Los santos Cosme y Damián, hermanos gemelos,
eran médicos y ejercían su profesión sin cobrar por sus servicios, hecho por el
cual se los conocía como "los sin dinero". Su fe en Cristo se
traducía en una gran caridad, debido a lo cual los pobladores de Alejandreta,
Cilicia, donde vivían, les tenía gran estima, cariño y respeto. Aprovechaban
todas las oportunidades que les brindaba su profesión para difundir y propagar
la fe cristiana. En consecuencia, al comenzar la persecución, fue imposible que
pasaran desapercibidos, siendo detenidos por orden de Lisias, gobernador de
Cilicia, para luego ser decapitados, antes de pasar por diversos tormentos.
Según la Tradición, en el momento de
su muerte ocurrieron numerosos prodigios -verificados también en otros mártires,
como por ejemplo, San Cristóbal-: las flechas lanzadas por los arqueros
regresaban, antes de tocar sus cuerpos, para herir a los que las habían
arrojado; salieron indemnes del fuego y no pudieron ser ahogados, a pesar de
haber sido hundidos con piedras, etc. Incluso luego de muertos estos prodigios
continuaron, como el de aparecerse en sueños a quienes rogaban por ellos, para
interceder por su curación.
Mensaje de santidad
En una época en la que la ciencia
médica ha progresado asombrosamente, pero al mismo tiempo los médicos que la
practican se han alejado de la fe en Jesucristo en la misma medida del progreso
de la ciencia, el mensaje de santidad de los santos médicos Cosme y Damián
señala que la fe en Cristo no solo no es incompatible con la ciencia médica -y
con toda ciencia-, sino que es su fundamento -y el fundamento de toda ciencia-, puesto que
Cristo, en cuanto Hombre-Dios, es el Creador de aquello que la ciencia médica
estudia y a lo cual dedica la totalidad de sus esfuerzos, la persona humana.
Todo lo que el médico, en cuanto científico, estudia y analiza, con el objetivo
de aplicar su conocimiento médico -esto es, la persona humana-, proviene de las
manos creadoras de Cristo Dios, que todo lo ha hecho y hace, en el universo
mundo, con suma precisión científica; todo lo que el médico aplica, en cuanto
científico, para curar y sanar, proviene también de Cristo Dios, puesto que es
Cristo Dios quien ha creado al hombre que, con su inteligencia, hace ciencia,
como en el caso del médico.
Estos argumentos deben -o al menos
deberían- conducir al médico a la fe en Jesucristo, puesto negar esto, es negar
la evidencia, y una mente científica, como la del médico, se resiste a negar lo
evidente. La conmemoración de los santos médicos Cosme y Damián debe servir,
por lo tanto, a todo médico -y a todo científico que se precie de tal-, para
acrecentar su fe y su amor a Cristo Dios, Médico Divino.
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