San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

viernes, 22 de julio de 2016

María Magdalena y su encuentro con Jesús resucitado


“Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?” (Jn 20, 1-2. 11-18). En la mañana del Domingo de Resurrección, María Magdalena acude al sepulcro de Jesús. Al llegar, ve que la piedra de la entrada ha sido retirada y al comprobar que el interior del sepulcro está vacío, acude de inmediato a avisar a los demás discípulos que “se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. Luego, regresa al sepulcro y comienza a llorar, al tiempo que dos ángeles le preguntan la causa de su llanto “Mujer, ¿por qué lloras?”-, respondiendo María Magdalena lo mismo que les había dicho a los discípulos: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. En ese mismo momento se le aparece Jesús resucitado y le hace la misma pregunta que le acabaran de formular los ángeles: “Mujer, ¿por qué lloras?”. Sin reconocer a Jesús y pensando que era “el cuidador del huerto”, María Magdalena le dice: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo”. Luego, Jesús pronuncia su nombre: “¡María!” y es recién entonces cuando María Magdalena reconoce a Jesús y se postra a sus pies para adorarlo: “Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: “¡Raboní!”, es decir “¡Maestro!””.
Hoy, muchos en la Iglesia hacen como María: buscan a un Jesús muerto, como si no hubiera resucitado, porque para una gran mayoría de cristianos, Jesús es, en la práctica, un ser fallecido, cuyas enseñanzas, mandamientos y milagros nada significan para ellos. Hoy, muchos en la Iglesia piensan como María Magdalena antes de reconocer a Jesús, porque para muchos, Jesús todavía está en el sepulcro, no ha resucitado, no está con nosotros; para muchos, Jesús está, en la práctica, muerto y no resucitado y glorioso. Muchos, como María Magdalena, dicen: “No sabemos dónde está Jesús”.
Sin embargo, iluminados por la fe, no podemos decir que “no sabemos dónde está Jesús”; la fe nos dice que Jesús ya no está en el sepulcro, con su cuerpo muerto y frío; la fe nos dice que dejó vacío el sepulcro para ocupar, con su Cuerpo resucitado y glorioso, llena de la vida, del amor y de la luz divinas, el sagrario; la fe nos dice que Jesús está en la Eucaristía, no con su cuerpo muerto como en el sepulcro, sino con su Cuerpo glorioso y resplandeciente en el Pan de Vida eterna.

Parafraseando a María Magdalena e iluminados por la fe, decimos: “Sabemos dónde está el Cuerpo de Jesús resucitado, con su Alma, su Sangre y su Divinidad: está en el sagrario, en la Eucaristía, en el Pan Vivo bajado del cielo”.

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