San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

lunes, 16 de septiembre de 2013

San Cipriano, obispo y mártir

          En las Actas del martirio de San Cipriano se lee, en el decreto por el cual se lo sentencia a muerte al santo obispo, que la causa de su sentencia a muerte es el haberse convertido en "enemigo de los dioses de Roma y de la antigua religión", además de ser el "culpable" de que otros imiten su ejemplo y adhieran a la "nefanda doctrina".
          Visto con los ojos humanos, la muerte de San Cipriano está justificada: es un "enemigo de la religión de Roma", y por lo tanto, es enemigo también del emperador, a quien se adora por medio de esta religión; es enemigo también de las costumbres y religiones ancestrales -que no es otra cosa que paganismo y brujería-, y además es un rebelde que altera la paz y el orden públicos y pone en peligro los cimientos mismos del Imperio Romano, desde el momento en que es culpable de que "muchos" abandonen la religión de Roma, el culto idolátrico al emperador y la religión antigua -la brujería-, para seguir la religión de un hombre crucificado y muerto hace cientos de años. En definitiva, a los ojos de los hombres sin fe y a los ojos del mundo, la sentencia a muerte de San Cipriano está justificada, porque es un enemigo del Imperio, un traidor, un rebelde y un instigador a la rebelión, y todo esto lo hace acreedor del "odio del mundo" (cfr. Jn 15, 18-21), el cual descarga sobre San Cipriano toda la fuerza de su poder, poder que es muerte y destrucción.
          Ahora bien, si el mundo, que está "bajo el poder del Príncipe de las tinieblas" (cfr. 1 Jn 5, 19), guiado por el odio del ángel caído, odia a San Cipriano, es porque antes odió a Cristo, Hijo de Dios, que ha venido para "destruir las obras del demonio" (1 Jn 3, 8). Es por esto que, a los ojos de Dios, San Cipriano no es enemigo sino amigo, y ya lo había dicho Jesús en la Última Cena: "Ya no os llamo siervos, sino amigos" (Jn 15, 15), y San Cipriano es amigo de Dios, porque Dios Padre ve en él la imagen de su Hijo Jesús, imagen tallada y esculpida a fuego por la gracia santificante, y al ver a su Hijo Jesús en San Cipriano, Dios Padre ve que no es San Cipriano quien se inmola, sino su Hijo Jesús quien, a través de San Cipriano, continúa su Pasión redentora, derramando su Sangre por la salvación de los hombres. Es así, entonces, que a los ojos de Dios, todo cambia: el enemigo del mundo es su amigo; el traidor a los ojos del mundo, es su hijo más fiel; el rebelde a los ojos del mundo, es su hijo más dócil a las mociones del Amor divino; el que es odiado por el mundo, es aquel a quien más ama Dios, enviándole el Espíritu Santo, el Amor de Dios, que inhabita en el alma del mártir y habla a través suyo.
          El mensaje de santidad de San Cipriano, entonces, es este: "Bienaventurados cuando os odien a causa del Hijo del hombre, porque eso significa que sois amados por el Padre y su Espíritu Divino".
         

          

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