San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

viernes, 28 de octubre de 2016

Fiesta de San Simón y San Judas Apóstoles


San Judas Tadeo martirizado

         ¿Qué nos dice San Judas Tadeo, en la carta del Nuevo Testamento atribuida a él? Nos advierte acerca de dos corrupciones: del cuerpo y de la fe. El mensaje principal es la lucha por la “fe que una vez fue entregada al pueblo santo”: “3. Queridos míos, yo tenía un gran deseo de escribirles acerca de nuestra común salvación, pero me he visto obligado a hacerlo con el fin de exhortarlos a combatir por la fe, que de una vez para siempre ha sido transmitida a los santos”. Esta fe, es la fe bimilenaria de la Iglesia, transmitida por el Magisterio de la Iglesia y expresada en el Credo de los Apóstoles.
         Advierte luego acerca de las infiltración de falsas doctrinas y falsos maestros, que utilizando la gracia de Dios de modo perverso, la usan cmo “pretexto para su libertinaje, renegando de Jesucristo”: “4. Porque se han infiltrado entre ustedes ciertos hombres, cuya condenación estaba preanunciada desde hace mucho tiempo. Son impíos que hacen de la gracia de Dios un pretexto para su libertinaje y reniegan de nuestro único Dueño y Señor Jesucristo”. Son los falsos profetas, los que utilizan la Iglesia Católica, sus estructuras y hasta sus fieles, para difundir ideologías contrarias al cristianismo, como el marxismo y el liberalismo.
Anuncio luego el castigo divino para quien pervierte la fe verdadera, y para ello toma el ejemplo del Pueblo Elegido, algunos de cuyos integrantes, los que se rebelaron contra Dios, murieron, y también el ejemplo de los ángeles caídos, “encadenados eternamente” por Dios a causa de su rebeldía: “5. Quiero recordarles, aunque ustedes ya lo han aprendido de una vez por todas, que el Señor, después de haber salvado al pueblo, sacándolo de Egipto, hizo morir en seguida a los incrédulos. 6. En cuanto a los ángeles que no supieron conservar su preeminencia y abandonaron su propia morada, el Señor los tiene encadenados eternamente en las tinieblas para el Juicio del gran Día”.
Luego advierte, de modo particular, acerca de la severidad del castigo del fuego eterno para quienes se dejan arrastrar por los pecados contra la Naturaleza (lo cual no quiere decir que “Jesús o la Iglesia rechazan a los homosexuales por ser homosexuales”, sino que se los acepta en su condición, pero se les pide lo que se le pide a todo heterosexual: la conversión y la vida de castidad): “7.También Sodoma y Gomorra, y las ciudades vecinas, que se prostituyeron de un modo semejante a ellos, dejándose arrastrar por relaciones contrarias a la naturaleza, han quedado como ejemplo, sometidas a la pena de un fuego eterno”.
Compara a los que pervierten la fe –por ejemplo, Hans Küng-, con quienes “profanan sus cuerpos”: “Los falsos maestros, profanan sus propios cuerpos y rechazan la autoridad del Señor: 8. Lo mismo pasa con estos impíos: en su delirio profanan la carne, desprecian la Soberanía e injurian a los ángeles gloriosos”.
Estos –los falsos maestros y los que profanan sus cuerpos, sean homosexuales o heterosexuales-, “blasfeman” (Versículos 9 y10), son “ambiciosos” (Versículos 11) y “profanadores, irreverentes”: “12. Ellos manchan las comidas fraternales, porque se dejan llevar de la glotonería sin ninguna vergüenza y sólo tratan de satisfacerse a sí mismos. Son nubes sin agua llevadas por el viento, árboles otoñales sin frutos, doblemente muertos y arrancados de raíz”.
A estos tales, “les espera el Castigo Eterno”: “13. olas bravías del mar, que arrojan la espuma de sus propias deshonras, estrellas errantes a las que está reservada para siempre la densidad de las tinieblas”.
De ellos habla el profeta Henoc, cuando advierte que Dios espera pacientemente y soporta los insultos y blasfemias contra Él, hasta que, cansado de tantas injusticias, llegue en el Juicio Final para dar a cada uno lo que se mereció con sus obras: “14. A ellos se refería Henoc, el séptimo patriarca después de Adán, cuando profetizó: “Ya viene el Señor con sus millares de ángeles, 15.para juzgar a todos y condenar a los impíos por las maldades que cometieron, y a los pecadores por las palabras insolentes que profirieron contra él”.
Quienes pervierten la fe y corrompen sus cuerpos, aun cuando sean religiosos –laicos o consagrados-, lo que buscan en la Iglesia es “satisfacer sus propias pasiones”: “Buscan satisfacer sus propias pasiones”, y para ello utilizan la adulación, para corromper a las almas y obtener lo que quieren: “16. Todos estos son murmuradores y descontentos que viven conforme al capricho de sus pasiones: su boca está llena de petulancia y adulan a los demás por interés”.
Luego, advierte a quienes aman a Jesucristo y desean mantenerse en su amistad y gracia, recordándoles que los últimos tiempos de la humanidad se caracterizará por quienes “se burlarán de todo y vivirán de acuerdo a sus pasiones” y no según la Ley de Dios: “17. En cuanto a ustedes, queridos míos, acuérdense de lo que predijeron los Apóstoles de nuestro Señor Jesucristo. 18. Ellos les decían: “En los últimos tiempos habrá gente que se burlará de todo y vivirá de acuerdo con sus pasiones impías”.
         Refrendando la Escritura, que afirma que “los que cosechan en la carne, siembran en la carne, esto es, corrupción”, así también, los que no tienen verdadera fe ni respetan sus cuerpos como “templos del Señor” –sean homosexuales o heterosexuales-, “provocan divisiones” con sus perversiones, habladurías y herejías, y es porque “no poseen el Espíritu” de Dios, que es fuente de unidad, amor, paz, sabiduría divina: “19. Estos son los que provocan divisiones, hombres sensuales que no poseen el Espíritu”.
Por último, exhorta a permanecer fieles a Cristo, siendo fieles a la fe de la Iglesia –expresada en el Catecismo y en el Credo-: “20. Pero ustedes, queridos míos, edifíquense a sí mismos sobre el fundamento de su fe santísima”, y la forma de permanecer fieles, es decir, de creer en la verdadera fe de Nuestro Señor Jesucristo, el Hombre-Dios crucificado, muerto y resucitado, que prolonga su Encarnación en la Eucaristía, es por medio de la oración “en el Espíritu Santo”: “orando en el Espíritu Santo”.

Y la mejor forma de “orar en el Espíritu Santo”, es hacerlo allí donde habita el Espíritu Santo y es en el Corazón Inmaculado de María

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