En un mundo hedonista, materialista, relativista, como en el
que vivimos hoy, en el que se exalta esta vida terrena como si fuera la única y
en el que se empeña y hasta da la vida, literalmente, por “disfrutar” de sus
placeres; en un mundo en el que el hombre ha construido su vida terrena sin
pensar que existe una vida eterna, el poema de Santa Teresa de Ávila, escrito
siglos atrás, nos concede la gracia de poder apreciar esta vida terrena en su
justa medida: nada de este mundo es digno de ser deseado, sino solo el morir en
gracia de Dios, para vivir en la eterna bienaventuranza en los cielos.
Vivo sin vivir en mí.
(Poema –
Santa Teresa de Ávila)
Vivo
sin vivir en mí,
La
santa vive esta vida terrena, pero vive “sin vivir en ella”, es decir, como si
esta vida no fuese vida;
y
tan alta vida espero,
La
“alta vida” que espera es la vida eterna, la vida en el Reino de los cielos;
que
muero porque no muero.
Es
tanto el deseo de la vida eterna, que muere de ganas de morir a la vida terrena
y al comprobar que todavía no ha muerto, muere porque no muere.
Esta
divina unión
La
razón del deseo de la vida eterna es la gracia santificante, que une al alma
con el Ser divino trinitario y la hace partícipe de su vida divina; la “divina
unión” se da por la gracia, y también por la fe pero, sobre todo, por el amor a
Dios Trino.
del
amor con que yo vivo
El
Amor Eterno de Dios, que “es Amor”, es lo que le da vida divina ya en esta
vida; la vida que vive con amor, estando viva en esta tierra, es el germen de
la vida celestial con la que vivirá en los cielos: Dios es Amor y el Amor es
Vida y vida eterna, y con esta vida eterna, concedida por la gracia, es que
vive Santa Teresa en lo que le queda de vida terrena: “del amor con que yo vivo”.
hace
a Dios ser mi cautivo
El
amor a Dios en el corazón de la santa es tan intenso y fuerte, que lo convierte
en una cárcel para Dios: tanto lo ama en su corazón, que no lo deja salir, y
por eso “lo hace a Dios ser su cautivo”, su prisionero de amor: el corazón de
Santa Teresa se ha convertido en un sagrario viviente, en donde está cautivo
Dios y de ahí no lo deja salir.
y
libre mi corazón;
Pero
al mismo tiempo que encarcela a Dios en su corazón, su corazón se vuelve libre,
porque nunca es más libre el corazón humano, que cuando está atado a Dios con
las cadenas del Divino Amor.
mas
causa en mí tal pasión
Ese
Divino Amor, que encarcela a Dios en su corazón y libera el corazón de Santa
Teresa al encadenarlo a Dios, le causa a la santa una ardiente pasión de amor,
una pasión que es “más fuerte que la muerte”.
ver
a Dios mi prisionero,
La
pasión de amor de la santa por Dios, se enciende y aumenta cada vez, al ver a
su Dios prisionero en su corazón, encarcelado por ella con barrotes más fuertes
que el hierro, porque son barrotes hechos de amor.
que
muero porque no muero.
El
deseo de vivir en plenitud el amor que la apasiona, que encarcela a su Dios y
hace libre a su corazón, le hace desear la muerte, y muere porque la muerte no
le llega, muere porque no muere de una vez a esta vida terrena, para comenzar a
vivir la vida celestial.
¡Ay!
¡Qué larga es esta vida!
Sin
el gozo pleno de Dios, gozo que se dará en el Reino de los cielos, esta vida,
por corta que sea, parece larga y tanto más larga se hace, cuanto más se ama a
Dios, porque más se desea gozarle a todo Él, en su Trinidad amabilísima, sin
las interrupciones, dificultades, distracciones y sequedades propias de este
mundo y de la naturaleza humana.
¡Qué
duros estos destierros,
Nada
en este mundo es placentero, cuando se espera gozar de la Trinidad en el cielo,
y así esta vida terrena, con todos sus gozos y placeres, no es más que un “destierro”
y quien esta vida vive, vive como aquel que, lejos de su Patria amada, suspira
por ella día y noche.
esta
cárcel, estos hierros
La
cárcel de este cuerpo y los hierros de este tiempo, que son los que nos separan
de Dios, hacen que el alma experimente esta vida como si fuera la más dura
prisión y que experimente lo que experimenta un encarcelado, imposibilitado de
gozar de la libertad, a causa de los duros barrotes de hierro.
en
que el alma está metida!
