San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

jueves, 31 de agosto de 2017

San Ramón Nonato, religioso


         
         Vida de santidad[1].

Nació en Cataluña, España en 1204 y se le llama Nonato (no-nacido) porque nació por cesárea luego de que su madre muriera en el trabajo de parto. Siendo muy joven ingresó en la Congregación de Padres Mercedarios o de la Orden de Nuestra Señora de la Merced –lo recibió el mismo San Pedro Nolasco, el fundador de la Orden- que se dedicaban a rescatar cautivos que los mahometanos habían llevado presos a Argel. Cumplió cabalmente con el carisma de su congregación, pues sufrió mucho por la redención de los cautivos.
Pocos años después de haber entrado de religioso fue enviado con una gran cantidad de dinero a rescatar a los católicos que estaban esclavizados por los musulmanes en África. Allá gastó todo el dinero en conseguir la libertad de muchos cristianos y enviarlos otra vez a su patria, de donde habían sido llevados secuestrados por los enemigos de nuestra religión. Cuando se le acabó el dinero se ofreció el mismo a quedarse como esclavo, con tal de que libertaran a algunos católicos que estaban en grave peligro de perder su fe y su religión por causa de los atroces castigos que los mahometanos les infligían.   Ya cautivo, San Ramón sufrió terribles tormentos y azotes por parte de los musulmanes, debido a que prefería seguir el mandamiento del Señor: “Id y predicad el Evangelio a todas las naciones”, antes que la norma meramente humana del Islam, que prohíbe hablar de la religión católica. A pesar de todos estos tormentos y como continuaba predicando, los islamistas lo hicieron callar amarrándole a la boca una correa, a la cual le echaron candado, para que no pudiera, quitándoselo al candado solo para cuando debía alimentarse. Pero aun así, San Ramón Nonato predicaba, desde el silencio: era un apóstol misionero a quien los musulmanes amordazaban, porque predicaba la Buena Noticia del Hombre-Dios Jesucristo. En esas circunstancias, el jefe de los secuestradores musulmanes decidió dejarlo en libertad, con la esperanza de que Ramón volviera a España y desde allí le trajera más dinero para rescatar cristianos. Sin embargo, una vez libre, nuestro santo se dedicó a continuar propagando el Evangelio, según el mandato del Señor Jesús, lo cual hizo arder en cólera a los mahometanos, por lo que lo volvieron a encarcelar y a atormentar.
Enterado San Pedro Nolasco de la situación de San Ramón, envió a algunos de sus religiosos con una fuerte suma de dinero para pagar su rescate, con la orden de que lo regresaran nuevamente a España. Una vez allí y como premio pro tanto heroísmo cristiano, el sumo Pontífice Gregorio IX lo nombró Cardenal, aunque San Ramón siguió viviendo humildemente como si fuera un pobre e ignorado religioso. En el año 1240 y cuando San Ramón tenía treinta y seis años, el Santo Padre lo llamó a Roma para que le colaborara en la dirección de la Iglesia, y el humilde Cardenal emprendió el largo viaje a pie, pero por el camino comenzó con una fiebre muy alta, hasta que finalmente murió, recibiendo en ese mismo momento la corona reservada para él por Nuestro Señor Jesucristo, por haber entregado su vida por Él y por el Evangelio.

Mensaje de santidad.

San Ramón Nonato es Patrono de las embarazadas y es por eso que a él se le ruega por un embarazo a término y sin complicaciones, al tiempo que también le pedimos por aquellos niños que, verdaderamente, son “nonatos”, pero no porque las madres mueran en el parto, como le sucedió a él, sino porque son asesinados en el vientre materno por el crimen del aborto. A él le pedimos, entonces, al recordarlo en su día, por los niños por nacer y por aquellos que no habrán de nacer nunca, porque serán asesinados en el vientre materno.
Otro mensaje de santidad que nos deja, es su ardiente amor por Jesucristo y el Evangelio, amor que ardía en su corazón y que no permitía que, por respetos humanos, se callara frente a los enemigos de la religión, en este caso, los mahometanos o musulmanes. Fue el amor a Nuestro Señor, el que lo llevó a predicar el Evangelio “a tiempo y a destiempo” y a “no negar a Nuestro Señor delante de los hombres, de manera que Jesús no lo negó delante de su Padre en los cielos” y es por eso que recibió la corona de santidad. Al recordar a San Ramón en su día, le pidamos entonces por los niños por nacer, principalmente por aquellos que no nacerán, porque serán abortados, y pidamos también la gracia de no ser un “como perros mudos”[2] frente a los enemigos de la Iglesia y de ser testigos de Cristo hasta el fin, derramando la sangre por el testimonio de Jesucristo si Dios así lo pide.




[1] http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=saintfeast&localdate=20170831&id=12189&fd=0. A San Ramón le rezan las mujeres que van a tener un hijo, para que les conceda la gracia de dar a luz sin peligro ni tormentos. Es patrono de las mujeres embarazadas, madres lactantes y niños, protector de los inocentes injustamente acusados, para pedir un parto feliz, y contra la fiebre puerperal.
[2] Cfr. Is 56, 10.

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