Muchos cristianos piensan que la devoción al Sagrado Corazón
de Jesús se reduce a un mero recuerdo piadoso mensual, reservado, por lo
general, para señoras ya un poco grandes que, como no tienen otra cosa que
hacer, asisten a la Iglesia para rezar un poco. Muchos cristianos piensan que
la devoción al Sagrado Corazón de Jesús es algo ya “pasado de moda”, porque se
trata de una devoción sensiblera, que estaba bien para los siglos pasados, pero
que ha quedado “anticuada” para el hombre del siglo XXI, un hombre
racionalista, frío, calculador, que confía en el poder de su mente, en la
ciencia y en la tecnología, que se siente maduro y superado y evolucionado en
su humanidad y que, por lo tanto, no le hace falta una devoción que, en cuanto
religiosa y sensiblera, se muestra inferior a la razón, fría, científica y
tecnológica. Esto es lo que explica la ausencia de innumerables bautizados, que
han dejado vacías las iglesias, las cofradías, las procesiones y los homenajes
al Sagrado Corazón de Jesús.
Sin embargo, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús es
necesaria y de tal manera, que sin la devoción, el hombre no puede vivir, sino
que perece literalmente, tanto en esta vida, como en la otra. En otras
palabras, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús es vital, porque del Corazón
de Jesús el hombre recibe la vida divina, que mantiene su alma en estado de
santidad en esta vida, y la colma de gloria celestial en la vida eterna.
El mismo Jesús, en sus apariciones a Santa Margarita, lo
dice así, en la Primera Revelación, el 27 de diciembre de 1673, según el relato
de la misma santa: “Estando yo delante del Santísimo Sacramento me encontré
toda penetrada por Su divina presencia. El Señor me hizo reposar por muy largo
tiempo sobre su pecho divino, en el cual me descubrió todas las maravillas de
su amor y los secretos inexplicables de su Corazón Sagrado. Él me dijo: “Mi
Divino Corazón, está tan apasionado de Amor a los hombres (…) que, no pudiendo
contener en él las llamas de su ardiente caridad, es menester que las derrame
valiéndose de ti y se manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos dones
que te estoy descubriendo, los cuales contienen las gracias santificantes y
saludables necesarias para separarles del abismo de perdición”[1]. Es
decir, Jesús le dice que su Corazón, movido por su amor hacia nosotros,
contiene dones y gracias santificantes necesarias para que los hombres no
caigan en el “abismo de perdición”, y el abismo de perdición es el Infierno. Y que
el Infierno existe, y es real y eterno, y en él se sufren tormentos tanto en el
cuerpo como en el alma, es dogma de fe de la Santa Madre Iglesia, y quien lo
niegue, se aparta de la verdadera fe. Quien no ama al Sagrado Corazón, no
recibe las gracias necesarias para no caer en el “abismo de perdición”, el
Infierno. Y puesto que este Sagrado Corazón de Jesús está vivo, glorioso,
resucitado, lleno del Amor Divino, en la Sagrada Eucaristía, podemos decir, por
extensión, que quien no ama la Eucaristía, no ama al Sagrado Corazón de Jesús y
no recibe las gracias para su eterna salvación.
Lejos entonces de ser una devoción sensiblera y pasada de
moda, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús es vital, literalmente hablando,
tanto para vivir con el alma en gracia en esta vida, como para vivir en la
gloria en la vida eterna.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario