Su pasado ocultista y
su conversión a Jesús por María[1]
Antes de su conversión, el Beato
Bartolo Longo practicó
el espiritismo y solo por
una intervención de la Virgen, fue que se convirtió, y a partir de entonces, se convirtió
en un entusiasta promotor del Rosario y la caridad cristiana.
En el año 1863, Bartolo Longo, va a la ciudad de
Nápoles para perfeccionar sus estudios de derecho. Es allí en donde entra en contacto con ideas
liberales anticristianas y comienza a leer a autores no cris
cristianos como Renán, apartándose
cada vez más de la fe en Cristo se difumina, al tiempo que experimenta un creciente
sentimiento
de odio contra el Papa y contra la Iglesia.
Comienza un activismo, pronunciando discursos
contra el Papa, además de
financiara a
quienes insultan a los sacerdotes que pasan por la calle, y defender las ideas de los
grupos más anticlericales.
Luego sucede lo que le sucede a quien voluntariamente
se aparta de Dios y combate contra Él: quien se aparta del Amor de Dios, queda
bajo la orbita del maligno, bajo sus negras alas, aprisionado por sus garras, y
es así como ingresa en el siniestro y peligroso mundo del espiritismo, mundo oscuro en el que hace tan grandes progresos, que
los miembros de la secta deciden ordenarlo como sacerdote del
espiritismo. Pero
el espiritismo, al igual que
la brujería, la hechicería, o el culto al Gauchito Gil, la Difunta Correa o San
La Muerte, implica no solo el contacto con seres malignos, sino ser dominados
por ellos. Así, Bartolo comienza, a tener visiones y contactos
con seres extraños-demonios
disfrazados de ángeles de luz-, uno de los cuales se hace pasar por San
Miguel y que, según interpretará Bartolo años más tarde, debería ser el mismo
demonio. Sus guías espirituales del mundo de lo oculto le aconsejan que
realice más ayunos para purificarse, para llegar a experiencias más profundas,
para llegar a ser médium. El
resultado es que Bartolo se introduce cada vez más y más en el siniestro mundo del espiritismo y la magia.
Puesto que la brujería y el espiritismo conducen a la pérdida de la razón, comienzan
a deteriorarse su salud física y mental, hasta el borde del colapso.
En
esa situación, cuando más
lejos de Dios se encuentra, y cuando más atrapado por el Demonio está, comienza
a actuar la Virgen. Sucedió que Bartolo fue a ver al profesor Vincenzo Pepe,
un amigo de familia y
católico practicante. Al
profesor le impresiona,
más que la palidez de muerte, el estado de pecado mortal en el que se encuentra
Bartolo, por practicar el espiritismo y la brujería. En un momento determinado
de la conversación, Vincenzo le advierte
acerca del doble peligro de muerte en el que se encuentra, peligro de muerte
corporal y peligro de la segunda muerte, la eterna condenación. En un momento,
le dice: “¡Tú quieres morir en el manicomio, y, además,
condenado!”.
Fue allí en que la Virgen le concedió la gracia de la
conversión, ya que la advertencia de su amigo provocó en él el inicio del
despertar espiritual a la vida de los hijos de Dios. Desde entonces, comienza a
hacerse más intensa la luz de la, recibida en el bautismo pero abandonada
demasiado ligeramente. Es así que toma la decisión de
cambiar y
buscar refugio y ayuda en los brazos de la Iglesia, separándose definitivamente del espiritismo. Pide
ayuda a un sacerdote dominico
y el
día del Sagrado Corazón de 1865 se confiesa: la paz de Cristo entra de nuevo en
su vida, al haber sido removido aquello que lo enemistaba con Dios: el pecado,
y sobre todo el pecado de idolatría, porque se había dedicado al espiritismo,
la brujería y la nigromancia.
Surge ahora la pregunta: ¿qué quiere
Dios de Bartolo? Intensifica
su servicio a los pobres, ingresa en la Tercera Orden de los dominicos, y reza
cada tarde el rosario en casa de unos amigos. Tras haberse enfermado por comer
poco y por vivir en una pobreza excesiva, sus amigos le invitan a hospedarse
como pensionista en la casa de la condesa Mariana De Fusco, quien le pide que analice la situación en la que se
encuentra la vieja ciudad, percibiendo allí la pobreza, la incultura y el
abandono en el que vive la gente. En su discernimiento, Bartolo ve que Dios le
sugiere difundir el rezo del Santo Rosario.
A
partir de entonces, se dedicará a esta tarea: predica, promueve grupos para
rezar el rosario, organiza a la gente para asistir a los enfermos. En 1875
propone al obispo de la zona erigir un altar en honor de la Virgen, aunque el
obispo decide que se construya una iglesia, con lo que se prepara así lo que un
día se convertirá en el Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya.
Inaugurado
el santuario en 1887, se construyen a su alrededor asilos para niños
abandonados y para hijos de delincuentes, talleres para obreros, imprentas para
difundir la doctrina católica.
Entre
las otras iniciativas de Bartolo está la oración por la paz, casi como un
precursor que intuye los horrores de la guerra (dos guerras mundiales en el
siglo XX). Se construye, en la fachada del Santuario de Pompeya, un monumento a
María, Reina de la paz, que será inaugurado en 1901. A la vez, promueve una
especie de referéndum por la paz universal, con el que consigue 4 millones de
firmas.
Por
la acción de María, Auxilio de los cristianos, Medianera de todas las gracias,
Reina del Rosario, el Beato Bartolo Longo pasa de ser médium espiritista a
promotor del Rosario, la caridad cristiana, la educación y la paz.
La
vida del Beato Bartolo Longo es un ejemplo de lo que la Virgen hace por sus
hijos, principalmente, aquellos que más lejos están de Ella y de su Hijo
Jesucristo. Como un resumen de su propia vida, y como mensaje de santidad que
nos deja a los cristianos de todos los tiempos, el Beato Bartolo Longo escribe
diciendo que “no puede haber ningún pecador tan perdido, ni alma
esclavizada por el despiadado enemigo del hombre, Satanás, que no pueda
salvarse por la virtud y eficacia admirable del santísimo Rosario de María, aferrándose
de esa cadena misteriosa que nos tiende desde el cielo la Reina
misericordiosísima de las místicas rosas para salvar a los tristes náufragos de
este borrascosísimo mar del mundo”[2].
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