San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

martes, 15 de agosto de 2017

San Maximiliano María Kolbe


"Celda del hambre", tal como la llamaban los nazis
al lugar en donde San Maximiliano María Kolbe sufrió el martirio.

Vida de santidad[1].

Nació en Polonia el 8 de enero de 1894 en la ciudad de Zdunska Wola; sus hermanos fueron Francisco, José, Valentín y Antonio. Sus padres eran María Dabrowska y Julio Kolbe, pertenecientes a la Tercera Orden Franciscana, los cuales tenían en su casa un taller y un pequeño altar con la imagen milagrosa de Nuestra Señora de Czestochowa, patrona de Polonia[2].
Su familia, polaca, era inmensamente devota de la Santísima Virgen y cada año llevaba a los hijos en peregrinación al santuario nacional. San Maximiliano heredó de sus padres un gran cariño por la Madre de Dios. Cuando era pequeño tuvo un sueño en el cual la Virgen María le ofrecía dos coronas: una corona blanca y otra roja, la blanca era la virtud de la pureza y la roja, el martirio. Tuvo la dicha de recibir ambas coronas.
En 1910 fue aceptado en el seminario franciscano y fue ordenado sacerdote en 1918; en 1915 obtuvo el doctorado en filosofía en la Universidad de Roma y en 1919 el doctorado en teología.
Gran devoto de la Virgen, San Maximiliano dedicó su vida en tratar de hacer la amar y venerar y para ello fundó en Polonia en el año 1927 la Ciudad de la Inmaculada, una gran organización, que tuvo mucho éxito y una admirable expansión, fundando luego en Japón otra institución semejante, con éxito admirable.
El padre Maximiliano fundó dos periódicos: uno, titulado “El Caballero de la Inmaculada”, y otro “El Pequeño diario”, además de una radiodifusora, llamada “El Caballero de la Inmaculada”. Organizó una imprenta en la ciudad de la Inmaculada en Polonia, y después se trasladó al Japón y allá fundó una revista católica que llegó a editar tiradas de quince mil ejemplares. En la Segunda Guerra Mundial la ciudad de Nagasaki, donde él tenía su imprenta, fue destruida por una bomba atómica, pero a su imprenta nada le sucedió.
Luego de invadir Polonia, los nazis tomaron por asalto la Ciudad de la Inmaculada y se llevaron prisionero al padre Maximiliano, con todos los sacerdotes y hermanos franciscanos que allí trabajaban al campo de concentración de Auschwitz, en donde el Padre Maximiliano murió mártir.

Mensaje de santidad.

Además de su vida de heroicidad de virtudes, el Padre San Maximiliano nos dejó un inapreciable legado, y es el de entregar su vida por la Fe en Jesucristo, al ofrecerse en cambio por un prisionero, padre de familia, que iba a ser ejecutado. Los hechos sucedieron así: un día se fugó un preso del campo de concentración de Auschwitz y en represalia, los nazis asesinarían por hambre a diez detenidos. Hicieron el sorteo del uno al diez, y cada vez que a un detenido le tocaba en suerte el número diez, era apartado para conducirlo a un sótano y dejarlo allí para que muriera de hambre. En un momento determinado, al tocarle el número diez, un detenido dijo: “Dios mío, yo tengo esposa e hijos. ¿Quién los va a cuidar?”. Fue entonces cuando el Padre Kolbe, en cumplimiento de las palabras de Jesucristo –“Amarás a Dios y a tu prójimo como a ti mismo”-, se ofreció para morir en lugar de ese padre de familia: “Yo me ofrezco para reemplazar al compañero que ha sido señalado para morir de hambre”. El oficial le responde: “¿Y por qué?”. “Es que él tiene esposa e hijos que lo necesitan. En cambio yo soy soltero y solo, y nadie me necesita”. Luego de dudar un momento, el oficial encargado de las ejecuciones respondió: “Aceptado”. Fue así que San Maximiliano fue llevado a una celda, destinada especialmente para los detenidos que habrían de morir de hambre, una de las muertes más dolorosas que existen. A pesar de la condena a muerte y de los terribles dolores que comenzaban a sobrevenirle, el Padre Kolbe no solo nunca desesperó sino que, animado por una fuera sobrenatural –el Espíritu Santo, que inhabita en todos los mártires que dan la vida por el Hombre-Dios Jesucristo-, sostenía a los demás detenidos, en medio de los dolores y las angustias, con ánimo firme y fuerte esperanza, orando continuamente y ofreciendo sus sufrimientos a Nuestro Señor crucificado y a la Inmaculada Concepción. Lentamente, fueron muriendo todos los detenidos, hasta que en la oscura celda quedó sólo el Padre Kolbe. Debido a que los carceleros necesitaban la celda para otros presos, decidieron acelerar la muerte de San Maximiliano, inyectándole cianuro intravenoso. La muerte de San Maximiliano Kolbe se produjo el 14 de agosto de 1941, vísperas de la gloriosa Asunción de María Santísima. La Virgen Santísima, a quien tanto amó San Maximiliano en su vida terrena, vino a buscarlo un día antes de la Asunción, para que celebrara esta fiesta mariana ya en el cielo, en la eterna bienaventuranza, y aquel que fue condenado a morir de hambre por causa de Jesucristo, comenzó a saciarse de vida divina, en la contemplación del Cordero. Tal como le había sido anticipado en sueños, San Maximiliano fue coronado en el cielo con una doble corona: una corona blanca, símbolo de la pureza y castidad mantenida como sacerdote célibe, por el Reino de Dios, y la corona roja del martirio, concedida por haber dado testimonio, hasta la muerte, de la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.
Por su testimonio de Fe en Jesucristo, en San Maximiliano María Kolbe se cumplen las palabras de Jesús: “El que pierda su vida por Mí y por el Evangelio, la ganará” (Mc 8, 35).

No hay comentarios.:

Publicar un comentario