San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

viernes, 12 de mayo de 2017

Venerable Edel Quinn


         Vida de santidad[1].

Edel nació en Kanturk, Condado de Cork, en Irlanda, un 14 de Septiembre de 1907, en la Celebración de la Santa Cruz. Decidió consagrarse a Dios por medio de la vida religiosa y para ello quiso entrar en un convento contemplativo de Clarisas, pero no pudo perseverar debido a su mala salud. A los 20 años ingresó a la Legión de María aceptando la voluntad de Dios y dando su vida a su servicio en África con una salud constantemente debilitada. Se hacían así realidad las palabras de la promesa legionaria, dirigidas al Espíritu Santo: “Confiando en que en este día quieras recibirme por tal y servirte de mí y convertir mi debilidad en fortaleza...”.
En el año 1936 Edel fue enviada desde Dublín para establecer la Legión en el Este y el Centro de África. A pesar de su salud disminuida, y con tal de llevar el estandarte de la Legión de María por toda África, Edel emprendió largos y peligrosos viajes a través de selvas y largas y desiertas carreteras. Así, recorrió países enteros, como Kenia, Uganda, Tanganyka y Nyasaland, consiguiendo algo que, con las solas fuerzas humanas, parecía imposible, según lo afirma el Cardenal Suenens: “Edel se enfrentó a una tarea sobrehumana: hacer aceptar la Legión, respetando su espíritu y su método, enraizarla, cuidar de su crecimiento y de la perseverancia de sus miembros en un combate continuo. Las dificultades eran enormes pero ella cumplió con cada reto, con fe y coraje inquebrantables.  Cuando otros vacilaban, su respuesta invariable era “¿Por qué no podemos confiar en Nuestra Señora?” o “Nuestra Señora se hará cargo de todas las cosas”.  Por casi ocho años, con su salud deteriorándose constantemente, ella trabajó sin descanso en los enormes territorios que le habían sido asignados, llegándose a establecer de manera permanente cientos de præsidia de la Legión y muchos consejos superiores, gracias a su labor apostólica.  Como resultado, miles de africanos se convirtieron y se dedicaron a su vez a la labor de evangelización de la Iglesia.
Después de ocho años de un apostolado intenso y heroico subió al Padre el 12 de mayo de 1944 en Nairobi, un viernes, día dado normalmente a la reflexión en la pasión de Cristo.

Mensaje de santidad.

Un episodio, ocurrido un día del año 1937, retrata la fortaleza sobrenatural y el celo apostólico de la que estaba animada Edel Quinn. Sucedió que un sacerdote alemán llevaba a Edel a una reunión de la Legión de María ubicada a varios kilómetros de distancia de su base en África. Llegaron a un río tan crecido que las aguas lo cubrían por completo, con lo cual el puente ni siquiera se alcanzaba a ver. Cuando el sacerdote estaba por retroceder, Edel le dijo: “Oh, Padre, por favor siga adelante, estoy segura que Nuestra Señora nos va a proteger”.  Viendo la fortaleza de su fe en la intercesión de la Virgen, el sacerdote decidió atravesar el puente y aunque el agua apagó el motor, el impulso que había tomado le permitió llegar a la otra orilla, pudiendo luego continuar el viaje, una vez que el automóvil continuó funcionando. 
Citamos una frase del diario privado de Edel, en la cual se puede apreciar su profunda espiritualidad cristocéntrica y trinitaria: “Somos parte de la misma vida de la Santísima Trinidad, con la Palabra Encarnada como nuestro Hermano, su Padre como nuestro Padre, su Espíritu como el alma de nuestras almas. Con todo nunca podemos olvidarnos de la Trascendencia Divina de Dios. Y por consiguiente, sin debilitar la intimidad de la sublimación gozar con las Personas Divinas y estar con una actitud de reverencia y adoración profunda…”. Edel hacía de su alma la morada de Dios Uno y Trino, obteniendo de esta unión con las Tres Divinas Personas no solo la fortaleza para su misión, sino también la paz, la serenidad y el recogimiento interior necesario para la oración, abstrayéndose del mundo que la rodeaba, para poder estar a solas con las Tres Divinas Personas.
Edel vivió plenamente el espíritu de la Legión, que es el espíritu de María, pues se consagró a la Virgen, tal como lo pide el Manual del Legionario, según el Método de Consagración a María de San Luis María Grignon de Montfort, realizando plenamente la fórmula de Montfort de hacer todo en María, con María y para María. El padre Moynihan O.P., Vice Postulador de su causa escribió que ella leía y releía este pequeño libro la Verdadera Devoción a María según lo dispuesto por San Luis María de Montfort, hasta que sus enseñanzas se hicieron vida en ella.
Vale la pena al apreciar otra vez las notas del diario privado de Edel, en donde se refleja no solo su abandono del mundo con sus pompas terrenas, sino también su total asimilación a María, que la lleva a ver el mundo con los ojos de María, a pensar con el pensamiento de María, a amar a Dios y al prójimo con el amor de María: “Renunciemos a nuestras miras humanas para adoptar el punto de vista de María, a fin de dejarnos conducir en todas las cosas por su espíritu. Adoptemos su modo de ver, sus pensamientos, en todo démonos a Ella por completo para pertenecer por entero a Cristo, para ser incesantemente asumidos por El. María es Madre de la vida de nuestras almas. Volverse hacia Ella en todas las circunstancias para aprender a amar a Jesús, a servir al Padre, a adoptar una actitud de niño pequeño. Confianza total, sin ninguna duda y con una amorosa ternura manifestada hasta en los detalles más insignificantes”.
La unión con Jesús en la Eucaristía y con Jesús en la cruz constituían la fuente de su vida espiritual. Lejos de quejarse por las inclemencias del tiempo, por lo incómodo de los numerosos viajes, por su salud quebrantada, Edel une todos sus padecimientos y mortificaciones a Jesús crucificado, obteniendo de Jesús el alivio a sus pesares. Dice así en su diario privado: “Cuando unimos nuestros padecimientos a los de Jesús y los ofrecemos para su gloria, los padecimientos se vuelven dulces y nos hacen subir hasta El, convirtiéndose en fuente de felicidad para nosotros. Alegrarse de imitar al Señor en la aceptación de los sufrimientos: falta de salud, dificultades cotidianas…, he ahí sus dones para los elegidos”[2]. El Jueves Santo antes de morir, escribe: “María ama a Jesús en mí. Lo acaricia, y derrama su compasión sobre todas sus heridas. Pero, sobre todo, le agradece la Eucaristía y le da gracias al Padre por este don. ¡Que solitaria seria la vida sin la Eucaristía!”.
Las palabras amor, alegría, paz aparecen en casi todos los testimonios, según el Vicario General de la isla Mauricio: “Quiero hacer énfasis especial en su alegría constante; ella siempre estaba sonriente; nunca se quejó; siempre estaba a disposición de las personas, nunca escatimó su tiempo con ellos”. No se trataba de una alegría superficial, ni de una sonrisa forzada: era la Alegría de María y la sonrisa de Jesús la que Edel ofrecía al mundo, ocultando sus fatigas, sus pesares y su salud quebrantada, que eran solo conocidas por Dios. Para sus hermanos siempre una sonrisa y un afecto fraterno; para Dios, la oblación de su vida en sacrificio, unida al Sacrificio de la Víctima Inmaculada, Jesucristo. Por todo esto, Edel Quinn es ejemplo y modelo de santidad para toda la Legión.




[1] http://es.catholic.net/op/articulos/22830/edel-quinn.html
[2] http://es.catholic.net/op/articulos/22830/edel-quinn.html

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