¿Por qué la Iglesia conmemora a los Fieles Difuntos? Porque
la Iglesia es Madre y, como Madre que es, quiere que todos sus hijos alcancen
el Reino de los cielos. Para entender un poco esta solicitud de la Iglesia,
debemos recordar qué es lo que sucede en el momento de la muerte en las almas
que están en gracia, en las que están en pecado mortal, y en las que están en
gracia pero con pecados veniales no confesados.
Cuando el alma muere en gracia, su alma se encuentra ya,
desde la tierra, participando de la vida de Dios, lo cual quiere decir que, al
momento de morir, el alma vive en el Amor de Dios y por lo tanto no hay nada
que la separe de este Amor, con lo cual ingresa directamente en el Reino de los
cielos.
Cuando el alma muere en pecado mortal, no tiene en sí la
gracia de Dios y por lo tanto no tiene ni su vida ni su Amor; por lo tanto, al morir,
y al no haber ya oportunidad alguna de arrepentimiento, comprueba por sí misma
que el único lugar al que puede ir, para siempre, es el Infierno, que es el
lugar adonde van los que “libremente deciden morir en pecado mortal”, tal como
enseña el Catecismo de la Iglesia Católica (cfr. Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, n. 212).
Por último, cuando el alma muere en estado de gracia pero
con pecados veniales –enojos, impaciencias, mentiras leves, etc., los cuales al
no haber sido confesados llevan consigo la pena que les corresponde-, va dicha
alma al Purgatorio, en donde las penas de esos pecados veniales son purgadas o
purificadas en las llamas del Divino Amor, permaneciendo el alma allí hasta que
esas penas sean debidamente eliminadas del alma. En otras palabras, el pecado
venial es falta de amor a Dios en algo no grave, es decir, una falta leve en el
amor a Dios –el pecado mortal es una falta grave a este amor divino-: en el
Purgatorio, el alma “purga” o “se purifica” de esta falta, al crecer, a cada
momento que pasa en el Purgatorio, en el amor a Dios, ese mismo amor para con
el cual, en la tierra, se mostró distante, fría o tibia, porque no hizo
suficiente oración, ni ayunos, ni penitencias, ni obras de caridad.
Al
verse a la luz de Dios, el alma se da cuenta de que está en gracia pero que, al
mismo tiempo, no posee un amor perfecto a Dios a causa, precisamente, de las
faltas veniales que tuvo en la vida terrena –por ejemplo, una falta de perdón,
o un enojo, o incapacidad de pedir perdón-; entonces, el alma misma pide, para
sí misma, la purificación en el Amor, y eso es el Purgatorio. No está en estado
de gracia santificante perfecto, como el alma del bienaventurado que ingresa
directamente al cielo; tampoco está en estado de pecado mortal, como el que
libremente decidió apartarse de Dios y por eso tampoco le corresponde el
Infierno. Pero sí se ve, con perfección –porque se contempla a la luz de Dios,
como hemos dicho-, que su amor a Dios es muy imperfecto, tal como lo era en la
tierra –por ejemplo, prefería su propia impaciencia, antes que crecer en la
humildad y en la mansedumbre del Cordero-, y es así que el alma misma pide,
para sí misma, y con toda justicia, ser conducida al Purgatorio, de manera de
crecer en el amor a Dios hasta el grado perfecto que le permita ingresar al Reino
de los cielos.
Es
para estos Fieles Difuntos, que murieron en amistad y en gracia de Dios, pero
que necesitan que su amor a Dios se purifique y se haga perfecto, para los
cuales la Iglesia destina todo un día, para que nosotros, que somos parte de la
Iglesia Militante, abreviemos su Purgatorio con oraciones, sacrificios, misas y
rosarios ofrecidos, penitencias.
Es decir, con sus oraciones, la Iglesia Militante ayuda a
que el tiempo que las almas pasan en el Purgatorio se abrevie, y es para esto
para lo que la Iglesia destina todo un día, para conmemorar a los difuntos que
murieron en gracia pero con pecados veniales, para rezar por ellos y así
acortar el tiempo que deben pasar en el Purgatorio. Y si el alma del difunto ya
está en el Cielo, las oraciones, sacrificios, penitencias y ayunos que se
ofrecen en sufragio por estas almas, se aplican a otras almas que sí lo
necesitan, por lo que las oraciones por las Almas del Purgatorio nunca están de
más. Por sí mismas, estas Benditas Almas del Purgatorio no pueden realizar obras
meritorias que acorten su estancia allí, pero sí lo podemos hacer nosotros,
miembros de la Iglesia Militante, y es para eso que la Iglesia dispone la
Conmemoración de los Fieles Difuntos: para que, extrayendo del tesoro de
gracias del Sacrificio Redentor de Cristo en la Cruz, ganemos indulgencias para
las Almas del Purgatorio[1].
[1] ¿Cómo ganar indulgencias para
estas Benditas Almas del Purgatorio? Visitando piadosamente una Iglesia u
oratorio el Día de los Fieles Difuntos y rezando un Padrenuestro y un Credo,
aunque también se puede hacer esta visita, con el consentimiento del Ordinario,
el domingo anterior o posterior, o en la Solemnidad de Todos los Santos. La
otra forma es, desde el 1 al 8 de noviembre, visitar piadosamente un cementerio
(aunque sea mentalmente) y rezar pidiendo por los difuntos. Para ganar una
indulgencia plenaria, además de querer evitar cualquier pecado mortal o venial,
hace falta cumplir tres condiciones: Confesión sacramental; Comunión
Eucarística; Oración por las intenciones del Papa. Rezar por los Fieles
Difuntos es una preciosísima obra de caridad, encomendada encarecidamente por
el Amor Divino; es una muestra de amor sobrenatural el rezar por quien ha
fallecido y necesita del alivio del ardor de las llamas del Purgatorio
(recordemos que la intensidad del dolor es similar a la del Infierno, pero con
la esencial diferencia de que en el Purgatorio el sufrimiento es gozoso, por
así decirlo, porque se tiene pleno conocimiento de que finalizará algún día, y
ese día será el inicio de la Eterna Bienaventuranza). Quienes oren por las
Benditas Almas del Purgatorio, a la par de acortar el tiempo de purificación de
los Fieles Difuntos, acortan al mismo tiempo su propio Purgatorio, porque la
obra de misericordia consiste en que, con nuestras oraciones y buenas obras,
les alcanzamos la Sangre de Jesucristo, que de esa manera apaga las llamas
ardientes del Purgatorio y les concede alivio, lo cual será aplicado también
para nosotros, en caso de necesitarlo, desde el día de nuestra muerte, es
decir, si vamos al Purgatorio.
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