San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

viernes, 10 de febrero de 2017

Santa Escolástica y la hermosura de la vida contemplativa


         La vida de Santa Escolástica, hermana gemela de San Benito abad, es un signo de contradicción para el mundo del siglo XXI en el que vivimos, caracterizado por el materialismo, el relativismo, el hedonismo y el gnosticismo. Por todas estas características, el mundo moderno no entiende la vida de santos como Santa Escolástica, a los que considera como seres inconmprensibles, que han elegido un modo de vida que, en el mejor de los casos, es “aburrido” y que, invariablemente, es un “sin sentido”.
         Sin embargo, la vida de Santa Escolástica, lejos de carecer de sentido, es un testimonio, para el mundo de hoy, del sentido nuevo y de la nueva dirección, el sentido y la dirección de la eternidad, que toda la humanidad adquiere a partir de la Encarnación del Verbo de Dios, Jesucristo. En efecto, con su vida de oración contemplativa, con su vida célibe, casta, pobre, sometida a la obediencia de sus superiores eclesiásticos, Santa Escolástica es un testimonio, ya en la tierra, de la vida futura que espera al hombre en el Reino de los cielos. Santa Escolástica, con su vida consagrada y contemplativa, contrasta con la mundanidad del secularismo y ateísmo que domina nuestros días: no sólo testimonia que Dios existe, sino que Dios es Uno y Trino y que el Hijo de Dios se ha encarnado para perdonarnos y conducirnos al cielo; con la renuncia a los bienes materiales, testimonia que hay bienes infinitamente superiores que nos esperan en el cielo, el Reino de Dios; con la castidad, testimonia que la vida futura los bienaventurados, con sus almas y cuerpos glorificados “serán como ángeles” (cfr. Mc 12, 25), como dice Jesús, con lo cual “no habrá más matrimonios” (cfr. Mt 22, 30), como los hay en la tierra; con la obediencia, testimonia que la razón humana se abre a la Revelación divina de Jesucristo y con ello es capaz de vislumbrar el destino de gloria y felicidad eterna que espera a quienes renuncian a este mundo terreno por el Evangelio.

         Los consagrados y sobre todo los contemplativos, como Santa Escolástica, son considerados “necios” por el mundo, pero a los ojos de Dios, son sus elegidos y el objeto predilecto de su Divino Amor.

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