El
alma anhela ser libre y algo de esta libertad saborea, cuando por la gracia, la
fe y el amor, se une a su Dios que es todo Amor, que es Amor eterno, infinito,
incomprensible, pero mientras está en la cárcel del cuerpo y encerrada por los
barrotes de hierro del tiempo y la historia, no puede el alma más que
lamentarse de su dura cárcel, que la separa de su Bienamado Dios.
Sólo
esperar la salida
El
alma sabe que algún día saldrá de la cárcel, porque el cuerpo se disgregará con
la muerte terrena y los hierros del tiempo desaparecerán cuando la muerte
termine con su vida en el tiempo y se abra así la puerta de la eternidad.
me
causa dolor tan fiero,
Pero
el solo hecho de esperar que la cárcel del cuerpo y los barrotes del tiempo
desaparezcan con la muerte corpórea, sólo le aumenta el ardor del deseo de
contemplar a Dios Trino en su esencia en los cielos y, al ver que este deseo no
es aún cumplido, pues sigue el alma todavía viva en esta vida que es muerte, le
provoca y le causa un dolor tan fiero, tan hondo, tan profundo, que solo desea
morir, para vivir eternamente.
que
muero porque no muero.
Y cuando comprueba que aún no es llegada la hora, de gozar
con el Bienamado, muere porque no muere.
¡Ay!
¡Qué vida tan amarga
La
vida terrena es amarga como el ajenjo, porque aún sus placeres más grandes, son
sólo ceniza y polvo, comparados con la delicia sin fin que es la contemplación
de la Trinidad y el Cordero, de manos de María.
do
no se goza el Señor!
La
razón de la amargura de esta vida terrena es que “no se goza el Señor”, y
cuando el alma se ve privada de las mieles del Amor de Dios.
y
si es dulce el amor,
El Amor a Dios, el Amor de Dios, es dulce y su dulzura
deleita al alma de tal manera, que una vez saboreado, aunque sea una pequeñísima
parte, todo lo que no sea este Dulce Amor, es ceniza, amargor y ajenjo.
no
lo es la esperanza larga;
La
esperanza, si es corta, no es dulce, y mucho menos, cuanto más larga es, porque
más hace prolongar el encuentro con el Dulce Dios del Amor, Cristo Jesús.
quíteme
Dios esta carga
Vivir
esta vida sin el Amor de Dios, es carga muy pesada, que solo Dios, llamando al
alma ante su Presencia, puede quitarla.
más
pesada que el acero,
La
vida sin Dios, o al menos, sin contemplarlo en su esencia, pesa más que mil
toneladas de acero; preferible sería soportar mil años esta carga, que un
segundo sin su Amor.
que
muero porque no muero.
Pero
como la vida terrena continúa y todavía no acaba, sólo se vislumbra el Amor
eterna que al otro lado espera, y saber que todavía aquí se vive, sin morir,
para así poder vivir la vida eterna, hace que el alma viva la vida en agonía,
hasta que muriendo, comience a vivir en la eterna alegría.
Sólo
con la confianza
Hay
sólo una cosa que permite afrontar esta cárcel, estos hierros, este peso más
pesado que el acero, y es la confianza en que pronto, más pronto que tarde, la
vida terrena, porque es vida limitada y terrena, tiene que finalizar.
vivo
de que he de morir,
Sólo
el saber que pronto se ha de morir a esta vida terrena, para comenzar a vivir
la vida eterna, hace que se viva en el tiempo, deseando morir para vivir.
porque,
muriendo, el vivir
Es
muriendo que se vive, porque al morir, se deja esta vida muerta y se inicia a
vivir la vida plena y feliz, la vida bienaventurada en la adoración de la
Trinidad y el Cordero.
me
asegura mi esperanza;
Es
esta certeza de que al morir la vida muerta, se llega a la vida plena, es lo
que colma de esperanzas al alma que, por gozar del Amor trinitario, muere
porque no muere.
muerte
do el vivir se alcanza,
Por
la muerte terrena, se alcanza la vida feliz, la vida bienaventurada del Reino
de Dios, siendo así la muerte sólo el umbral que debe el alma atravesar, para
abrazar y fundirse en el abrazo, con el Dios amado, Tres veces santo.
no
te tardes que te espero,
El
alma que ama a Dios con locura, espera la muerte con ansias, porque la llegada
de la muerte terrena, significa el comienzo de la vida eterna y feliz, y por
eso, la espera.
que
muero porque no muero.
Y
hasta que la muerte no llegue para quitarle esta vida terrena y así comenzar la
vida sin fin en el Divino Amor, el alma muere porque no muere.
Vivo
sin vivir en mí,
y
tan alta vida espero,
que
muero porque no muero. Amén.
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