¿Qué fue lo que llevó a San Justino a dar su vida por
Jesucristo? Su amor a la Verdad, porque San Justino buscó siempre la verdad, la
que hace brillar el alma con la Divina Sabiduría, disipando las tinieblas del
error y la ignorancia. Y como la Verdad de Dios Encarnada es Jesucristo, al
buscar a la Verdad, sin saberlo, San Justino buscaba al Hijo de Dios Encarnado,
la Verdad y Sabiduría de Dios en Persona. Al responder al Alcalde que
finalmente lo enviaría a ser decapitado, San Justino proclamaba, en pocas
palabras, la verdad de fe de la religión católica, verdad que salva las almas: “La
religión cristiana enseña que hay uno solo Dios y Padre de todos nosotros, que
ha creado los cielos y la tierra y todo lo que existe. Y que su Hijo
Jesucristo, Dios como el Padre, se ha hecho hombre por salvarnos a todos.
Nuestra religión enseña que Dios está en todas partes observando a los buenos y
a los malos y que pagará a cada uno según haya sido su conducta”[1]. Basta
saber esto para entrar en el Reino de los cielos, aunque para poder entrar es
necesario sellar con la propia sangre el testimonio de lo que se cree, como lo
hizo San Justino, aunque en nuestros días el testimonio martirial sea de otro
tipo: no cruento, sino incruento, y todos los días, pues todos los días el
mundo trata de imponer su error, para alejarnos de la Verdad Encarnada,
Jesucristo, Verdad que es Camino al Padre y Vida eterna para el alma (cfr. Jn 14, 6).
Que San Justino interceda por nosotros, en estos tiempos
nuestros signados por la confusión, el error y la ignorancia acerca de las
verdades elementales de la verdadera y única fe en Jesucristo, el Hombre-Dios, Dios
Hijo Encarnado que se dona con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en la
Eucaristía, para que también nosotros, como él, seamos capaces de dar
testimonio cotidiano de la Verdad en Persona, Jesús de Nazareth.
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