San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

miércoles, 9 de agosto de 2017

Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), virgen y mártir


Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), virgen y mártir.

         Vida de santidad[1].

         Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith) Stein, virgen de la Orden de Carmelitas Descalzas y mártir, nacida y educada en la religión judía, después de haber enseñado filosofía durante algunos años entre grandes dificultades, recibió por el bautismo la nueva vida en Cristo, prosiguiéndola bajo el velo de las vírgenes consagradas hasta que, en tiempo de un régimen hostil a la dignidad del hombre y de la fe, fue encarcelada lejos de su patria, y en el campo de exterminio de Auschwitz, cercano a Cracovia, en Polonia, murió en la cámara de gas.
Edith Stein,  Teresa Benedicta de la Cruz, nació el día del Kippur, día festivo para los hebreos, y en Breslavia Alemania, el 12 de octubre de 1891, en el seno de una familia hebrea. Edith fue la última de once hijos. A los dos años de edad, muere su padre. Hizo sus primeros estudios y el Bachillerato en su ciudad natal con calificaciones siempre sobresalientes. En la Universidad de Breslau estudia, de 1911 a 1913, Germanística, Historia, Psicología y Filosofía. En 1913 se traslada a Göttingen para seguir sus estudios de filosofía siendo discípula de Edmund Husserl, un hebreo y no creyente, genio filosófico de su tiempo, haciendo el examen de Licenciatura con calificación sobresaliente en 1915. Durante este período, llega a un ateísmo casi total, pues abandonó la fe y las prácticas religiosas. Estalla en 1914 la Primera Guerra Mundial y Edith trabaja como enfermera voluntaria siendo enviada a un hospital del frente. Luego hace el examen de doctorado en la Universidad de Freiburg, con la calificación Summa cum laude.  Cuando contaba con 32 años enseña en la escuela de formación de maestras de las dominicas de Santa Magdalena en Espira. Además de las clases, escribe, traduce y da conferencias sobre la cuestión femenina y sobre la educación católica que la llevarán por diversas ciudades de Alemania y por los países limítrofes. A los 41 años, es profesora en el Instituto Alemán de Pedagogía científica en Münster. Su fama de conferenciante traspasa las fronteras de Alemania y es invitada a hablar en Francia y Suiza. Desde su conversión deseó entrar en el Carmelo a pesar de la oposición de la familia, y su deseo se vio cumplido el 14 de octubre de 1933, a los 42 años, ingresando en el Carmelo de Colonia. Aquí cambia su nombre por el de Teresa Benedicta de la Cruz. Su familia hebrea, rompe con ella. El 21 de abril de 1935, domingo de Pascua de Resurrección, emite sus votos religiosos y tres años después, aquél mismo día, sus votos perpetuos. Su vida será ya una Cruz convertida en Pascua. Dentro del convento, por orden del Provincial, continúa sus estudios científicos. A medida que el nazismo se consolida en el poder su condición de judía es una amenaza para ella y para la comunidad. El día 31 de diciembre de 1938 emigra a Holanda y se establece en el convento de Echt. Aquí la encomiendan, entre otros trabajos, un estudio sobre San Juan de la Cruz, y escribe “La ciencia de la Cruz”. El día 2 de agosto de 1942 es detenida por la Gestapo, junto con su hermana Rosa, también convertida al catolicismo, y llevada con otros religiosos y religiosas al campo de concentración de Amersfoort. Luego, en la noche entre el 3 y el 4 de agosto, los presos fueron trasladados al campo de Westerbork, situado en una zona completamente deshabitada al norte de Holanda. El 9 de agosto de 1942, llegaba en el tren de la muerte al campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. Por su edad (51 años cumplidos), su baja estatura, sin signos externos de robustez, en la mentalidad nazista, no servía para trabajos forzados. La llevaron a la barraca 36, siendo marcada con el Nº 44.074 de deportación, para morir mártir de la fe cristiana a los 51 años de edad, en la casita blanca, víctima del Ziclon B (Ácido Cianhídrico), que produce la muerte instantánea al ser emitido desde las duchas de agua. Su cuerpo sin vida fue calcinado con leña (todavía estábamos en agosto de 1942). No hay tumba. Las cenizas o huesos de la Hermana Edith se arrojaron en el campo adyacente. Hoy es un verde campo con cruces que plantan allí los grupos de peregrinos. Mujer de singular inteligencia y cultura, ha dejado numerosos escritos de elevada doctrina y de honda espiritualidad. En 1962 se inició su proceso de beatificación. Teresa Benedicta de la Cruz representa la dramática síntesis de nuestro tiempo, Mujer hija de Israel, Mártir por la fe en Cristo, y Víctima del exterminio judío, fue beatificada por Juan Pablo II en Colonia, el 1 de mayo de 1987. Su fiesta se celebra en el Carmelo Teresiano el 9 de agosto. El Papa Juan Pablo II canonizó a la judía, filósofa, monja, mártir y beata, Teresa Benedicta de la Cruz de la Orden del Carmelo, el 11 de Octubre de 1998 en la Basílica de San Pedro en Roma.
Mensaje de santidad.
Ya desde la elección de su nombre el 15 de abril de 1934 cuando toma el hábito carmelitano eligiendo el de “Teresa Benedicta de la Cruz” -muchos traducen su nombre como Teresa “bendecida por la cruz”-, la santa nos deja un mensaje de santidad esencial: ha entendido que la esencia del catolicismo y de la vida religiosa en particular consiste en abrazar la cruz y entregar, en unión con Cristo crucificado, la propia vida, para la salvación de las almas. Tomamos dos extractos de su obra: “La ciencia de la Cruz”.
En un párrafo escribe: “Mira hacia el Crucificado. Si estás unida a él, como una novia en el fiel cumplimiento de tus santos votos, es tu sangre y Su sangre preciosa las que se derraman. Unida a él, eres como el omnipresente. Con la fuerza de la Cruz, puede estar en todos los lugares de aflicción”. El alma que contempla a Cristo Crucificado, no puede hacer otra cosa que unirse a Él, místicamente, de manera tan real y profunda que la sangre del que contempla a Cristo y la Sangre de Cristo son una misma y única Sangre, que se derraman sobre las almas para su conversión. El alma, que es unida al Cuerpo Místico de Cristo por el Espíritu Santo y es animada por este mismo Espíritu, del mismo modo a como un órgano del cuerpo es animado por el alma que anima y vivifica al cuerpo entero, se convierte así en corredentora, unida al Redentor, volviéndose capaz, por la unión mística con Cristo Crucificado, de estar presente, misteriosamente, “en todo lugar de aflicción”.
Es este aspecto de corredención del alma que se une a Cristo Crucificado, el que resalta Santa Edith Stein, como elemento esencial del catolicismo y de la vida religiosa en particular: “Hay una vocación a sufrir con Cristo y por lo tanto a colaborar en su obra de redención. Si estamos unidos al Señor, entonces somos miembros del Cuerpo Místico de Cristo. Todo sufrimiento llevado en unión con el Señor es un sufrimiento que da fruto porque forma parte de la gran obra de redención”[2]. La consagración del alma por el Bautismo y la consagración por la vida religiosa, no tiene otro objetivo que el formar parte del Cuerpo Místico de Cristo, Cuerpo que no puede no estar crucificado con Cristo y esto de manera real, es decir, uniendo los sufrimientos propios a los sufrimientos de Cristo en la Cruz. Sólo así, el sufrimiento personal, e incluso hasta la propia muerte, dejam de ser castigo por el pecado original, para convertirse en fuente de santificación y salvación, tanto personal como del prójimo, que es en lo que consiste la obra de la redención. Presentar un catolicismo y una vida consagrada distintas o con otros objetivos que no sean estos, es falsificar la noción misma de catolicismo.
Por último, en el telegrama que Edith había enviado a la Priora de Echt antes de ser llevada a Auschwitz, se contenía esta declaración: “No se puede adquirir la ciencia de la Cruz más que sufriendo verdaderamente el peso de la cruz. Desde el primer instante he tenido la convicción íntima de ello y me he dicho desde el fondo de mi corazón: Salve, Oh Cruz, mi única esperanza”. Aun siendo brillante en las ciencias humanas, Santa Teresa Benedicta de la Cruz considera que es infinitamente más valiosa la ciencia de la Cruz, la cual se aprende, no estudiando largos tratados de teología, sino llevando la cruz y soportando, espiritualmente, el peso de la misma: No se puede adquirir la ciencia de la Cruz más que sufriendo verdaderamente el peso de la cruz”. No hay otra forma de aprender la ciencia de la Cruz, la única ciencia capaz de salvar el alma, la única ciencia que vuelve verdaderamente docto hasta al más ignorante en ciencias humanas de los hombres –según lo de Santa Teresa de Ávila: “El que se salva sabe, y el que no, no sabe nada”-, es “sufriendo verdaderamente el peso de la cruz”. Es en la Santa Cruz de Cristo, en donde el alma se vuelve verdaderamente docta, porque allí adquiere la sabiduría salvífica, que salva al alma de la eterna condenación y la conduce a la eterna bienaventuranza. Sólo la Cruz es la única esperanza del alma que desea, más que salvarse, unirse en el Amor con Cristo crucificado.


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