San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

martes, 29 de agosto de 2017

La razón del martirio de San Juan Bautista


A pesar de lo que pudiera parecer, la muerte del Bautista no se debe a la defensa del matrimonio natural. Si fuera así, no sería mártir, y tampoco santo. Juan el Bautista muere por Jesucristo, no por el matrimonio, y esa es la razón de su santidad martirial. Es decir, Juan el Bautista no muere por la verdad del matrimonio natural –porque Herodes es adúltero-, sino por la Verdad que es Cristo, que eleva al matrimonio natural a la dignidad de sacramento. A partir de Jesús, el matrimonio no será más una unión natural entre el varón y la mujer: será, por la gracia santificante, la participación, del varón y de la mujer unidos esponsalmente, a la unión esponsal mística entre Cristo Esposo y la Iglesia Esposa. Esto significa que el esposo se convierte en representación, ante el mundo, de Cristo Esposo, mientras que la esposa se convierte en representación de la Iglesia Esposa. A partir de Cristo, los esposos cristianos son injertados en esta unión esponsal y mística entre Cristo y su Iglesia, lo cual determina las características de la unión esponsal entre el varón y la mujer, características que superan a las del matrimonio natural. En otras palabras, la fidelidad, la indisolubilidad, la apertura a la vida, virtudes que caracterizan al matrimonio entre el varón y la mujer, se derivan de la fidelidad, la indisolubilidad y la apertura a la vida –los hijos de Dios nacidos por el Bautismo sacramental- que caracterizan a la unión esponsal, mística y sobrenatural entre Cristo y la Iglesia. No es el matrimonio –ni el natural, ni el sacramental- el que determina la indisolubilidad, la fidelidad y el ser prolíferos, sino la unión esponsal anterior a toda unión esponsal humana, la que se produce entre Cristo y la Iglesia.
         Juan el Bautista no muere por el matrimonio natural, sino por Aquel que con su gracia santificante convierte al matrimonio natural en sobrenatural, esto es, en participación de la unión mística entre el Cordero y la Esposa, Cristo Jesús, el Hombre-Dios. Así como es imposible pensar en una Iglesia adúltera, esto es, que ame a los ídolos en vez de o junta a Cristo Jesús, y así como es imposible pensar en Jesús Eucaristía en otro lugar que no sea la Iglesia Católica, así tampoco es posible pensar en un esposo católico con otra mujer que no sea su esposa, y viceversa. Admitir lo contrario –que la unión adúltera no solo sea posible, sino agradable a Dios-, es admitir que la Iglesia puede dar cabida a los ídolos paganos –que son “demonios” según la Escritura[1]- y que Jesús Eucaristía pueda ser introducido en otras iglesias que no sean la católica. Y es negar la razón del martirio de Juan el Bautista, la santidad Increada del Cordero.



[1] Cfr. 1 Cor 10, 20.

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