Diácono
y Doctor de la Iglesia[1], llamado “el Arpa del Espíritu Santo”, a pesar de no
contar con grandes estudios, poseía un conocimiento sobrenatural de los
misterios de la fe. Atraído desde joven por la Verdad Encarnada, Jesucristo, se
decidió a combatir las falsas doctrinas gnósticas que surgían por todas partes
y que se introducían, como una hiedra venenosa, en el corazón mismo de la
Iglesia. Con sus composiciones e himnos, no solo logró combatir y erradicar el
error gnóstico de la liturgia, sino que la enriqueció con la descripción del
sublime misterio del Hombre-Dios Jesucristo. Precisamente, el error gnóstico
consiste en el rebajar el misterio de la Segunda Persona de la Trinidad,
encarnada en la Humanidad de Jesús de Nazareth, al nivel de lo que puede la
limitada razón humana comprender.
San
Efrén, iluminado por el Espíritu Santo, contempló el misterio de Dios Trino y
la Encarnación de la Persona del Verbo en Jesús de Nazareth, y volcó esta
contemplación en innumerables escritos, en himnos y composiciones litúrgicas. Valga
como ejemplo de lo que decimos, el siguiente comentario que San Efrén hiciera
acerca del aposento donde tuvo lugar la Ultima Cena: “¡Oh tú, lugar bendito,
estrecho aposento en el que cupo el mundo! Lo que tú contuviste, no obstante
estar cercado por límites estrechos, llegó a colmar el universo. ¡Bendito sea
el mísero lugar en que con mano santa el pan fue roto! ¡Dentro de ti, las uvas
que maduraron en la viña de María, fueron exprimidas en el cáliz de la
salvación! ¡Oh, lugar santo! Ningún hombre ha visto ni verá jamás las cosas que
tú viste. En ti, el Señor se hizo verdadero altar, sacerdote, pan y cáliz de
salvación. Sólo Él bastaba para todo y, sin embargo, nadie era bastante para
Él. Altar y cordero fue, víctima y sacrificador, sacerdote y alimento...”.
¿Qué
es lo que veía San Efrén en el Cenáculo de la Última Cena?
Decía
así: “¡Oh tú, lugar bendito, estrecho aposento en el que cupo el mundo! Lo que
tú contuviste, no obstante estar cercado por límites estrechos, llegó a colmar
el universo”. El Cenáculo es “lugar bendito”, porque “lo que él contuvo –-,
llegó a colmar el universo”. Pero nosotros podríamos agregar que el Cenáculo es
bendito porque contuvo a Aquel que, donándose a sí mismo con su Ser divino
trinitario en los estrechos límites de la apariencia de pan, es más grande que
los universos y que los cielos eternos, porque ése es Cristo Jesús, el Hombre-Dios,
Dios Creador del universo, Redentor de los hombres y Santificador de la
Iglesia.
San
Efrén ve en el cáliz de la Última Cena no un poco de vino, sino el Vino de la
Alianza Nueva y Eterna, el fruto santo de la Vid Verdadera, Cristo Jesús,
exprimido en la vendimia de la Pasión: “¡Dentro de ti, las uvas que maduraron
en la viña de María, fueron exprimidas en el cáliz de la salvación!”. Para San
Efrén, Jesús es la Vid celestial que, plantada en la tierra fértil, el seno
virgen de María Santísima, al ser exprimido y triturado en la Pasión, dio como
fruto un Vino exquisito, la Sangre del Cordero de Dios que, brotando de su
Corazón traspasado, se derrama en el Cáliz del altar eucarístico, para luego
ser derramado sobre las almas y los corazones de los que aman a Dios con un
Amor puro y santo.
Por
último, dice San Efrén del Cenáculo de la Última Cena: “En ti, el Señor se hizo
verdadero altar, sacerdote, pan y cáliz de salvación. Sólo Él bastaba para todo
y, sin embargo, nadie era bastante para Él. Altar y cordero fue, víctima y
sacrificador, sacerdote y alimento...”. Es decir, el Cenáculo es un “lugar
bendito” porque en él tuvo lugar el Prodigio de los prodigios, el Milagro de
los milagros, la conversión del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor;
en el Cenáculo fue inmolado, por el Sacerdote Sumo y Eterno, el Hijo de Dios
humanado, la Víctima Pura y Santa, el Cordero de Dios como Víctima, en el Altar
tres veces santo de su Humanidad beatísima.
San
Efrén no ve lo que vería una mente racional y gnóstica, alejada del misterio
del Hombre-Dios; no ve solo un aposento en el que un líder religioso, fundador
de una nueva religión, cena por última vez con sus discípulos, antes de ser
entregado a sus enemigos para morir crucificado. San Efrén ve el misterio de la
Última Cena, ve en ese Cenáculo, al interior del Sagrado Corazón de Jesús; San
Efrén ve en el Cenáculo no sólo la Última Cena, sino la Primera Misa y el
Misterio del Santo Sacrificio del Calvario anticipado sacramentalmente. San Efrén
no era gnóstico, sino santo.
[1] Cfr. http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=saintfeast&localdate=20160609&id=12088&fd=0
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