San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

martes, 2 de mayo de 2023

San Atanasio


 


Vida de santidad[1]. nació en Alejandría de Egipto en el año 295. Obispo y Doctor de la Iglesia, preclaro por su santidad y doctrina, defendió con valentía en Alejandría de Egipto la fe católica en Cristo como Dios Hijo encarnado, desde el tiempo del emperador Constantino hasta Valente, por lo cual tuvo que soportar numerosas asechanzas por parte de los arrianos y ser desterrado en varias ocasiones. Finalmente, regresó a la Iglesia que se le había confiado, donde, después de haber luchado y sufrido mucho con heroica paciencia, descansó en la paz de Cristo en el cuadragésimo sexto aniversario de su ordenación episcopal ( 373).

         Mensaje de santidad.

Su principal mensaje de santidad es el haber defendido con valentía e inteligencia la verdadera doctrina católica acerca de la constitución íntima de Jesús de Nazareth. Mientras que Arrio, también sacerdote católico, pero hereje, había logrado, luego del Concilio de Nicea, propagar la falsa idea de que Jesús de Nazareth era una creatura excelsa, sí, pero solo una creatura humana, San Atanasio se opuso fervientemente a esta peligrosa herejía, que amenazaba con hacer caer todo el edificio dogmático de la Iglesia Católica, transformándola, de Iglesia y Esposa Mística del Cordero, en una iglesia más entre tantas de las iglesias inventadas por los hombres. La oposición a Arrio le valió ser desterrado cinco veces por medio de sendos decretos imperiales: fue desterrado por los emperadores Constantino, Constancio, Julián y Valente, pero esto no hizo retroceder ni un milímetro a San Atanasio en la defensa de la divinidad de Cristo. Si Arrio, que era un sacerdote salido del seno mismo de la Iglesia de Alejandría, triunfaba en su negación de la divinidad de Cristo, negando la igualdad substancial entre el Padre y el Hijo, con esta teoría herética le daba una estocada mortal al corazón mismo de la Iglesia y del cristianismo. En efecto, si Cristo no es Hijo de Dios, es decir, si Cristo no es Dios Hijo encarnado, si Cristo no es la Segunda Persona de la Trinidad que se encarna en el seno de María Virgen por obra del Espíritu Santo, para la salvación del hombre, no sería posible, de ninguna manera, la redención del hombre y la Sagrada Eucaristía, que es la prolongación de la Encarnación del Verbo de Dios, sería un simple pan y no el Cuerpo y la Sangre del Hijo de Dios. Gracias a la valentía de San Atanasio, que no se dejó amedrentar por las expulsiones, las burlas, las amenazas de muerte de parte de los herejes, muchos en la Iglesia, sobre todo sacerdotes y obispos, comenzaron a retractarse de sus errores en relación a Cristo y comenzaron a reconocerlo como a Dios Hijo encarnado, con lo cual la herejía arriana retrocedió hasta casi desaparecer, aunque hay que decir que, en la actualidad, esta herejía ha regresado con mucha fuerza, en el seno mismo de la Iglesia Católica. Por esto mismo, debemos pedirle a San Atanasio para que interceda por nosotros, para que nunca nos dejemos seducir por la herejía que niega la divinidad de Cristo Dios, puesto que, si negamos esta verdad de fe, no solo abandonamos la Iglesia, sino que la Sagrada Eucaristía, que es el Corazón de la Iglesia, quedaría reducida para nosotros a un mero trocito de pan bendecido. Gracias a la valentía de San Atanasio, a su coraje, determinación, inteligencia y gran amor a la Verdad, la Iglesia Católica jamás perdió la fe en la Sagrada Eucaristía como Pan Vivo bajado del Cielo, como Pan de Vida eterna, como la Carne del Cordero de Dios, asada en el Fuego del Espíritu Santo. Y, por la asistencia del Espíritu Santo, jamás perderá la fe en Cristo Dios en la Eucaristía.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario