San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

lunes, 25 de julio de 2016

Santiago Apóstol


         La representación más emblemática del santo Patrono de España es su aparición en una batalla contra los musulmanes: en esta, aparece blandiendo su espada, cabalgando en un caballo blanco y arremetiendo contra el ejército moro que, en ese entonces, había ya invadido España[1]. La imagen no es, en absoluto, incompatible con la fe católica, ya que la defensa contra el agresor injusto forma parte de la “doctrina de la guerra justa”, explicitada en el catecismo y en el magisterio de la Iglesia católica[2].  La doctrina de la guerra justa es lo que justifica la existencia de los ejércitos nacionales, pues si no existieran, las naciones quedarían expuestas a la agresión de sus enemigos, quienes, ante la indefensión, no durarían en invadir su territorio y aniquilar y esclavizar a la población. En nuestros días podemos comprobar, con estupor, que tanto España, como el resto de los países hispanoamericanos, se encuentran  en una situación  de peligro tanto o más grave que en los tiempos en que apareció  el apóstol Santiago, porque hoy el peligro consiste, más que la invasión  de un ejército  enemigo -que al fin de cuentas está formado solo por hombres-, en la aparición  de un enemigo mucho más  sutil y difícil de combatir,  y es la apostasía del Nuevo Pueblo Elegido,  el cristiano bautizado en la Iglesia católica, que apenas recibe los sacramentos como el bautismo,  la sagrada comunión y la confirmación, abandona la Iglesia para aparecer  recién cuando está  por casarse, o directamente, no aparece más. A esto se le suma la aparición de una secta de alcance mundial y es la Nueva Era o Conspiración de Acuario, cuyo objetivo explícito es la consagración luciferina planetaria, es decir, la entrega de toda la humanidad al Príncipe de las tinieblas. Esta es la razón por la cual, en nuestros días, el peligro es mayor que en tiempos del Apóstol Santiago, porque están en peligro, más que la integridad territorial de una nación, la salvación eterna de millones de almas. Entonces,  al igual que en los tiempos  de la invasión musulmana a España, en los que la aparición  del santo apóstol llenó  de fuerza sobrenatural a los patriotas españoles –que pudieron  así  derrotar  a los invasores-, también hoy necesitamos de la misma fortaleza celestial, para defender, conservar y acrecentar nuestra santa fe católica. Conscientes de encontrarnos en medio del campo de batalla espiritual y de que “nuestra lucha no es contra personas humanas, sino contra los ángeles caídos, los espíritus malos de los aires” (cfr. Ef 6, 12), nosotros, junto con los patriotas españoles que combatieron a los musulmanes invasores, clamamos a Santiago Apóstol por su auxilio y decimos, empuñando en una mano la Santa Cruz de Jesús y en la otra el Santo Rosario: “¡Santiago y cierra, España!”[3].



[1] La historia de la aparición es la siguiente: “Cuenta la tradición, que el rey Ramiro I de Asturias se niega a conceder el «Tributo de las Cien Doncellas» a Abderramán III, denunciando así el tratado que le obligaba al impuesto, lo que le abocaba al recomienzo de las hostilidades contra los moros. Reunidas las tropas salen derrotados de Albelda (Logroño) y todo lo más que consigue el diezmado ejército es esconderse en Clavijo. Apesadumbrado el rey se le aparece el Apóstol Santiago en sueños, prometiéndole que estaría en el campo de batalla, espada en ristre, con túnica, estandarte y caballo blancos. El día siguiente, 23 de mayo de 844, al grito de “¡Dios ayuda a Santiago!”, tal como había contado el rey, apareció el apóstol. La escabechina de moros es considerable. Santiago se convierte en Santiago Matamoros y da comienzo el «voto de Santiago», por el que convertía en el santo patrón de España y germen del Camino peregrino de Compostela”; cfr. Juan Romero, La aparición del Apóstol Santiago, http://infocatolica.com/blog/delapsis.php/1105230650-la-aparicion-del-apostol-sant
[2] 1) Cfr. P. Jorge Loring, http://es.catholic.net/op/articulos/10054/matar-en-defensa-propia-y-guerra-justa.html; “Matar en defensa propia y guerra justa. Al prójimo se le puede matar en tres casos: en la guerra justa, en defensa propia y en la justa aplicación de la pena de muerte. El mandato divino "No matarás" significa que nadie puede matar sin motivo y sin razón. Pero hay circunstancias en las que hay una justificación. Al prójimo se le puede matar en tres casos: en la guerra justa, en defensa propia y en la justa aplicación de la pena de muerte. 1) En la guerra justa. La guerra no puede ser nunca un medio normal para la solución de conflictos. "Todo ciudadano y todo; gobernante están obligados a empeñarse en evitar las guerras"26. Según los moralistas, para que la guerra sea justa se deben cumplir varias condiciones: a) Imposibilidad de solución pacífica. b) Causa justa, como sería legítima defensa, mientras no haya una autoridad supranacional competente y eficaz. c) Que la decisión sea tomada por la autoridad legítima a quien corresponde velar por el bien común de la nación. d) Intención recta buscando la justicia y no la venganza. e) Que sean superiores los bienes que se van a conseguir a los males que se pueden producir27. "La apreciación de estas condiciones de legitimidad moral pertenece al juicio prudente de quienes están al cargo del bien común"28. "Los poderes públicos tienen, en este caso, el derecho y el deber de imponer a los ciudadanos las obligaciones necesarias para la defensa nacional"29 , "pero atenderán equitativamente el caso de quienes, por motivos de conciencia, rehúsan el empleo de las armas; éstos siguen obligados a servir de otra forma a la comunidad humana"30. "Una cosa es utilizar la fuerza militar para defenderse con justicia, y otra muy distinta querer someter a otras naciones"31. Buscar la guerra es absurdo. Pero rehuirla por principio puede ser cobardía ante la injusticia. El creyente obra con rectitud mientras luche por implantar la justicia en el mundo. La paz es el ideal del hombre: pero esta paz debe ser obra de la justicia. Un pacifismo conformista con la injusticia no es cristiano. El buen cristiano no puede desinteresarse del bien común de la sociedad. El peligro de una tercera guerra mundial que podría destruir la humanidad por el armamento de que hoy dispone el hombre, hace deseable un desarme internacional. Pero para que esto sea eficaz tiene que ser de ambos bloques, y con posibilidades de mutua vigilancia. Aunque la guerra sea justa, "no todo es lícito entre los contendientes"32. Debe respetarse la ley moral y el derecho de gentes. "Las acciones deliberadamente contrarias al derecho de gentes son crímenes"33. "Existe la obligación moral de desobedecer aquellas decisiones que ordenan genocidios"34. 