San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

viernes, 23 de septiembre de 2016

El significado de las llagas del Padre Pío


         Una de las características más notorias del Padre Pío, además de su vida de santidad y de los innumerables milagros que realizó aun estando en vida, son sus llagas, las cuales fueron estudiadas en su tiempo por expertos médicos –que declararon, obviamente, que la causa de las mismas excede la capacidad de la ciencia médica de dar respuestas- y fueron y son sido también objeto de la devoción por parte de decenas de miles de fieles. Teniendo esto en cuenta, el hecho de ser una gracia extraordinaria, que Dios concede libremente a quienes Él elige, nos preguntamos: ¿qué significan las llagas del Padre Pío?
La respuesta es que no se trata de otra cosa más que de la participación, de modo visible, sensible –cruento, podríamos decir- de la Pasión redentora de Jesucristo, quien así continúa, en la historia y el tiempo humanos, su misterio pascual de Muerte y Resurrección. En otras palabras, es Jesús quien, a través del Padre Pío, continúa el misterio de la Redención, en el signo de los tiempos. Contemplar las llagas del Padre Pío es por lo tanto equivalente a contemplar las llagas de Jesús, porque son las llagas de Jesús propiamente las que se manifiestan a través del cuerpo del Padre Pío. Contemplar sus llagas es contemplar, por un lado, la magnitud sin medida -valga la expresión- del Amor Misericordioso del Sagrado Corazón de Jesús, que dejó lacerar su Cuerpo Sacratísimo, a fin de salvarnos; por otro lado, significa tomar conciencia del triple peligro de muerte eterna del que Jesús nos ha salvado, porque con sus Llagas nos libró del Demonio, el pecado y la muerte y es esto lo que significa “Redención”.
Así comprendemos porqué las Llagas de Jesús –y las llagas del Padre Pío- no son ni pueden ser objeto ni de curiosidad científica, ni tampoco de devoción que se queda en la sola visión de las mismas: significa contemplar el misterio de la Redención en su totalidad, y esto implica, desde el comienzo, saber qué es “Redención”. Y esto implica saber cuál es el precio altísimo que Jesús tuvo que pagar por nuestras almas y cuerpos, no solo para liberarnos del Demonio, del pecado y de la muerte, sino también para convertirnos en hijos adoptivos de Dios y para abrirnos las Puertas del cielo, para que, al final de nuestras vidas, si somos fieles a la gracia hasta el fin, seamos capaces de habitar en la Casa del Padre por la eternidad, como hijos suyos muy amados.
Otra consideración que debemos hacer es que, aunque nosotros no llevamos las llagas del Padre Pío, sí estamos, como él, llamados a participar “en cuerpo y alma” de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo –así lo pide la Iglesia para los fieles en sus oraciones oficiales[1]-, y para ello no tenemos necesidad de tener visiblemente las Llagas del Señor: basta con ofrecer la cruz de cada día, grande o pequeña, pero ofrecerla con paciencia, mansedumbre humildad y, sobre todo, con amor.




[1] Cfr. Liturgia de las Horas.

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