perfecta que existe, la unidad divina[3].
Dios Uno y Trino es nuestro Creador, Redentor y Santificador; de Él dependen nuestras vidas, nuestro ser y nuestra existencia, y sin Él no tendría nuestra vida razón de ser. De Dios Uno y Trino dependen nuestra vida, tanto la temporal, como la vida eterna; Él nos creó con su omnipotencia –Dios Padre-, nos redimió con la Sabiduría divina, la Sabiduría de la Cruz –Dios Hijo-, y nos santificó con el Espíritu Santo –Dios Espíritu Santo-. Vivir y morir por la Verdad de Dios Uno y Trino, y defender su Santísimo Nombre, como lo hizo San Basilio Magno, es un inmerecido honor; es una gracia inmerecida, pero la pedimos de igual manera, por intercesión de San Basilio.




[1] Cfr. San Basilio, Carta 9, 3: PG 32, 272a; Carta 52, 1-3: PG 32, 392b-396a; Adversus Eunomium 1, 20: PG 29, 556c.
[2] Cfr. De Spiritu Sancto: SC 17bis, 348.

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