En la Infraoctava de Navidad, la Iglesia conmemora a los
Santos Mártires Inocentes, los niños que fueron cruelmente asesinados por el
rey Herodes.
Según
la Escritura, Herodes llamó a los Sumos Sacerdotes para preguntarles en qué
sitio exacto iba a nacer el rey de Israel, al que habían anunciado los profetas[1].
Ellos le contestaron: “Tiene que ser en Belén, porque así lo anunció el profeta
Miqueas diciendo: ‘Y tú, Belén, no eres la menor entre las ciudades de Judá,
porque de ti saldrá el jefe que será el pastor de mi pueblo de Israel’” (Miq 5, 1). Lejos de pretender honrar al
Mesías, lo que deseaba Herodes era asesinarlo, celoso del mismo y temeroso de
que el Niño fuera a arrebatarle sus prerrogativas reales. Luego de ser burlado
por los Reyes Magos, quienes guiados por la Estrella adoraron al Niño y luego
regresaron por otro lugar, Herodes, sin saber dónde había nacido el Niño, el
Rey de Israel, ordenó a su ejército que rodeara la ciudad de Belén y alrededores
y pasaran por la espada a todo niño menor de dos años.
Según
la Liturgia Griega, se afirma que Herodes hizo matar a catorce mil varones, aunque
los sirios mencionan a sesenta y cuatro mil, mientras que muchos autores
medievales, siguiendo a Apocalipsis 14, 3, cifran el número en ciento cuarenta
y cuatro mil. Sin embargo, teniendo en cuenta que Belén era un pueblo muy
pequeño, los autores modernos disminuyen considerablemente el número. Por ejemplo,
Knabenbauer[2]
los rebaja hasta quince o veinte, Bisping a diez o doce[3],
Kellner a cerca de seis[4]. Independientemente
del número real, el evangelista San Mateo afirma que en ese día se cumplió lo
que había avisado el profeta Jeremías: “Un griterío se oye en Ramá (cerca de
Belén), es Raquel (la esposa de Israel) que llora a sus hijos, y no se quiere
consolar, porque ya no existen” (Jer
31, 15).
¿Por
qué se consideran “mártires” y “santos”? Porque murieron por causa de Cristo,
en lugar de Cristo, y porque fue Jesucristo, Rey de los mártires, quien los
eligió para que fueran partícipes de su Pasión y Muerte en Cruz y fueran, de
esa manera, lavados con anticipación con la Sangre de su Cruz, llevados al
cielo y coronados con las palmas del martirio en el Reino de Dios. Es decir, son
mártires porque murieron por causa del Niño Dios –es a Él a quien deseaban
matar- y porque Él los hace participar, de modo anticipado, de su muerte
martirial en la Cruz del Calvario. Ocurrida en un pequeño pueblo de Palestina y
a veintiún siglos de distancia, la matanza de los Inocentes, lejos de haber
finalizado, se perpetúa día a día a manos de los modernos Herodes, aquellos que
asesinan a los niños por nacer por medio del aborto, solo que las cuchillas y
espadas asesinas de los esbirros de Herodes, son reemplazados por afilados y
asépticos instrumentos quirúrgicos y el lugar de la matanza de los nuevos
Santos Inocentes Mártires no se limita a un pequeño pueblito de Medio Oriente,
sino que se extiende y abarca a todo el planeta. Los soldados de Herodes han
sido reemplazados por los abortistas de todos los tiempos, que descargan sus
cuchillos asesinos en lo más profundo de los vientres maternos, buscando de eliminar,
consciente o inconscientemente, la imagen de Dios que todo hombre representa. Y
también, hoy como ayer, el destinatario de las puñaladas asesinas, y el que las
sufre en reemplazo de los niños abortados, es Jesucristo, el Rey de los
mártires.
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