San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

martes, 22 de agosto de 2017

San Expedito y la fuerza de la Cruz


         Es sabido que, en el momento en el que San Expedito decidió convertirse a Jesucristo, se le apareció el Demonio en forma de cuervo, con el objetivo de tentarlo y seducirlo para que postergara su conversión “para mañana”. Es decir, mientras Nuestro Señor Jesucristo le ofrecía la gracia santificante para que la aceptara en el momento e iniciara así su nueva vida, la vida de la gracia, la vida de los hijos de Dios, la vida regida por los Mandamientos de la ley divina y el deseo de alcanzar el Reino de los cielos, el Demonio lo tentaba diciéndole, no que no se convierta, sino que se convierta, pero que “lo deje para mañana”. Mientras tanto, afirmaba el Demonio, San Expedito podía continuar con su vida de pagano, esto es, alejado de Dios y sus Mandamientos, y esclavizado por sus pasiones y por Satanás. Ante la disyuntiva, San Expedito, que tenía la Santa Cruz en sus manos, eligió a Jesucristo y, obteniendo de la Santa Cruz la fuerza divina para vencer a la tentación, al tiempo que aplastaba la cabeza del cuervo infernal, levantaba en alto la Cruz de Jesús y decía: “¡Hodie! ¡Hoy, ya, ahora, comenzaré a vivir la vida de la gracia! ¡Hoy comenzaré a vivir como cristiano, tomando a los Mandamientos de la Ley de Dios como guía segura a la vida eterna! ¡Hoy comenzaré a frecuentar los sacramentos, la Confesión y la Comunión, para tener mi alma siempre en gracia y alimentada con el Pan de Vida eterna! ¡Hoy abandono mi vida de pagano y comienzo mi vida como cristiano, para así poder ganar el cielo!”.

         San Expedito es ejemplo, entonces, para muchos cristianos que, ante la tentación, no acuden a la Santa Cruz y terminan sucumbiendo a las seducciones del Demonio. Muchos cristianos dicen: “Mañana me voy a casar por la Iglesia”; “Mañana voy a ir a visitar a mi prójimo enfermo”; “Mañana voy a dejar este vicio”; “Mañana voy a comenzar a cumplir los Mandamientos”, “Mañana me voy a confesar”; “Mañana voy a empezar a ir a Misa”; y muchas otras cosas por el estilo. Haciendo así, caen en la trampa del Demonio, porque no sabemos si hemos de vivir mañana y porque con este pensamiento, posponemos de modo indefinido nuestra conversión. Es por esto que debemos aferrarnos a la Santa Cruz de Jesús para que, obteniendo de Jesús crucificado la fuerza divina necesaria para vencer la tentación, comencemos hoy mismo a vivir la vida de la gracia, la vida de los hijos de Dios.

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