2) En defensa propia35 se puede matar cuando alguien quiere matarnos injustamente, o hacernos un daño muy grave en nuestros bienes, equivalente a la vida; si no hay otro modo eficaz de defenderse. No es necesario esperar a que él nos ataque. Basta que nos conste que él tiene un propósito decidido de matarnos, y sólo está esperando el momento oportuno para hacerlo; y no hay otro modo de salvar la vida que adelantarse y atacar primero36. Esto en el terreno moral, independientemente de la ley civil. Lo que se permite en defensa propia se autoriza igualmente en pro del prójimo injustamente atacado. La caridad fraterna puede obligar a esto, pero no a exponer la propia vida, a no ser que se trate de parientes cercanos o esté uno obligado por contrato (guardias, policías)37. «Éstas son las condiciones para que pueda hablarse de legítima defensa: - Debe tratarse de un mal muy grave, cual es, por ejemplo, el peligro de la propia vida, la mutilación o heridas graves, la violación sexual, el riesgo de la libertad personal, la pérdida de bienes de fortuna desmedidos, etc. - Que sea un caso de verdadera agresión física. - Que se trate de un daño injusto. Por ejemplo no sería lícito defenderse de un policía, hasta producirle la muerte, pues el agente, normalmente, actúa en cumplimiento de su deber. - Para defenderse no hace falta que el agresor lo haga de modo voluntario y consciente. Por eso es lícito contra un borracho o un loco. - Que no haya otro modo eficaz de defenderse38. 3) La Autoridad Pública puede imponer la pena de muerte al criminal para defender a los demás. Dice la Biblia: «Aquel que derrame sangre de hombre, debe morir»39. «El que mata a otro voluntariamente sea castigado con la muerte»40. «Es de notar que el verbo del original hebreo es “rasach” , que significa la muerte del inocente. Por eso habría que traducirlo: “No causarás la muerte de un hombre inocente”. »Para otra clase de muertes la Biblia emplea los términos “harag” y “hemit”41. Salvador de Madariaga, conocido intelectual que murió a los 92 años en Lugano, Suiza, escritor internacional y ministro de la República en 1934, dice: «La pena de muerte no será necesaria el día que la supriman primero los asesinos»42. Lo mismo que es lícito matar a un injusto agresor en defensa propia47, la Autoridad puede aplicar la pena de muerte para defender la vida de los inocentes. Se supone, naturalmente, una culpabilidad claramente demostrada46. «La Autoridad tiene el deber de defender la vida de los ciudadanos inocentes»
«Los que tienen autoridad legítima, tienen también el derecho de usar las armas para rechazar a los agresores de la sociedad civil confiada a su responsabilidad»48.
Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica nº 2308
ANTONIO ROYO MARÍN, O.P.: Teología Moral para seglares,1º,2ª,III, nº870-873.Ed.BAC.Madrid regresar
Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2309 regresar
Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2310 regresar
Nuevo Código de Derecho Canónico, nº 2311 regresar
Concilio Vaticano II: Gaudium et Spes: Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual, nº 79 regresar
Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2312
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Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2328 regresar
Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2313 regresar
Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2264
JULIÁN PEREDA, S.I.: Revista ESTUDIOS DE DEUSTO, 30(IV-1967)9-34. Bilbao
B. HÄRING, C.SS.R.: La ley de Cristo, 2º, 2ª, 2ª, IV, 3. Ed. Herder. Barcelona
AURELIO FERNÁNDEZ: Compendio de Teología Moral, 2ª, XI, 1.4. Ed. Palabra. Madrid. 1995.
Génesis, 9:6
Éxodo, 21:12-14
AURELIO FERNÁNDEZ: Compendio de Teología Moral, 2ª, XI, 1.2. Ed. Palabra. Madrid. 1995.
SALVADOR DE MADARIAGA: Dios y los españoles, V. Ed. Planeta. Barcelona, 1975
Diario YA del 27-IX-79, pg. 4
Diario YA del 27-XII-86, pg. 19
Diario YA del 4-VIII-87, pg. 4
Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica nº 2267, Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica nº 2264
Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica nº 2265s.
[3] El significado de la frase es el siguiente: “¡Santiago y cierra, España! es un lema perteneciente a la tradición cultural española, inspirado en un grito de guerra pronunciado por las tropas cristianas durante la Reconquista, en batallas como la de Navas de Tolosa y las españolas del Imperio y de época moderna antes de cada carga en ofensiva (…) El significado de la frase es, por una parte, invocar al apóstol Santiago, patrón de España y también llamado Santiago Matamoros, y por otro, la orden militar cierra, que en términos militares significa trabar combate, embestir o acometer; “cerrar” la distancia entre uno y el enemigo. El vocativo España, al final, hace referencia al destinatario de la frase: las tropas españolas. Cfr. https://es.wikipedia.org/wiki/%C2%A1Santiago_y_cierra,_Espa%C3%B1a

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