San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

sábado, 21 de enero de 2017

Santa Inés, virgen y mártir



          Antes de morir atravesada por la espada de su verdugo, Santa Inés dijo una frase en la que se condensa la fe del cristiano y que expresa hasta dónde llega esta fe, la cual no consiste en una mera proclamación con los labios, sino que debe llegar hasta el don de la propia vida. Santa Inés dijo así a su verdugo: “Puedes manchar tu espada con Mi sangre, pero nunca profanarás mi cuerpo que he consagrado a Cristo”. En esta frase está condensada nuestra fe cristiana: Santa Inés está a punto de morir, de perder la vida terrena, pero lejos de suplicar a quien la está por matar, que le perdone la vida, ofrece su vida terrena –“puedes manchar tu espada con mi sangre”, esto es: “puedes matarme”- porque espera ganar la vida eterna. En efecto, el mártir no desprecia temerariamente la vida terrena, sino que la entrega, con amor y fe, en testimonio de Aquél que es el Rey de los mártires, Cristo Jesús. Estamos en esta vida para testimoniar al Verbo de Dios Encarnado, Jesús, y esta misión la cumple cabalmente el mártir. En la segunda parte de la frase, también se expresa un segundo aspecto fundamental de nuestra fe, que es el de conservar la vida de la gracia, prefiriendo la muerte antes que perderla por el pecado. Dice Santa Inés: “nunca profanarás mi cuerpo que he consagrado a Cristo”; esto es, “prefiero morir por la espada antes que perder mi estado de gracia, profanando mi cuerpo con amores mundanos”. Santa Inés elige morir antes que perder la virginidad, consagrada a Cristo, y elige los gozos de la vida eterna y no los de la vida terrena, porque espera en Cristo. Como hermosamente dice San Ambrosio: “En una sola víctima tuvo lugar un doble martirio: el de la castidad y el de la fe”[1]. Este mensaje de santidad de Santa Inés es sumamente válido para nuestros días, caracterizados por la más nauseabunda oleada de impureza, sea corporal que espiritual, que inunda nuestro mundo, y es especialmente válido para los niños y jóvenes –aunque también para los adultos-, quienes deberían aprender de Santa Inés este mensaje: es preferible perder la vida terrena antes que perder la vida eterna, y es preferible que el cuerpo, que es “templo del Espíritu Santo” (cfr. 1 Cor 6, 19) sea destruido, antes que profanarlo por el pecado.


[1] Cfr. Tratado sobre las vírgenes, Libro 1, cap. 2. 5. 7-9: PL 16 [edición 1845], 189-191.

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