“Por medio del honrado desempeño del oficio de carpintero,
San José ha venido a ser el modelo admirable de todos los trabajadores”[1]. Con
esta antífona de Laudes, la Iglesia honra la memoria del Padre adoptivo de
Jesús, San José. De esta manera, al poner la Iglesia a San José como modelo
para todos los trabajadores, la Iglesia enaltece, además de la figura de San José,
al trabajo en sí mismo, colocándolo en una órbita que sobrepasa infinitamente
cualquier ideología humana, y es en la órbita de la santidad. En efecto, el
trabajo, para la Iglesia, es algo sagrado y santo, desde el momento en que el
mismo Dios en Persona “trabaja”, tal como lo dice Jesús: “Mi Padre trabaja y Yo
también trabajo” (cfr. Jn 5, 17), y
si bien Jesús se refiere a la obra de la salvación –que comprende la
Encarnación del Verbo, los milagros, la Pasión, Muerte y Resurrección de
Jesús-, lo hace en términos de “trabajo”, lo cual indica el alto grado de
consideración que Dios tiene del trabajo humano honrado, en cuanto es imitación
y participación de su propio trabajo en cuanto Dios, esto es, la salvación del
hombre. Esta dignidad intrínseca del trabajo se pone de manifiesto en el
Génesis, cuando Dios, al revelar su obra creadora del universo visible e
invisible, lo hace también en términos de “trabajo”, en este caso, utilizando
la figura del descanso, acción propia del hombre y que, antropomórficamente, se
la aplica a Sí mismo: “Y en el séptimo día completó Dios la obra que había
hecho, y descansó en el día séptimo de toda la obra que había hecho” (Gn 2, 2). Es decir, la dignidad del
trabajo honrado es tan alta, que Dios mismo se aplica a sí mismo la figura de
un trabajador: trabaja en la obra de la Creación y trabaja –las Tres Divinas
Personas que constituyen un Único Dios- en la obra de la salvación. Por este
motivo, no es de extrañar que el Padre adoptivo de Jesús, San José, aun
teniendo la posibilidad de vivir sin trabajar, desde el momento en que los
ángeles, cuyo Rey es Jesús, podrían hacer todo su trabajo en cuestión de
segundos, no hace uso de esta prerrogativa y, por el contrario, trabaja ardua y
duramente toda su vida, en su oficio de carpintero, hasta el día mismo de su muerte.
En efecto, según una antigua tradición, San José murió en ocasión del trabajo,
pues se enfermó de neumonía al ser sorprendido, junto con su Hijo Jesús por una tormenta de nieve,
mientras acudían a un pueblo cercano para realizar un trabajo de carpintería.
San José es modelo de trabajo honrado, que santifica, pero también hay otro elemento a considerar en el trabajo del cristiano, y es la perfección con la cual este se realiza y se ofrece a Dios, porque a Dios no se le puede ofrecer un trabajo mal hecho -voluntariamente-, ya que la perfección es parte del ser cristiano, tal como lo enseña Jesús y ordena: "Sed perfectos, como mi Padre celestial es perfecto" (Mt 5, 48). Esto implica luchar contra la pereza, la decidia y la negligencia, y hacer el trabajo con la mayor dedicación posible: no importa si no sale perfecto, pero sí importa poner todo de nuestra parte para que sea perfecto.
San José es modelo de trabajo honrado, que santifica, pero también hay otro elemento a considerar en el trabajo del cristiano, y es la perfección con la cual este se realiza y se ofrece a Dios, porque a Dios no se le puede ofrecer un trabajo mal hecho -voluntariamente-, ya que la perfección es parte del ser cristiano, tal como lo enseña Jesús y ordena: "Sed perfectos, como mi Padre celestial es perfecto" (Mt 5, 48). Esto implica luchar contra la pereza, la decidia y la negligencia, y hacer el trabajo con la mayor dedicación posible: no importa si no sale perfecto, pero sí importa poner todo de nuestra parte para que sea perfecto.
“Mi Padre trabaja, y Yo también trabajo”. El trabajo humano
honrado es santo cuando el hombre, al trabajar, no solo imita, sino que,
ofreciéndolo a Jesucristo en la cruz, se une por participación a la obra
redentora del Salvador. Visto en esta perspectiva, no existe un trabajo “más
importante” que otro, puesto que, independientemente de su cualidad, lo que lo
hace santo –y por lo tanto, agradable a Dios-, es el ofrecer el trabajo propio,
realizado honrada y sacrificadamente a Cristo Dios, por la salvación de las
almas. Y en esto, San José es modelo ejemplar e insuperable para todos los
trabajadores.
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