El Cura Brochero imitó a Cristo durante
toda su vida y fue así como alcanzó la santidad. La imitación de Cristo se ve, ante
todo, en la heroicidad de la práctica de las virtudes, heroicidad que fue, en
definitiva, la que lo llevó al Reino de los cielos, y a ser proclamado beato en
la tierra. Y puesto que en Brochero el sacerdocio ministerial se identificaba
con él, de tal manera que no puede pensarse en Brochero sin pensar en "el
Cura Brochero", la imitación de Cristo que lo llevó a los cielos se dio
sobre todo en su vida sacerdotal, en la devoción y piedad con la que celebraba
la Santa Misa -celebró hasta el final, aún cuando ya ciego y sin sensibilidad
en los dedos, no podía leer el Misal ni saber si sostenía adecuadamente la
Hostia-, o rezaba el Rosario, o confesaba, o predicaba los Ejercicios
Espirituales que el Señor otorgó como preciosísimo don celestial a la Iglesia,
por medio de San Ignacio de Loyola.
El Cura Brochero se distinguió, de
modo particular, en su celo por las almas, buscando su salvación a toda costa,
y uno de los medios sobrenaturales más eficaces que utilizó para este fin,
fueron los Ejercicios Espirituales, para cuya realización dedicó gran parte de
su vida. El Padre Brochero fue un predicador incansable de estos retiros,
riquísimos en meditaciones espirituales de profundo contenido, y obtuvo la
conversión de numerosas almas a través de estos retiros. Y fue en esto en lo
que imitó a Cristo, porque era Cristo quien vivía en Él y obraba a través suyo,
puesto que no era él quien salía a buscar ejercitantes para los Ejercicios
Espirituales, sino que era Cristo en Persona el que, como el pastor de la
parábola, que sale a buscar la oveja perdida y deja a las noventa y nueve (cfr.
Lc 15, 1-10), y como la mujer que busca la dracma perdida hasta
encontrarla, sale a buscar al pecador, pero esta vez ya no en la figura de una
parábola, sino en el cuerpo y alma de un sacerdote totalmente entregado a Él e
identificado con Él.
El Cura Brochero imitó a Jesús en sus
virtudes, en la vida cotidiana, y en su sacerdocio ministerial, pero también
imitó a Cristo hasta el fin de sus días con la enfermedad, y lo hizo no como él
quería, muriendo en plena actividad, "como el caballo Chesches, que murió
en plena carrera", según él lo manifiesta en la carta al obispo Yáñez,
sino con una enfermedad que lo consumió poco a poco, la lepra. La imitación de
Cristo con esta enfermedad está en el hecho de que el leproso, en la
Antigüedad, era llamado "maldito" y considerado como tal, pues vivía
alejado de los poblados y todo el mundo evitaba su contacto, porque se lo
consideraba repugnante incluso a la simple vista. Cristo muere en la Cruz, y
con esto se hace maldito, como dice la Sagrada Escritura a quien muere en la
Cruz: "Maldito el que cuelga del madero". Pero Cristo, no siendo
maldito en sí mismo, se hace maldito por nosotros, para compartir nuestra
suerte, que sí es maldita, desde el momento en que estamos caídos a causa del
pecado original. Cristo se hace maldito para destruir la maldición por el
sacrificio de la Cruz, la ofrenda de su Cuerpo y el derramamiento de su Sangre,
que cancelan para siempre la maldición que desde Adán y Eva pesaba sobre la
humanidad entera. Al contagiarse la lepra, llamada "enfermedad
maldita" y que daba el nombre de "maldito" al que la contraía, el
Cura Brochero exterioriza con su cuerpo humano la identificación espiritual
interior, dada por la gracia, con la Pasión redentora del Hombre-Dios, que no
duda en subir al leño de la Cruz para destruir allí la maldición que el pecado
había traído sobre toda la humanidad.
Por último, hay otra identificación
del Cura Brochero con Cristo: el Cura Brochero se contagió la lepra al tomar
mate en sus visitas a un leproso, ateo y blasfemo, de quien buscaba su conversión,
y en esto imitó a Jesús, Buen Pastor, que para rescatar a su oveja perdida no
duda en descender del cielo para ofrendar su Cuerpo en la Cruz por la salvación
del pecador. por esto, no era José Gabriel del Rosario Brochero quien visitaba
a ese leproso y tomaba mate con él, sino que era el mismo Jesús en Persona
quien, a través del Cura Brochero, se acercaba al leproso para conquistar su
alma y llevarla al Reino de los cielos. Al igual que el Cura Brochero, seamos
entonces otros tantos "cristóforos", es decir, portadores de Cristo,
para que Cristo los alcance con su Amor.
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